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La Unión Europea rediseña su política comercial para hacer frente a EE UU y China

Un barco con contenedores, atracando en el puerto de Amberes (Bélgica).OLIVIER HOSLET / EFE

Multeralismo sí, pero hasta donde sea posible. Bruselas ha resideñado su estrategia de política comercial para rearmarse ante la feroz competencia de EE UU y China y desplegar su agenda climática y digital. Tras las tensiones geopolíticas de los últimos años, la Comisión Europea se propone ser más “asertiva” con una hoja de ruta —a cuyo borrador ha tenido acceso EL PAÍS— que incluye nuevas medidas a las que recurrir en caso de tener que adoptar represalias ante “acciones coercitivas”.

La UE quiere hacer valer su condición de gran potencia comercial global para poder fijar las reglas que rijan el comercio internacional en los próximos años. En especial, después de las tensiones geopolíticas provocadas por las andanadas proteccionistas de Donald Trump y las malas artes que Bruselas viene lamentando de Pekín. Y sobre todo, porque la UE ve cómo puede quedar eclipsada por otros países, entre ellos esos dos gigantes, que salen de la pandemia pisando el acelerador. “Ya en 2024, el 85% del crecimiento económico mundial se espera que venga de fuera de la UE”, señala el documento comunitario.

La llegada de Joe Biden al frente de la Casa Blanca es todo un alivio en Bruselas. Pero el “creciente unilateralismo” de los últimos años hace que Bruselas busque instrumentos para, en última instancia, poder actuar de forma autónoma. “Para defendernos cuando otras partes no cumplen las reglas, la UE tomará medidas para ser más dura y asertiva. Fortaleceremos las herramientas a nuestra disposición para defender nuestros derechos y valores, y protegernos de las prácticas comerciales desleales”, afirma a este diario el vicepresidente de la Comisión y responsable de Comercio, Valdis Dombrovskis.

La nueva estrategia trata también de calmar los ánimos de varios socios de la UE, entre los que se extienden cada vez más los recelos hacia los acuerdos comerciales. Esas reticencias no solo vienen ya de Francia o Bélgica, sino también de Austria o los Países Bajos, el sucesor natural del Reino Unido en portar la bandera del libre comercio.

El Parlamento holandés rechazó el pasado verano el tratado de Mercosur después de que su Gobierno hubiera presionado a Bruselas para cerrarlo. Y, posteriormente, La Haya firmó un documento con París para que la UE exigiera a sus socios el cumplimento de los compromisos climáticos y laborales para evitar cualquier competencia desleal.

La pandemia no ha hecho sino acentuar esos temores. La estrategia de la Comisión, aun así, no va tan lejos como pide Francia, que viene propugnando una cierta relocalización de algunas actividades en Europa. Bruselas admite que la pandemia puso al descubierto varias “vulnerabilidades”, pero cree que las cadenas de suministro han demostrado una “resiliencia destacable”.

Cooperación y defensa

La estrategia de la Comisión se basa en un doble enfoque, de cooperación y defensa. La llegada de Biden debe servir, según el documento, para retomar la relación transatlántica y reformar la Organización Mundial del Comercio (OMC), que quedó bloqueada en la era Trump; buscar un marco regulatorio global para el comercio digital o crear un consejo conjunto entre Estados Unidos y la UE sobre tecnología.

Las guerras comerciales del último lustro y las barreras con las que se topan las empresas europeas en Asia, sin embargo, imponen la creación de un escudo. Bruselas quiere tener a su alcance instrumentos que le permitan tomar represalias en caso de que un socio incumpla sus compromisos o tenga que defender a sus firmas en el extranjero.

La UE pretende, entre otras medidas, realizar auditorías a fondo sobre las cadenas de suministro, por ejemplo, para asegurarse de que en ninguno de sus eslabones se producen “trabajos forzosos”, en alusión a China. También quiere usar el mecanismo que está desplegando para analizar todas las inversiones extranjeras en activos estratégicos y, si es necesario, bloquearlas. Y presiona a los países para que pongan en marcha un mecanismo para vetar de los concursos públicos a empresas de terceros países que impidan la entrada de firmas europeas. Además, el documento indica que se estudiarán los créditos a la exportación y anuncia dos nuevos “instrumentos legales”, uno para que la UE pueda protegerse de acciones coercitivas y otro para poner coto a las distorsiones creadas por empresas subsidiadas en Europa.


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