Tras varios días de largas discusiones sobre la presumible crisis humanitaria y migratoria que se abre en Afganistán, finalmente la Unión Europea ha logrado un acuerdo de mínimos, vago, poco concreto y muy centrado en dejar el problema lo más lejos posible de las fronteras europeas. Los Estados miembro han firmado una declaración que busca “evitar que se repitan los movimientos migratorios ilegales incontrolados a gran escala” que ya se vivieron durante la crisis de refugiados de 2015, a través de “una respuesta coordinada y ordenada”. El texto pide que se eviten “los incentivos a la migración ilegal” y reclama que se refuerce el apoyo “a los países vecinos de Afganistán para garantizar que quienes lo necesiten reciban una protección adecuada principalmente en la región”.
El relativo éxito, en cualquier caso, ha sido el hecho de que los veintisiete ministros de Justicia e Interior de la UE, reunidos en Bruselas en un Consejo extraordinario, hayan logrado pactar una declaración conjunta, “algo poco habitual en cuestiones de migración”, según una bregada fuente diplomática al tanto de las negociaciones. Los nueve párrafos definitivos han sido fijados tras una reunión presencial que se ha prolongado durante cinco horas y estos mantienen la dureza de los borradores adelantados estos días por EL PAÍS.
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La declaración final no fija cuotas de reasentamiento de refugiados ni da cifras concretas sobre la cantidad de ayuda humanitaria que podría desembolsarse y fluir hacia la región. La cuestión del número de personas susceptibles de ser acogidas se tratará en un foro de alto nivel convocado para septiembre, anunciado por la comisaria de Interior, Ylva Johansson, en una comparecencia posterior a la cumbre. Serán las capitales quienes tendrán que valorar cuántas personas son capaces de albergar, y el número será finalmente discutido en este encuentro. El texto acordado solo habla de ofrecer “reasentamiento sobre una base voluntaria, priorizando a las personas vulnerables, como las mujeres y los niños”.
Frente al bloque más duro de la UE, capitaneado por Austria, Polonia y los países de Visegrado, dispuestos a echar el cerrojo fronterizo sin contemplaciones, Johansson ha asegurado que otros Gobiernos han alzado la voz para incrementar los esfuerzos dedicados al reasentamiento. La comisaria ha explicado, en cualquier caso, que ahora mismo a la UE le conviene trabajar en la región y no esperar “hasta que [los migrantes] vengan a las fronteras”. “La mejor forma de prevenir una crisis migratoria, es prevenir una crisis humanitaria”, ha aseverado.
“Deberían quedarse en su región”
Johansson ha celebrado el hecho de que se haya alcanzado, al menos, un acuerdo. Y ha recordado que muchos ministros han exigido también poner de nuevo en marcha la maquinaria para aprobar el nuevo pacto de migración y asilo, lanzado por la Comisión hace ya un año, pero atascado hasta la fecha por la imposibilidad de poner de acuerdo a los países de primera línea receptores de migrantes, como España o Grecia, y a las facciones más duras que pretenden blindar la UE.
La dureza de la declaración se podía palpar ya antes de la cita en Bruselas, cuando los ministros de Interior de Austria, Dinamarca y República Checa han comparecido al unísono y han loado la contundencia del texto. “Lo importante es enviar el mensaje correcto a la región. Quedaos allí”, ha dicho Karl Nehammer, ministro del Interior Austríaco. “No debemos enviar mensajes erróneos que quizá creen esperanzas que no estamos dispuestos a cumplir”, ha añadido Jan Hamacek, su homólogo checo. “El borrador es muy claro: la gente no debería venir a Europa. Deberían quedarse en su región”, ha remachado el danés, Mattias Tesfaye.
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