La ceremonia de investidura de Aleksandr Lukashenko como presidente de Bielorrusia se ha celebrado este miércoles sin aviso previo. Las televisiones del país, que por ley deben transmitir la toma de posesión presidencial, ni se enteraron y continuaron con su programación habitual. Para la población también fue una sorpresa la investidura secreta de Lukashenko, que lleva 26 años en el poder y que, según los datos oficiales, cuestionados tanto por la oposición como por la Unión Europea, venció en las elecciones celebradas a comienzos de agosto con el 80,1% de los votos.
El juramento ha sido en bielorruso, aunque el mandatario normalmente utiliza el ruso, como la mayoría de sus compatriotas. En su discurso, ha dicho sentirse orgulloso de una victoria que ha definido como “convincente y crucial”.
Los líderes de la oposición han rechazado la legitimidad de la ceremonia y la líder opositora Svetlana Tijanóvskaya ha calificado de farsa la investidura. “Lukashenko se ha jubilado”, ha declarado Tijanóvskaya, que ha recalcado que fue ella quien ganó los comicios y, por tanto, solo ella es la líder legítima del país, lo que significa que las órdenes del presidente no deben cumplirse.
Pável Latushko, exministro de Cultura y miembro de la dirección del Consejo Coordinador que busca el traspaso pacífico del poder, ha asegurado que nunca aceptarán el fraude en los comicios y ha reiterado la exigencia de nuevas elecciones. “Hoy hemos sido testigos de una situación sin precedentes” en la que Lukashenko tuvo que planear “una operación especial para su autoinvestidura”, ha enfatizado. Desde el anuncio de los resultados oficiales, decenas de miles de bielorrusos se han manifestado para exigir otras elecciones.
Una oleada de manifestaciones se han sucedido en este país de 9,4 millones de habitantes, que han sido duramente reprimidas por el régimen. Los miembros del consejo de coordinación de la oposición están encarcelados o se han tenido que exiliar, con excepción de la Nobel de Literatura Svetlana Alexiévich. Bielorrusia es el principal aliado estratégico de Rusia en Occidente y esta crisis ha generado mucha inestabilidad en una zona fronteriza con la UE y los aliados de la OTAN.
El pasado 14 de septiembre, Lukashenko, duramente criticado por la comunidad internacional, se reunió en la ciudad rusa de Sochi con Vladímir Putin en busca de su único apoyo. Hoy más que nunca, el líder necesita la ayuda del Kremlin. “Los amigos se reconocen en la desgracia”, afirmó el bielorruso en esa reunión. Esa amistad se ha plasmado de entrada en un crédito gubernamental ruso de 1.500 millones de dólares (1.260 millones de euros) para Bielorrusia “en este difícil momento”, según recalcó Putin. Pero la oposición insiste en volver a las calles para “exigir nuevas elecciones”, como ha declarado este miércoles Pavel Latushko. Otra de las caras más visibles de la revolución bielorrusa y su rival en las urnas, Svetlana Tijanóvskaya, tachó de “farsa” la investidura. “En realidad, Lukashenko hoy se ha jubilado”, ha declarado desde el exilio.
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