La Unión Europea se mueve para impulsar un acuerdo de paz entre Armenia y Azerbaiyán. Con la ausencia de Rusia —muy ocupada en su guerra en Ucrania—, la Unión avanza en su papel de mediador en una zona en la que Moscú ha pujado por mantener su influencia. Ahora, tras el nuevo calentamiento del conflicto en torno al enclave de Nagorno Karabaj, que ya dura décadas, y una escalada en las últimas semanas en la que han muerto unas 300 personas, la UE enviará una misión civil a la frontera de Armenia con Azerbaiyán para “generar confianza” y contribuir al trabajo futuro de las comisiones fronterizas de demarcación y seguridad formadas hace meses por ambos países con la intermediación de la Unión. La misión civil durará dos meses.
El acuerdo, que llega después de los ataques hace unas semanas de Azerbaiyán a territorio internacionalmente reconocido como Armenia, es parte del compromiso de Bakú y Ereván con el Consejo Europeo tras una reunión para rebajar tensión entre los líderes de ambos países, Ilham Aliyev y Nikol Pashinián, respectivamente, con el presidente del Consejo, Charles Michel, y el francés Emmanuel Macron en los márgenes de la cumbre de la nueva Comunidad Política Europea que echó a andar este jueves en Praga.
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“Armenia y Azerbaiyán confirmaron su compromiso con la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración de Alma Ata de 1991, mediante la cual ambos reconocen la integridad territorial y la soberanía del otro”, dice la declaración de los cuatro, difundida este viernes por el Consejo. Bakú y Ereván confirmaron, dice el texto, que esta sería una base para el trabajo de las comisiones de delimitación fronteriza, que deben reunirse en octubre en Bruselas. La misión se situará en la parte armenia, y Azerbaiyán acordó “cooperar”, según el Consejo Europeo.
La semana pasada, Bruselas reclamó a Azerbaiyán una investigación a fondo de supuestos crímenes de guerra, después de la difusión en las redes sociales de vídeos que muestran el asesinato de prisioneros de guerra armenios por personas vestidas con el uniforme de Azerbaiyán durante la reciente escalada. Esta ha bajado de tensión ahora tras un nuevo acuerdo de alto el fuego con la mediación de Estados Unidos.
Ambos países han vivido una nueva escalada de hostilidades este verano, las peores desde la guerra de Nagorno Karabaj de 2020, que duró 44 días en torno al enclave reconocido internacionalmente como territorio de Azerbaiyán, pero poblado por personas armenias que lo habían controlado por completo desde la guerra de la década de 1990. La escalada bélica de 2020 se enfrió con un acuerdo de cese de hostilidades firmado entre Bakú, Ereván y Moscú, definido como “muy doloroso” por Armenia y que consolidó el control de Azerbaiyán de parte del enclave. El acuerdo, que dispone el despliegue de unos 2.000 soldados rusos como “fuerza de paz” —el de Nagorno Karabaj era el único de los conflictos legados de la antigua URSS en el que el Kremlin no había desplegado militares—, aumentó enormemente la dependencia de Armenia de Rusia, mientras Azerbaiyán recibió el sólido apoyo de Turquía.
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Ahora, Armenia se ha sentido dejada de lado y profundamente decepcionada con Moscú tras pedir ayuda a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) —una alianza militar euroasiática que lidera Rusia y de la que forman parte también Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán— tras la escalada de mediados de septiembre y recibir una respuesta negativa.
La UE, que se mantuvo ausente en la mediación en la guerra de 2020, ha dado un paso al frente desde entonces y ha ganado influencia en la zona del Cáucaso sur; también lo ha hecho Turquía. La Unión Europea busca estabilidad en la región, y más ahora que la guerra de Rusia en Ucrania ha hecho estallar la arquitectura de seguridad europea que había imperado desde la II Guerra Mundial. A la vez, Bruselas se está moviendo para garantizarse los suministros energéticos de Azerbaiyán mientras se desengancha del gas ruso.
Fuentes comunitarias apuntan que el acuerdo para enviar una misión civil a las fronteras armenias contribuirá a rebajar la tensión y es un primer paso de compromiso para un acuerdo de paz entre Bakú y Ereván. El próximo punto sería acordar el desbloqueo de las comunicaciones regionales. Algo a lo que, según ha dicho este viernes el primer ministro armenio, Nikol Pashinián, Bakú aún se opone. Mientras, Ilham Aliyev, presidente de Azerbaiyán, ha asegurado que las reuniones con su homólogo armenio y representantes de la UE están “acercando” la paz.
Turquía y Armenia avanzan en las conversaciones para la reapertura de la frontera
Andrés Mourenza
Uno de los principales problemas para la supervivencia económica de Armenia es que la mayor parte de sus fronteras permanecen cerradas: al este, por el permanente estado de conflicto entre Armenia y Azerbaiyán; y al oeste, debido a que Turquía la cerró en 1993 en solidaridad con los azebaiyanos, con quienes los turcos comparten importantes lazos lingüísticos y culturales. Pero a medida que las negociaciones avanzan entre Ereván y Bakú, también lo están haciendo con Ankara.
En enero, los representantes especiales designados por Turquía y Armenia se reunieron en Moscú para sentar las bases de la negociación, lo que llevó a la reanudación de los vuelos entre la principal ciudad turca, Estambul, y Ereván. Este jueves, en el marco de la primera reunión de la Comunidad Política Europea, además de conversaciones a tres bandas entre el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, su homólogo azerbaiyano, Aliyev, y el primer ministro armenio, Pashinián, tuvo lugar una reunión entre una nutrida delegación de representantes armenios y turcos, la de más alto nivel desde 2009, cuando otro intento de acercamiento fracasó por las presiones de Azerbaiyán a Turquía.
“Nuestros representantes especiales siguen trabajando. Además, hay grupos de trabajo en los respectivos ministerios de Exteriores, que nos presentarán sus conclusiones […]. Queremos descongelar cuanto antes las relaciones entre Armenia, Turquía y Azerbaiyán y solucionar de una vez este tema”, afirmó Erdogan en Praga. Turquía tiene un obvio interés económico en la reapertura de la frontera, algo que podría insuflar actividad en las pobres provincias del noreste de Anatolia, así como lograr un trato preferencial en el corredor de Zangezur, que se planea entre Azerbaiyán y su exclave de Najicheván a través de territorio armenio y que aportaría a Turquía un acceso más rápido de sus mercancías a Azerbaiyán y Asia Central.
En Armenia, aunque esté muy necesitada de aliviar el bloqueo económico que sufre, esta negociación levanta ampollas entre ciertos sectores de la población, por la negativa de Turquía a reconocer como un genocidio la matanza de armenios durante la I Guerra Mundial y por la cesión de soberanía que podría suponer el establecimiento del corredor azerbaiyano a través de su territorio.
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