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La UE desembarca en Pekín para comprobar las intenciones de China sobre la guerra en Ucrania

EL PAÍS

China, que busca impulsar su papel de mediador internacional, corteja a la Unión Europea para implicarla en su plan de paz para la guerra de Rusia en Ucrania. Y la UE, pese a que considera que la propuesta está sesgada hacia las posiciones del Kremlin, no quiere descartar a Pekín y asume que conviene explorar la posibilidad de que Xi Jinping use su influencia con Vladímir Putin. Con este escenario de fondo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, desembarcará en China, junto al presidente francés, Emmanuel Macron, a principios de abril para comprobar las intenciones de Pekín tras la simbólica visita de Xi a Putin. Antes, la próxima semana, será el presidente español, Pedro Sánchez, quien viaje a China. El alto representante para Política Exterior y Defensa, Josep Borrell, irá un poco después.

La idea es representar en Pekín una “voz europea unida”, ha explicado Macron este viernes en Bruselas. Sin embargo, el carrusel de visitas —que llevarán el mensaje de que hay que escuchar a Ucrania, el país agredido— es por goteo.

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Las relaciones con China son desde hace tiempo un elemento divisivo en el seno de la Unión. Tras la guerra de Rusia en Ucrania y con la cercanía entre Moscú y Pekín, China (que no ha condenado la invasión) se ha convertido en un punto de tensión. No hay una postura de consenso, así que Bruselas opta por conocer la situación de primera mano en un momento crucial, ya que se prevé una cumbre UE-China para mediados de este año.

Sobre la mesa está también una realidad: con la guerra del Kremlin, Europa ha ahondado su dependencia en cuestiones de defensa de Estados Unidos, que vive una nueva guerra fría con China. Y otra: que el gigante asiático se ha comido un enorme espacio del mercado europeo y que se ha convertido en el principal proveedor de tecnología y materiales cruciales, algo que la Unión trata ahora de reconducir a golpe de regulación.

La línea roja del envío de armas

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Para la UE es fundamental que China no cruce la línea roja con el envío de armas a Moscú. Estados Unidos ha advertido de que puede estar a un paso de hacerlo. Las visitas europeas a Pekín también buscan que ese paso no se llegue a producir. Las posturas en el club comunitario no son fijas, pero hasta ahora, Von der Leyen ha representado un ala algo más dura y más cercana a las posiciones de Washington. Países Bajos, Francia y Luxemburgo son más partidarios de abrirse, aunque con cautelas. Similar corriente mantiene el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, que viajó a China a finales del año pasado, y que ha tratado de empujar en las últimas semanas para reabrir el acuerdo de inversión China-UE, congelado por el Parlamento Europeo en 2021.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en la cumbre de la UE, este viernes en Bruselas.OLIVIER MATTHYS (AFP)

El canciller alemán, Olaf Scholz, que también terminó el año con un viaje a China, ha sido miembro tradicional de ese grupo más blando, pero no quiere chocar con el presidente de EE UU, Joe Biden. Como el pragmático primer ministro holandés, Mark Rutte, que destaca que tras analizar la propuesta china el siguiente paso natural es aguardar a la llamada prevista entre Xi y el presidente ucranio, Volodímir Zelenski. Ucrania ha sido bastante reservada sobre el plan —la única propuesta presentada por un tercer actor— de Pekín, su primer socio comercial desde 2019. Otros líderes como Luiz Inácio Lula de Silva también planean viajar a China: el presidente brasileño lo hará este domingo, después de aplazar la visita tras serle diagnosticada una neumonía leve.

Países como Letonia, Lituania o Suecia remarcan que no hay que perder de vista el vínculo entre Xi y Putin, que China no es un interlocutor neutral y que tiene sus propios intereses en el tablero geopolítico que rodea la invasión del Kremlin. No solo estratégicos, también económicos. China, con una economía 10 veces más grande que la rusa, es el primer socio comercial de Moscú y se está beneficiando de petróleo y recursos a precios cada vez más ventajosos. Ambos países planean aumentar su cooperación comercial un 30% hasta superar los 200.000 millones de dólares (unos 186.000 millones de euros) y proyectan una mayor cooperación energética en una década. Mientras, el yuan ha superado ya al dólar como la moneda más negociada en la Bolsa de Moscú.

Además, con las sanciones occidentales, Moscú se ha vuelto aún más dependiente en elementos como la importación de artículos electrónicos. Todo esto ocurre mientras la cercanía ideológica contra Occidente entre ambas autocracias es grande y planean un orden mundial que encaje más con sus agendas. “China no está asumiendo el papel de un intermediario [sino] moviéndose abiertamente del lado de Rusia. Esto es una dificultad para todos nosotros”, ha dicho estos días en la cumbre de líderes de los Veintisiete en Bruselas el primer ministro de Letonia, Krisjanis Karins.

Con esos mimbres se recibe la propuesta china para Ucrania: un plan de 12 puntos que no es realmente un plan de paz, porque no hace diferencia entre agresor y agredido, incide Borrell en una conversación con un grupo de periodistas, ente ellos en Bruselas. “Putin habló de solución pacífica y del plan chino y al mismo tiempo seguía bombardeando. Creo que China debe usar su influencia para hacer entender a Rusia que esa no es la forma. Y esperemos que lo haga, debemos impulsar que lo haga”, apunta el jefe de la diplomacia europea. Borrell destaca que Pekín, por un lado, está ahondando su “amistad” con Rusia —”una amistad que parece tener ciertas limitaciones”, señala—, pero por el otro no se está involucrando con apoyo militar. “[China] puede ser un facilitador más que un mediador”, concluye el jefe de la diplomacia europea.

El plan chino pide un alto el fuego, el fin de las sanciones a Rusia y el respeto a la integridad territorial. Este último es el único punto “salvable” no escorado hacia Moscú de la propuesta, apuntan fuentes diplomáticas europeas. Putin, tras sus reuniones con Xi, ha dicho que la propuesta puede servir de base para lanzar la senda diplomática. Pero mientras la “integridad territorial” implica en Ucrania y Occidente el reconocimiento de las fronteras internacionalmente reconocidas y que Moscú se retire de Crimea y el resto de regiones ucranias ocupadas, el Kremlin observa ese apartado con sus propios anteojos, el de los referendos que organizó para anexionarse esos territorios: consultas realizadas en zonas ocupadas, con militares sobre el terreno y no reconocidas internacionalmente.

La UE parece volver con China a una situación similar a la que experimentó con Rusia antes de la invasión a gran escala de Ucrania, cuando Estados Unidos advertía de que la situación se estaba deteriorando y que todo podría estallar. Entonces, la Unión optó en un primer momento también por acudir a dialogar con la fuente, Rusia. El paralelismo está ahí, pero eso no implica que el desenlace sea el mismo.

A la vez, China está cortejando a la Unión Europea con una ofensiva de encanto diplomática. De momento, ya ha suavizado su retórica y está poniendo como ejemplo su papel de mediador para el restablecimiento de las relaciones entre Irán y Arabia Saudí. Este jueves, el asesor diplomático de Macron, Emmanuel Bonne, habló con el alto diplomático chino Wang Yi. “China espera que Francia y otros países europeos desempeñen un papel en la búsqueda de una resolución política”, dijo Wang, que añadió que esas conversaciones de paz y la solución política a la “crisis” debe convertirse en el consenso estratégico entre China y Europa.

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