La semana trágica de Ciudadanos

El mote de El Lobo se lo puso a Fran Hervías el que fue portavoz parlamentario de Ciudadanos, Juan Carlos Girauta, por cómo solucionaba los conflictos internos. Inspirándose en el personaje de El señor Lobo en Pulp Fiction, bautizó al secretario de Organización por su eficacia en esas lides. “Hola, soy el señor Lobo, soluciono problemas”, se presenta en la película de Tarantino el personaje, requerido por dos gánsteres que necesitan que les ayude a limpiar un coche de sangre. El Lobo de Ciudadanos ha recalado en la secretaría de Organización del PP y, aunque él lo niega, sus excompañeros lo acusan de estar allí para desmantelar su antiguo partido. La salida de Hervías el pasado sábado fue la primera bomba que detonó en Ciudadanos, en una semana que ha terminado con 15 deserciones y con el espartano Edmundo Bal saliendo a dar en Madrid la que podría ser la última batalla.

Para encontrar la mecha del estallido de esta semana trágica hay que retrotraerse unos días antes. El martes 9 de marzo empieza todo. Ese día, el vicesecretario general de Ciudadanos, Carlos Cuadrado, hoy destituido de sus funciones, viaja a Murcia con las dos mociones de censura bajo el brazo para desalojar al PP del Gobierno regional y del Ayuntamiento de Murcia. La fallida operación, que fracasa por el papel de tres tránsfugas, funciona como el aleteo de una mariposa en la política española y provoca el adelanto electoral en la Comunidad de Madrid. Ciudadanos se queda fuera de los dos Gobiernos y con el pie cambiado ante unas elecciones decisivas. Es entonces cuando Pablo Casado y Teodoro García Egea, el líder del PP y su mano derecha, ven una oportunidad de oro en la extrema debilidad de su competidor naranja. Casado encuentra la ocasión para acabar con un rival al que confiaba en absorber antes de las próximas generales de una u otra manera: o por las buenas, con algún tipo de fusión o alianza, o por las malas. Ante el movimiento de su socio en Murcia, el PP decidió que sería por las malas.

El PP se abre a exmilitantes de Cs

García Egea dio el pistoletazo de salida a la operación un día después de que se urdiera la moción murciana. “A partir de ahora, abrimos las puertas a los militantes y dirigentes de Ciudadanos defraudados”, proclamó el secretario general del PP. Se acabaron las medias tintas. Un dirigente de la cúpula de Inés Arrimadas explica lo sucedido así: “Teníamos puesta una bomba con temporizador, que iba a detonar para las generales. La estrategia que tenían para reconfigurar el centroderecha pasaba por crear una plataforma liberal, a la que se iría sumando gente nuestra, para acabar en el PP. Pero se precipitó porque tienen que ganar en Madrid. Así que activan a los agentes dormidos, como en las películas de espías. Además, lo hacen paulatinamente para conseguir que cale la idea de que Ciudadanos se desangra y es un proyecto fallido”.

El primero en saltar del barco fue El Lobo. En su carta de despedida, el exsecretario de Organización argumentó que Ciudadanos se ha convertido “en una muleta más del sanchismo”. El senador recuperó las palabras del exlíder de Cs, Albert Rivera, cuando habló de “la banda” para describir la alianza del PSOE con Unidas Podemos y los partidos nacionalistas e independentistas para la investidura de Pedro Sánchez. Un discurso plenamente coincidente con el del ala más dura del PP.

La noticia del fichaje de Hervías por el PP corrió como la pólvora por los chats de los miembros de la dirección de Ciudadanos, y de forma paradójica dio oxígeno interno a Inés Arrimadas, muy tocada por el fracaso de la moción en Murcia. El golpe al partido que suponía su salida activó un sentimiento de agravio con el PP, y los más críticos se vieron obligados a cerrar filas con la líder. Arrimadas, llamando uno a uno a los dirigentes de más peso, ideó una solución para salir con un mensaje de unidad de la ejecutiva extraordinaria convocada para el lunes. La propuesta consensuada con los pesos pesados fue destituir de sus funciones a los dos responsables de la fallida operación murciana, los vicesecretarios Carlos Cuadrado y José María Espejo, y ampliar la dirección con la entrada de los principales líderes territoriales. Quedó un fleco suelto: Toni Cantó.

Arrimadas sabía que el líder en la Comunidad Valenciana era una de las voces más críticas e incluso sopesaba disputarle el liderazgo, por eso le propuso también un asiento en la dirección. Pero él ya tenía otros planes. A la una de la tarde salió con un portazo de la ejecutiva. De puertas afuera, entre una maraña de cámaras, defendió que Cs tenía que presentarse en coalición con el PP en las elecciones de Madrid o iba a desaparecer. Tras su marcha, no ha descartado participar en un mitin de la popular Isabel Díaz Ayuso y ha pedido el “voto útil” para ganar a la izquierda en Madrid.

Lo que siguió al portazo de Cantó en la ejecutiva fue una catarata de deserciones. En total han sido 15 las bajas en solo nueve días, la mayoría con guiños al PP. En las Cámaras nacionales, dos diputados y tres senadores. En Murcia, los tres tránsfugas que han entrado en el Gobierno del popular Fernando López Miras. En Castilla y León, una procuradora, que ha disparado las alarmas ante la moción de censura contra Alfonso Fernández Mañueco. Y en Madrid, cinco diputados regionales. En las cartas de despedida de varios de ellos destacan las referencias de rechazo al “sanchismo” y al giro ideológico “a la izquierda” que, según ellos, ha emprendido Ciudadanos.

La desbandada de esta semana recuerda, aunque mucho más virulenta, a la que convulsionó la formación en junio de 2019. Entonces la ejecutiva se quebró por el otro lado, el del ala más socioliberal, con la salida de Toni Roldán y otros que discrepaban del veto a los pactos con el PSOE y los acuerdos con Vox. Roldán cree que en los abandonos de ahora “el relato que no se sostiene por ninguna parte es que Cs se está hundiendo porque ha girado para ser un partido útil”. El exdirigente defiende que “Cs iba camino a la irrelevancia desde que Rivera decidió que no iba a contribuir a la gobernabilidad de España”, por su negativa a hacer un Gobierno con Pedro Sánchez cuando ambos sumaban 180 diputados.

La decadencia de Ciudadanos, asegura Roldán, se explica por esa decisión de Rivera, porque a raíz de ella el partido se hundió de 57 a 10 escaños. “Y después del 10-N, estábamos entre el 5% y el 6% de voto en las encuestas, antes del giro de Arrimadas”, recuerda. Roldán insta a los que se han ido a explicar cuál era su alternativa para el partido. “Si lo que creen es que Cs tenía que acabar fusionándose con el PP, que lo digan, porque ese era el camino único posible por acción u omisión. Si querían que el partido siguiera existiendo, había que hacer algo. El problema aquí es que la ejecución de un giro de trayectoria no es que haya sido mala, es que ha sido desastrosa”.

Semana dura para Arrimadas

La semana ha sido durísima emocionalmente para Arrimadas, según cuentan quienes han tratado con ella en los últimos días. A mitad de semana, la líder se repuso de los golpes y volvió a insuflar ánimo a los suyos, que también están tocados. El movimiento que más preocupa internamente no es el de El Lobo. “En el PP creen que han fichado a un agente de la CIA, pero han fichado a Mortadelo”, ironiza un miembro de la dirección de Cs.

En conversación con EL PAÍS, Hervías niega haber llamado a nadie de su antiguo partido para que se vaya al PP, y asegura que se ha ido “por principios, para poder ganar a Pedro Sánchez”. En realidad, la bomba que más inquieta es la que podría detonar Albert Rivera. En Cs temen que el exlíder del partido pueda pedir el voto para Isabel Díaz Ayuso o incluso romper su carné naranja.

La posible participación o aquiescencia de Rivera en la OPA hostil del PP a Ciudadanos es una incógnita, pero el exlíder de Cs está trabajando como abogado para los populares, y Teodoro García Egea ha reconocido que habla “frecuentemente” con él. Parte de su entorno está ya muy cerca del PP, ya sea desde dentro —como Hervías— o con apoyo desde fuera —como Juan Carlos Girauta o Marcos de Quinto—. Fuentes de este grupo señalan que Rivera está “al corriente de todo”. Madrid puede ser la última batalla de Ciudadanos y el laboratorio de reunificación de las derechas para las próximas elecciones generales.


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