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La sexta ola sigue acelerando: 372.000 nuevos diagnósticos llevan la incidencia a 2.295 casos por 100.000 habitantes


La sexta ola de covid sigue marcando récords en los primeros compases de 2022. Después de tres días sin datos oficiales, el Ministerio de Sanidad ha notificado 372.766 casos desde el pasado jueves, lo que eleva la incidencia acumulada a 2.295,8 diagnósticos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días: 520 más que en el último informe y la mayor subida registrada desde que comenzó la pandemia. El crecimiento tras Nochevieja y Año Nuevo es muy superior que el de hace justo una semana, al regreso de la Nochebuena y Navidad, cuando la incidencia escaló 295 puntos y se detectaron casi 215.000 infecciones.

También siguen creciendo las hospitalizaciones: este lunes había 12.339 ingresados por covid (que ocupaban un 10,1% de las camas), frente a los 9.530 de hace una semana. Los ingresados en cuidados intensivos también suben hasta llegar a los 1.974 en (21,18% de ocupación).

Aunque está claro que la ola sigue subiendo, los datos son cada vez menos homogéneos y comparables. La saturación del sistema sanitario debida a la enorme explosión de infecciones ha provocado un cambio en los protocolos, que ya no exigen un rastreo de contactos estrechos ni pruebas diagnósticas a personas que sean contacto estrecho, pero no tengan síntomas. Esto, sumado a la enorme proliferación de ciudadanos que recurren a pruebas en las farmacias, que no siempre se notifican y, por lo tanto, no cuentan en las estadísticas oficiales, provoca que las cifras de contagios “no se puedan interpretar”, en palabras de Salvador Peiró, epidemiólogo y jefe de Investigación de Fisabio (Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Generalitat Valenciana). “Va a ser todo muy confuso. Nos toca mirar los datos de los hospitales, son los únicos de los que nos podemos fiar, pero es una cifra que va con retraso. Cuando los vemos lo tienes encima”, señala Peiró.

Los datos de contagios de todas las comunidades autónomas están en niveles nunca antes vistos. La incidencia acumulada supera los 5.500 casos por 100.000 habitantes en Navarra, la primera con mucha diferencia. La siguen País Vasco (4.142) y Aragón (3.440). Solo Andalucía (1.482) está por debajo de los 1.500. No obstante, como señala Peiró, la comparación entre comunidades no es muy rigurosa porque cada una reporta de una forma con los nuevos protocolos. Cataluña, por ejemplo, ha empezado a usar un sistema para que las farmacias puedan notificar los positivos.

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El número de ingresos en proporción con las infecciones detectadas está siendo mucho más lento que en otras olas. Buena parte de este fenómeno se debe a una población mayoritariamente protegida por las vacunas, a lo que se ha podido sumar una menor virulencia de la ómicron, aunque queda por resolver en qué medida es esto cierto en personas no vacunadas.

No obstante, el crecimiento de casos es tal que la ocupación en los hospitales ya un 20% por encima del nivel máximo de la cuarta y la quinta ola. Estas dos ondas, con muchos menos casos que los actuales (con unos picos de incidencia acumulada de 235 y 700, respectivamente) no causaron grandes trastornos en el sistema sanitario, salvo casos aislados.

El problema ahora es que la ola está en pleno crecimiento y no se sabe hasta dónde llegará. Y que, por baja que sea la proporción de las infecciones que acaben en camas hospitalarias, el número de contagios es tal que las UCI corren el peligro de pasar dificultades. Ya hay hospitales donde las operaciones no urgentes se están postergando y esto puede llegar a generalizarse en las próximas semanas.

Las decenas de miles de casos que se están registrando estas Navidades serán en su inmensa mayoría leves; los pocos que acaben en los hospitales tardarán una media de entre 8 y 10 días en ser ingresados tras el diagnóstico y entre dos y tres semanas a las UCI, si es que requieren estos cuidados. Esto quiere decir que la presión hospitalaria seguirá creciendo muy probablemente durante buena parte del mes de enero.

Según los cálculos de Álex Arenas, lo normal sería alcanzar el pico de esta ola hacia mediados de enero. “La bajada probablemente será rápida, como la subida, pero en los hospitales quedan semanas muy duras”, afirma. El grueso de los contagios provocados por ómicron todavía no se está reflejando en la ocupación hospitalaria, algo que comenzará a suceder entre esta misma semana y la siguiente. “Va a ser una vuelta otra vez a tener muchísima presión hospitalaria, muchos sanitarios van a estar de baja. Con tantos contagios y menos personal, va a ser un problema. Toca apretarse el cinturón este mes de enero”, añade.

Es algo que ya llevan semanas haciendo en los centros de salud. Salvador Tanche, presidente de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SEMFYC), cree que a corto plazo “las expectativas son malas”. “Se espera un incremento de casos a raíz de las comidas y cenas de Navidad y Nochevieja”, augura. A día de hoy ve cuatro servicios desbordados: Atención Primaria, rastreadores, urgencias y los laboratorios de microbiología. “Es necesario, y ya se está haciendo, cambiar la gestión de esta ola, que es mucho más leve que la anterior, pero más transmisible; hace inútil la labor de rastreo, estudio de contactos, diagnósticos. Se necesita gripalizar la gestión de la pandemia: los cuadros leves más aún si están vacunados, autocuidado; los moderados, consulta con su médico de familia y, en aquellos con afectación más grave, acudir al hospital”, sostiene Tranche.

La mortalidad de la ómicron

Uno de los enigmas que quedan por resolver es la mortalidad que causará la ómicron. Con el grueso de los contagios concentrados en las últimas dos semanas, todavía no ha dado tiempo a que el curso de la enfermedad desencadene la muerte de los pacientes más vulnerables. Por los datos de otros países y por la efectividad que se le conoce a las vacunas es seguro que la letalidad de esta nueva variante será menor que la de anteriores. Pero, como sucede con las hospitalizaciones, una cifra muy alta de casos también puede producir numerosos decesos.

Esta es la estadística que acumula mayor retraso. No solo porque es el fin del proceso (tras el contagio, la hospitalización y la UCI, en los casos que lo requiere), sino también porque la burocracia provoca que no se pueda saber con exactitud cuántas personas fallecieron un día hasta semanas después. El Ministerio de Sanidad ha registrado 249 fallecidos con fecha de defunción en la última semana, que a buen seguro serán más cuando las cifras se actualicen.


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