La Unión Europea teme que el fulgurante avance de los talibanes desestabilice Afganistán y salpique a toda la región, desde Líbano hasta Pakistán. Bruselas ve un riesgo cada vez mayor de que la escalada de violencia tras la salida de las fuerzas occidentales provoque una grave crisis humanitaria similar a la de Siria y un éxodo masivo que podría llegar hasta al Viejo Continente. La UE está redoblando los esfuerzos diplomáticos para que lleguen a buen puerto las negociaciones en Qatar entre el Gobierno afgano y los insurgentes para un acuerdo de paz. Pero por si acaso, desde la Comisión Europea se pide que se refuerce el apoyo a los países vecinos, en particular a Irán y Pakistán, para que puedan absorber la potencial salida de la población desplazada por el conflicto.
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Los choques armados entre las fuerzas del Estado afgano y los rebeldes talibanes ya han provocado el desplazamiento interno de más de 400.000 personas y las previsiones apuntan a que al menos otro medio millón de personas emprenderá la huida. “Este escenario va a tener un impacto en los flujos migratorios y en la estabilidad de toda la zona”, apunta una alta funcionaria de la Comisión Europea. El organismo comunitario ya está maniobrando a nivel internacional para intentar neutralizar la crisis porque, según un alto funcionario europeo, la UE no quiere “ver un flujo de migración masiva” hacia el exterior del país.
En 2020, un total de 44.100 afganos pidieron asilo en la UE, la cifra más alta, solo por detrás de los sirios. El 35% de las solicitudes se registraron en Alemania. Fuentes de la Comisión aseguran que la evolución de las cifras este año era a la baja, con solo 4.000 llegadas desde enero. Pero la violencia desatada en las últimas semanas puede acelerar las salidas, primero hacia los países vecinos y, después, hasta Europa.
El Gobierno de Kabul, de momento, ya ha comunicado a los países de la UE que, dada la situación de violencia en el país, suspende al menos durante tres meses la repatriación de afganos que lleguen de manera irregular. En 2020, antes de la ofensiva talibán, los afganos ya eran el segundo contingente más numeroso de peticionarios de asilo en la UE, solo superados por los refugiados de Siria.
Fuentes comunitarias han indicado este martes que Alemania, principal destino de los afganos que han salido del país, y Austria, ya han cancelado las operaciones de retorno forzoso de quienes no logran ser reconocidos como refugiados. “Y en la situación actual es probable que, por ahora, ya no haya más operaciones de retorno forzado desde la UE”, reconocen fuentes de la Comisión Europea.
Las mismas fuentes señalan que los países de la Unión también han intensificado la acogida del personal afgano que durante casi dos décadas prestó servicios a las fuerzas internacionales o a las misiones diplomáticas y humanitarias. Alemania ya ha acogido a unas 1.700 personas, según el Ministerio de Defensa alemán. Y Bruselas cifra en más de 5.000 las personas susceptibles de reasentamiento por sus vínculos con la comunidad internacional o cuya vida correría especialmente peligro en la situación actual.
Bruselas cree que por ahora no hay un riesgo inmediato de llegadas masivas de refugiados a suelo europeo. Pero la Comisión teme que la presión se intensifique sobre los países vecinos, cuya capacidad de absorción ya está bastante consumida. Fuentes de la Comisión señalan que en Pakistán hay 3,5 millones de refugiados afganos y en Irán, otros tres millones.
Teherán mantiene abiertas las fronteras con Afganistán, lo que en principio evitaría una catástrofe humanitaria en ese flanco del país. Pero Pakistán, según fuentes comunitarias, “ya ha fortificado su frontera y solo permite el paso por los puestos fronterizos mediante presentación de un pasaporte afgano y de un visado paquistaní”.
ACNUR, la agencia de refugiados de la ONU, señalaba este lunes que “este año no se han observado desplazamientos transfronterizos a gran escala desde Afganistán”. Pero advertía de que “cualquier flujo significativo requeriría claramente que la comunidad internacional actuase de manera inmediata para apoyar tanto a Afganistán como a sus países vecinos, con espíritu de responsabilidad y de compartir la carga”.
La situación recuerda inquietantemente al estallido del conflicto en Siria hace 10 años, que acabó provocando la salida del país de más de cinco millones de personas hacia los países vecinos y la llegada a Europa de más de un millón de refugiados. La gestión de ese éxodo desencadenó una profunda crisis política en el seno de la UE, todavía no resuelta, puso contra las cuerdas al Gobierno de Angela Merkel por haber mantenido abiertas las fronteras y se zanjó con un acuerdo con Turquía para que mantuviese en su territorio a los refugiados sirios a cambio de 3.000 millones de euros.
En Afganistán, el repentino deterioro de la situación ha confirmado los peores pronósticos de los aliados europeos de la OTAN, que temían una escalada de violencia tras la salida del país de las fuerzas internacionales como consecuencia de la retirada de EE UU. “Ha sido el regalo envenenado que dejó Donald Trump y del que Joe Biden no ha podido desmarcarse”, apunta una fuente aliada en alusión al acuerdo alcanzado en febrero de 2020 por el anterior presidente estadounidense con los talibanes.
Aquel pacto preveía la retirada antes del 1 de mayo de 2021 de las tropas estadounidenses, lo que implicaba la salida del resto de fuerzas de la OTAN, a cambio de un período de tregua hasta que un proceso electoral, con participación de los talibanes, reflejase la voluntad política del pueblo afgano. La llegada de Biden a la Casa Blanca en enero de este año permitió aplazar la salida hasta el 31 de agosto, pero no revocarla.
“Es evidente que los talibanes no están cumpliendo su parte del trato”, lamenta un alto funcionario de la Comisión Europea a la vista de una sangrienta ofensiva que amenaza la supervivencia del Gobierno afgano y la estabilidad de toda la región. La misma fuente calcula que “los talibanes están tomando posiciones para hacerse fuertes de cara a una negociación sobre el futuro del país”. Pero asegura que son conscientes de que necesitan a la comunidad internacional y, en particular, a la Unión Europea, si quieren llegar a gobernar de manera estable.
El organismo comunitario y su departamento de política exterior, dirigido por Josep Borrell, ha redoblado los contactos diplomáticos tanto en Afganistán como en los países con intereses en la zona (como Rusia, China o Turquía) para intentar evitar que el choque armado se enquiste y degenere en un conflicto interminable. Bruselas está convencida de que a todas las partes les interesa estabilizar Afganistán y espera que la comunidad internacional presione para que las conversaciones en Qatar lleguen a un acuerdo de paz que abra la vía a una resolución negociada de la crisis. “No queremos que la situación en Afganistán degenere en caos y guerra civil permanente”, señala un alto funcionario de la Comisión.
Bruselas asegura disponer de palancas de presión para defender sus líneas rojas, que pasarían por exigir el respeto a los derechos humanos, defender los de las minorías y de las mujeres afganas, y garantizar la libertad de expresión. Fuentes comunitarias recuerdan que la UE es una de las principales fuentes de ayuda humanitaria y al desarrollo que recibe Afganistán, imprescindible para la viabilidad económica del país.
Desde 2001, la UE y sus Estados miembro han inyectado en el país 17.200 millones de euros en ayuda al desarrollo. Las ayudas para paliar los efectos de la epidemia de covid-19 ascienden 260 millones de euros. Y en la última conferencia de donantes internacionales, celebrada en noviembre de 2020, el 52% de los 1.200 millones de euros prometidos correspondía a los socios europeos.
La diplomacia comunitaria cree, además, que los talibanes necesitarán granjearse el reconocimiento internacional y para ello será imprescindible que su llegada al poder no sea por la fuerza de las armas y con la imposición del fundamentalismo que marcó su anterior dominio de buena parte de Afganistán. Fuentes comunitarias recuerdan que en 2001, antes de la intervención militar de EE UU que derrocó al régimen talibán por su presunta complicidad con los atentados del 11-S, solo tres países del mundo mantenían relaciones diplomáticas con Kabul: Emiratos Árabes Unidos, Pakistán y Arabia Saudí. Esas fuentes aseguran que los talibanes no quieren volver a ser unos parias internacionales: “Nos han dado señales de que nos necesitan”.
Una crisis con Lukashenko al acecho
La posible crisis migratoria a partir de Afganistán sorprendería a la UE en un momento delicado, sin un acuerdo sobre su futura política de asilo y migración y con algunos países vecinos dispuestos a utilizar la migración irregular como arma de presión contra el club comunitario.
El caso más reciente es el del presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, que ha llegado a organizar una especie de puente aéreo desde Irak para trasladar a iraquíes y afganos hasta la frontera de Bielorrusia con Lituania, país miembro de la UE y de la zona Schengen. Según la Comisión Europea, desde primeros de año ya han entrado de manera irregular en suelo lituano más de 4.000 personas procedentes de terceros países desde Bielorrusia. En 2020, las llegadas irregulares a Lituania no llegaban a un centenar.
Las gestiones de Josep Borrell con el Gobierno iraquí han logrado la suspensión de la mayoría de los vuelos procedentes de Bagdad con destino a Minsk, la capital bielorrusa, según el departamento del Alto Representante de Política Exterior de la UE. Pero esta misma semana Bielorrusia ha repetido la presión migratoria contra Polonia y Letonia, lo que indica que Lukashenko mantiene su estrategia de “importar” aspirantes a refugiados para llevarlos hasta las fronteras europeas de los tres países colindantes con Bielorrusia. Una salida masiva de afganos brindaría al autócrata bielorruso la posibilidad de explotar la desesperación de millones de personas en busca de un lugar seguro.
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