Desde la izquierda: los vicepresidentes de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis y Josep Borrell; en el medio, la ministra de Asuntos Exteriores chilena, Antonia Urrejola, este viernes en Bruselas.STEPHANIE LECOCQ (EFE)
La Comisión Europea ha dado este viernes un paso significativo en su estrategia de acercamiento a América Latina. El club comunitario ha llegado a un acuerdo para modernizar y ampliar el acuerdo comercial con Chile. El pacto abre la puerta a que casi el 100% de las exportaciones europeas lleguen al país sudamericano libres de aranceles y también dará a la UE un mayor acceso a materias primas clave en la transición ecológica y digital (litio, cobre) de las que Chile es un gran productor. Detrás de este acuerdo, hay un movimiento de calado político y geoestratégico en plena invasión de Ucrania, una guerra en la que Europa se ha dado cuenta de que el relato ruso encontraba en ocasiones terreno abonado en la región latinoamericana, donde tanto Rusia como China han ganado peso político y económico en los últimos años.
Para el alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, siempre ha sido una prioridad fortalecer las relaciones con Latinoamérica. De ahí que este viernes, durante la presentación del acuerdo, que ha estado negociándose durante cinco años, mostrara su alegría y señalara que el pacto alcanzado “trasciende el ámbito comercial”. “No solo es eso”, ha añadido, en referencia a que el texto final, que todavía no se conoce, tiene capítulos sobre igualdad de género, respeto por el medioambiente o, incluso, la posibilidad de una ruptura unilateral del mismo si se quebraran “los principios democráticos”.
El veterano político español ha señalado que es simbólico que sea Chile el primer país con el que se cierra el Acuerdo Marco Avanzado, nombre oficial de esta actualización de los pactos comerciales, porque fue este país el primer latinoamericano en tener un acuerdo comercial con la UE hace 20 años. “El año que viene tiene que ser el año de Latinoamérica para la UE”, ha pedido. En la agenda de Bruselas está pendiente la modernización del acuerdo con México y que se complete con una declaración el alcanzado con Mercosur —el acuerdo comercial de más envergadura de la UE—, bloqueado por Francia, que exige un compromiso de Brasil contra la deforestación.
“Chile es uno de los mayores proveedores de litio del mundo, casi el 40% del suministro mundial, el 80% de las importaciones europeas”, ha destacado el vicepresidente económico, Valdis Dombrovskis, en un encuentro con varios medios europeos, entre ellos . “Esto es muy importante para la movilidad eléctrica y para los objetivos europeos [medioambientales], y está claro que lo necesitamos para el Pacto Verde […] y reducir dependencias. Por ejemplo, dependemos del gas ruso”, ha señalado el también comisario de Comercio. La UE precisa igualmente de materias primas procedentes de China como tierras raras.
Este movimiento, en el fondo, busca hacer de la necesidad virtud. En documentos internos de las instituciones comunitarias, se reconoce que países como Rusia y, sobre todo, China han ganado mucho terreno e influencia en la región. Incluso se admite que en muchos países de la zona hay cierta sensación de repliegue europeo. De ahí que para el año que viene se prepare una ofensiva comercial y diplomática en la que el paso dado este viernes tiene mucho hito inicial. La continuación, en teoría, pasa por las negociaciones con Mercosur y México. Y, también cabe incluir como un elemento importante de esta estrategia la presidencia española de la UE, en la segunda mitad de 2023: España ya ha anunciado su intención de organizar una cumbre entre la UE y Latinoamérica en ese semestre.
Los últimos compases del acuerdo entre Chile y la UE se han demorado, entre otras cosas, por las prioridades del propio Gobierno de Gabriel Boric, que había pedido “informalmente” esperar a que se celebrara el plebiscito constitucional del pasado 4 de septiembre, según explica , Quentin Weiler, alto cargo europeo en la representación de la UE en el país del Pacífico. “Ahora comienza un proceso burocrático de verificaciones legales del texto y de traducción del texto que tardará de seis a nueve meses para que se pueda firmar”, añade. La previsión que manejan en Bruselas es que podría suscribirse en otoño de 2023.
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Para evitar los problemas que se han encontrado otros tratados, como el de Centroamérica, este acuerdo tiene dos partes: una provisional que entrará en vigor una vez haya sido ratificado por Chile y por las instituciones comunitarias (Parlamento y Consejo de la UE) y otra definitiva que funcionará cuando cuente con el visto bueno de los parlamentos de todos los Estados miembros de la UE. No es la primera vez que un acuerdo de este estilo encuentra problemas de ratificación porque un parlamento nacional o incluso uno regional lo rechaza. Sucedió, por ejemplo, con la asamblea regional de Valonia (Bélgica) cuando vetó el CETA, el tratado comercial que finalmente se suscribió con Canadá en 2016.
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