La última vez


La Romareda, junio de 1987, permanece en el imaginario colectivo de la afición de la Real como el último gran escenario de gloria. Más de 25.000 almas conformaron un inolvidable mosaico txuri urdin en el que se mezclaron las lágrimas de alegría con el sudor de aquella tórrida noche de verano en la que la Real volvió a ser campeona.



La última vez, sin embargo, fue heladora. El lunes se cumplen 32 años de la última final de Copa jugada por la Real, en el Bernabéu contra el Barcelona. Si el éxodo a Zaragoza un año antes fue masivo, lo de Madrid, directamente, fue un tsunami blanquiazul, riadas y riadas de seguidores realistas, cerca de 30.000, que conquistaron la capital de España en busca del doblete copero. El calor de la afición fue el único que se sintió en aquella oscura noche de marzo en la que la Real probó el devastador sabor de lo inesperado. Nadie presupuestó perder aquella final, y se perdió.

La Real, con
John
Toshack
de entrenador, era una mezcla perfecta entre los mejores supervivientes de los dos títulos ligueros (
Arconada
,
Zamora
,
Górriz
,
Bakero
,
Gajate
o
Larrañaga
) y la pujante nueva generación (
Begiristain
,
Loren
,
Luis
Mari
López
Rekarte
, MustiMujika
…). El equipo le había peleado la Liga al Madrid con una racha espectacular de dos derrotas en 25 partidos y con una propuesta ofensiva y atractiva (hizo 76 goles entre Liga y Copa) con la que, en Copa, se llevó por delante al Atlético y al Madrid. Su favoritismo era tal ante un Barça sumido en una crisis brutal, con sus jugadores amotinados pero a los que, eso sí, sólo les valía ganar para evitar quedarse fuera de Europa por primera vez en su historia, que el viaje era un trámite para recoger el trofeo y volver a Donostia.

La Real, irreconocible, perdió con un gol de
Alexanco
en la segunda parte. La decepción fue una de las mayores de la historia del club, con el añadido de que
Bakero, Begiristain y López
Rekarte
, a las pocas semanas, ficharon por el Barcelona, lo que extendió sobre ellos un halo de sospecha para siempre.

Aquella noche de Madrid se pierde en la noche de los tiempos pero, ganando en Miranda hace tres semanas, la Real había logrado el pasaporte para tomarse una revancha que ahora sigue en limbo por la incertidumbre que se ha apoderado del fútbol.

Serán otros equipos

A estas alturas del partido, en el que la final de Copa, tal y como la concebíamos hace tres semanas, cuando la Real se clasificó en Miranda, empieza a ser una suerte de entelequia que poco tiene que ver con la realidad, resulta cada vez más complicado posicionarse de manera concreta respecto al partido que tantas generaciones llevaban 32 años esperando. No sólo ya en lo referente a la fecha, imposible de vaticinar, sino lo que es peor, en lo que concierne a las prestaciones que Real y Athletic pueden desplegar en el histórico partido.

Lo que no parece muy arriesgado es asegurar que serán otros equipos. Que ni txuri urdin ni rojiblancos van a poder tomar como referencia el rendimiento que estaban ofreciendo hasta que se interrumpió la temporada, lo que sólo añade incertidumbre y nerviosismo a la cita. Después de tanto tiempo sin entrenarse -cerramos ya la segunda semana sin actividad colectiva alguna-, ambos equipos van a necesitar una pretemporada y, lo que es peor, tendrán que poner a prueba, con muy poco margen de error y tiempo, si los automatismos que les funcionaban, con especial brillantez a la Real, continúan intactos o, por el contrario, el parón ha hecho estragos en el encefalograma futbolístico del equipo. Una pérdida irreparable para los de
Imanol.

En estos días de confinamiento en los que a veces es difícil atisbar la luz al final del túnel, circulan en Internet varios vídeos de ETB, memorables, de algunos de los mejores momentos de la historia de la Real. Uno, de cuando la Real se metió en Champions en 2013, que repasa las clasificaciones europeas del club, y otro de todos los partidos de la temporada del subcampeonato. Básicos.

Mundo Deportivo ya adelantó el lunes que la Real no planeaba tocar los salarios de sus jugadores. Otra cosa es que la plantilla no vaya tener que renunciar a derechos habituales como las vacaciones. Al menos en su larga versión habitual. Si, en el mejor de los casos, se reanuda la Liga, el verano no lo van a pasar debajo de una palmera sino entrenando y jugando.




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