El caso de corrupción que ha estallado en el corazón de la Unión Europea tiene un común denominador geográfico. Una línea de puntos que, si se une, lleva escrito el nombre de Italia. Todo el sistema se construyó en Bruselas. Pero en el epicentro de la trama se encuentran varios italianos sin aparente conexión, más allá de su nacionalidad. En el vértice del sistema, la investigación sitúa a Antonio Panzeri, un político italiano que llevaba 23 años en Bruselas y al que casi nadie recordaba estos días en su país. Un dirigente del Partido Democrático —con afiliación al Partido Comunista y a los movimientos sindicales— que pasó recientemente a Articolo 1, una formación nacida de una de tantas escisiones de la izquierda y que reivindicaba una mayor pureza ideológica. Panzeri habría abierto el canal con Qatar para la presunta corrupción. Pero también, según apuntan los primeros documentos judiciales filtrados por la prensa italiana, tendría conexiones con Marruecos.
La investigación también apunta a su exasistente Francesco Giorgi (35 años), pareja de la vicepresidenta del Parlamento destituida por el escándalo, la griega Eva Kaili, y actual asistente del eurodiputado italiano Andrea Cozzolino (también del Partido Democrático). Este último se ha autosuspendido del cargo. Además, fue arrestado —y más tarde puesto en libertad— Luca Visentini, también italiano y secretario general de la Confederación Sindical Internacional.
Panzeri fue elegido europarlamentario en 2004 con 105.000 votos, cuando la izquierda se agrupaba bajo las siglas del Olivo de Romano Prodi. Se dedicó los primeros cinco años de mandato a conocer bien las instituciones: vicepresidente de la comisión de Trabajo y Asuntos sociales, miembro suplente de la comisión para el Mercado interior y la protección de los consumidores o miembro de la delegación para las relaciones con EE UU y Japón. Pero fue tras su reelección en 2009 cuando entró en la comisión de Exteriores y comenzó a liderar las relaciones con los países del Magreb, lo que presuntamente le habría aportado contactos que ha utilizado para financiar su ONG, llamada Fight impunity (Combate la impunidad).
Las escuchas realizadas por la Fiscalía de Milán y los documentos filtrados a la prensa italiana, de hecho, apuntan ahora a una conexión marroquí de la trama. La orden de detención de la hija y la esposa del supuesto cabecilla, donde constan las transcripciones, implica a ambas familiares —sobre las que pesa una orden de extradición de la Fiscalía belga— y apuntan a una persona a la que en las conversaciones interceptadas llaman “Le Géant [el gigante]” como presunto titular de la tarjeta que usaba la familia para gastos personales. Una pista que haría pensar que no solo se benefició de los posibles sobornos procedentes de Qatar, sino también de sus vínculos con el Magreb.
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La hija y la esposa de Panzeri —en las conversaciones se escuchaba también a su familia hablando de sus vacaciones y de cómo no debían gastarse 100.000 euros como el año anterior—, deberán demostrar la semana que viene en un tribunal de Brescia la legitimidad de la procedencia de los 17.000 euros en efectivo encontrados en su casa para evitar la extradición solicitada. Según los magistrados, no solo eran conscientes de la corrupción, sino que “participaban en el transporte de los regalos” que, presuntamente, habría recibido a través del marroquí Abderrahim Atmoun, embajador de Rabat en Polonia.
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Panzeri, nacido en 1955 en Riviera d’Adda, en la provincia de Bérgamo (Lombardía), fue desde los años noventa un dirigente local de la izquierda milanesa. En aquel periodo —de 1995 a 2003— fue secretario de la Cámara de Trabajo, una especie de agrupación de asociaciones de trabajadores bajo paraguas sindical. Eran años duros en los que los sindicatos tuvieron que gestionar el malestar social por la desindustrialización del área metropolitana milanesa (precisamente, parte de ese territorio fue comprado por inversiones qataríes para realizar una nueva urbanización). Panzeri se convirtió en europarlamentario por el Partido Democrático en 2005. Mantuvo ese cargo hasta 2019, y durante todo ese tiempo conservó fuertes vínculos con el territorio lombardo, especialmente con el hinterland milanés y con sus sucesores en la Cámara de Trabajo.
Panzeri encadenó tres legislaturas consecutivas en el Parlamento Europeo. Llegó incluso a presidir la subcomisión de derechos humanos hasta que fundó su ONG en 2019 y se dedicó a ella por completo. La organización tiene en su consejo honorífico a figuras de la política italiana tan relevantes como Emma Bonino, exministra de Asuntos Exteriores de Italia, o Federica Mogherini, ex alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores. Ninguno de esos miembros honoríficos tenía funciones ejecutivas o de gestión.
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