Puede que las gradas estén a un tercio de capacidad, pero encima de la pasarela de la 73º edición de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid la fiesta está a punto de empezar. Eso sí, una fiesta realista, adaptada de algún modo a la nueva normalidad. Muchas de las propuestas presentadas en estas dos jornadas aluden, de algún modo, a este extraño momento de transición, del interior al exterior, de la casa a la calle, del básico a la prenda imponente. El jueves por la noche Maya Hansen presentó una colección basada en esta mezcla de opuestos. “Por un lado, una estética extrema con plástico, vinilo o látex y, por otro, prendas súper clásicas como camisas en popelín, pantalones de lana anchos o abrigos de paño”, cuenta la diseñadora que hizo del corsé piedra angular de sus colecciones. Su desfile no se olvida del espectáculo (fashion film, coreografía de baile y música en directo del dúo Reyko), ni tampoco de los accesorios que “son una de las salidas a nivel económico en un momento como este”.
Algo parecido hizo Pablo Erroz en su debut en el calendario oficial tras ocho años en la 080 de Barcelona. La suya es una apuesta por la atemporalidad y el unisex, dos de los conceptos que más suenan en estos meses de replanteamiento de valores. El resultado combina también esas dos vertientes de la indumentaria, la funcional y la espectacular: los pantalones bailan entre el chándal y el sastre y las americanas se tiñen de colores inesperados o se cubren de lentejuelas. El resultado no es disparatado sino todo lo contrario, una visión sincera y ponderada en la que la versatilidad y la comodidad se convierten en imprescindibles. A la propuesta tampoco le faltan los otros tres requisitos del momento: artesanía, en los estampados ikat realizados en Mallorca; sostenibilidad, con hilaturas recicladas; ni innovación, ya que algunas prendas incorporarán tecnología NFC para permitir su trazabilidad.
De Ágatha Ruiz de la Prada se espera un eterno optimismo, pero esta vez sus explosiones coloristas y sus icónicos estampados se han encontrado con la comodidad. La diseñadora también explora esa idea de reencontrarse con las prendas después de un año viviendo en chándal. Lo hace con una extensa colección de inspiración sesentera en la que sus clásicos cortes trapecio contienen su volumen, las sudaderas se combinan con faldas de tubo y las blusas drapeadas se llevan con abrigos cocoon. Mucho más realista que en otras ocasiones, la propuesta de Ágatha también se enfoca en un mercado que busca piezas tan visuales como prácticas.
El negocio de Hannibal Laguna es otro, el de las ocasiones especiales y la prenda por encargo, quizá el que más se ha visto afectado este último año. Pero el creador sigue adelante contra viento y marea con una colección en la que los vestidos, con estampados pop y grandes lazos al cuello, se combinaban con mascarillas a juego. La mascarilla no es solo un guiño al presente, es el elemento con el que muchos diseñadores han intentado capear el temporal. Fáciles de hacer y enfocadas en un cliente que busca marcar la diferencia con este nuevo e improbable accesorio, su comercialización no es suficiente para mantener a flote una empresa, pero para algunos sí es una necesaria vía a explorar.
Custo Barcelona también se rinde a los contrastes con una colección titulada I am the power, cuajada de mensajes estampados que hablan del despertar a un nuevo mundo y que se traducen en prendas como sudaderas mezcladas con detalles brillantes y festivos, plumíferos plastificados y estampados y piezas que juegan con las texturas y los tejidos técnicos. Como mostraba en el fashion film previo a su desfile, su propuesta podría encajar perfectamente dentro de ese hedonismo cómodo que supone festejar dentro de una habitación de hotel. “Es el momento de disfrutar otra vez con la ropa sin perder el punto de comodidad”, comenta Custodio Dalmau, su diseñador. “Antes, en febrero estaba todo listo, ahora es mucho más complicado poder sacar adelante cualquier cosa. Los tiempos se duplican”, comenta. “Pero hay que desfilar y estar presentes. Hay que apoyar”.
A Maite, alma mater de Maite by Lola Casademunt, el parón le ha servido, sin embargo “para fomentar la creatividad. El hecho de que hubiera menos distracciones profesionales ha hecho que se me ocurran muchas más cosas, otros proyectos”. La diseñadora debuta en la pasarela madrileña con una colección inspirada en el barrio londinense de Chelsea. “Los cuadros, el paño, los cortes de los abrigos… Pero llevados a nuestro terreno, mezclados con nuestra identidad”, dice, refiriéndose a una estética cimentada en los vestidos fluidos, los colores vibrantes y el estampado animal print. La firma debuta en el entorno madrileño tras varias temporadas desfilando en 080. Con una sólida clientela “de mujeres que buscan el optimismo a la hora de vestirse”, dice Maite, la firma está en proceso de internacionalizarse. “Y no descarto llevar mi estilo a otros productos más allá de la moda. Estoy empezando a ver la empresa como una marca de estilo de vida”.
El cierre de la segunda jornada ha corrido a cargo de Brain and Beast y su colección Souvenir. Pero no se trataba de nostalgia en sentido amplio, sino de algo mucho más elaborado. “Aquí están todos esos recuerdos de mi familia que tengo grabados en mi memoria”, cuenta Ángel Vilda, su diseñador, con un álbum de fotos en la mano. Están los estampados (ahora bordados) del vestido que llevó su abuela a la boda de su madre, un abrigo que recuerda a la bata que esta usaba en sus vacaciones en Salou, el batín de su abuelo reconstruido… “todo ese universo de objetos y fetiches que te hacen ser quien eres”, comenta. Y Vilda es, precisamente, el diseñadores español con uno de los discursos más elaborados del panorama. Cada prenda es un mapa emocional de su creador, pero a la vez una muestra más de ese estilo irreverente y único de Brain and Beast en el que la sastrería casa perfectamente con la iconoclasia y la artesanía con la deconstrucción (para esta colección ha confeccionado “tres cuartos de prenda” para ser combinadas con otras hasta crear la pieza completa). No, en Brain and Beast no se habla de pasado, sino de un nuevo futuro. “Mi sobrina ha bordado uno de los jerséis, porque también quería hablar de los que vienen”, dice. Aunque para futuro, Opening Night, el fashion film que Ana Locking y el fotógrafo Alfonso Ohnur han hecho junto a los estudiantes del Centro superior de diseño de moda de Madrid. Un premio a su año más difícil. Porque no solo los consagrados tienen que seguir adelante, los noveles también tienen que aprender a trabajar en un mundo nuevo para la moda.
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