La vacuna rusa Sputnik V contra la covid-19 tiene una eficacia del 91,6%, según la revista científica The Lancet. Pero sus resultados son igualmente sorprendentes en cuanto a la generación de bulos e infundios, algunos de ellos propagados por las autoridades rusas o el fondo que gestiona el fármaco. La campaña de desinformación más exitosa hasta ahora ha girado en torno a la autorización de la Sputnik por parte de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), un proceso que según Moscú ya estaría en marcha, pero que según las autoridades europeas ni siquiera se ha iniciado.
La Comisión Europea ha tenido que salir este viernes al paso de las informaciones que un día tras otro recogen la presunta apertura del proceso de autorización de la Sputnik en la EMA. “Puedo confirmar que la EMA no ha recibido ninguna solicitud sobre Sputnik, ni para la revisión ni para la autorización comercial provisional, de modo que todas las informaciones que indiquen lo contrario son claramente incorrectas”, ha señalado el portavoz del área de Sanidad de la Comisión Europea, Stefan de Keersmaecker. “Esta es una declaración clara y sin equívocos basada en nuestros contactos con la EMA”, ha añadido el portavoz-jefe de la Comisión, Eric Mamer.
Bruselas intenta zanjar así lo que hasta ahora parecía un malentendido sobre los trámites de la agencia europea, pero que ha alcanzado ya las dimensiones de una fake news propagada de forma intensa y deliberada. La presunta llegada del expediente de la vacuna rusa a la EMA circula al menos desde el 29 de enero, una noticia errónea propagada primero por medios de comunicación rusos y recogido después un día tras otro en numerosos medios europeos. El alud ganó fuerza a partir del 2 de febrero, cuando la revista The Lancet avaló los resultados de la Sputnik V.
El bulo también se ha extendido profusamente por las redes sociales, una de las vías privilegiadas, según Bruselas, para las campañas de desinformación que las autoridades rusas ponen en marcha periódicamente para intentar desestabilizar la UE o socavar, al menos, la credibilidad de las instituciones comunitaria y nacionales. En este caso, sin embargo, la campaña aspira más bien a presionar a la EMA para que acelere la posible luz verde, un paso que abriría a Rusia la posibilidad de producir el antídoto a gran escala en suelo europeo.
La EMA ha intentado en vano aclarar la posible confusión, negando una vez tras otra la supuesta tramitación a todos los periodistas que se han dirigido a la Agencia para contrastar la noticia. La autoridad sanitaria europea incluso tuvo que emitir el pasado miércoles un comunicado para precisar que no había recibido ninguna solicitud del centro ruso de investigación Gamaleya, que es el que ha desarrollado la Sputnik V. Aun así, el bulo ha seguido propagándose de manera imparable.
El Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF), el fondo soberano de Rusia que ha financiado la vacuna y se está ocupando de los registros y los contratos con los países, ha contribuido al contagio informativo al repetir una y otra vez que ya ha presentado la solicitud y urgir a la EMA a que acelere el procedimiento. Un portavoz del fondo remite a la captura de pantalla de una supuesta solicitud presentada en un portal de la Unión Europea.
El pantallazo, difundido por fondo ruso en su cuenta de Twitter, recoge un acuse de recibo de la supuesta solicitud fechada el 29 de enero. Pero el presunto trámite no aparece en la web de la EMA sino en la página de la Red de Jefes de Agencias de Medicamentos (HMA, según sus siglas en inglés). La Red es un foro compuesto por las autoridades nacionales, la EMA y la Comisión Europea y dedicado a la coordinación de los aspectos regulatorios del sector.
Moscú ha cargado contra cualquier crítica —las que reclamaban más datos ante la opacidad y las conspiranoicas— asegurando que se mide a la Sputnik V con un doble rasero por ser rusa. Y han hablado de “rusofobia”. Este viernes, Kirill Dmitriev, director del RDIF, ha asegurado que los competidores y varias fuerzas políticas están tratando de evitar la aprobación de la inmunización de Gamaleya. “Muchas otras empresas, competidores, fuerzas políticas en muchos países están tratando de interferir con nuestra aprobación”, ha dicho Dimitriev en una entrevista al canal estatal Rusia 24. “Incluso sabemos que varios países están planeando provocaciones contra la vacuna Sputnik V, pero estamos avanzando y, por supuesto, Sputnik V es una de las vacunas más reconocidas del mundo”, añadió.
Aumentar la producción
Ya son 27 países los que han otorgado autorización de emergencia a la Sputnik V, el último Kazajistán, este viernes. Pero dentro de la UE, solo Hungría ha dado luz verde a la vacuna rusa, lo que permite la utilización únicamente en ese país. El centro Gamaleya y el RDIF necesitan imperiosamente la autorización de la EMA si quieren europeizar su vacuna.
La confusión reinante en torno a la autorización ha eclipsado el que, según fuentes de la industria, es el principal problema de Rusia con su vacuna: la cadena de producción. Moscú se apuntó el tanto el pasado mes de agosto de anunciar la primera vacuna del mundo, registrada mucho antes de terminar los ensayos clínicos. Pero desde entonces solo ha vacunado al 2,7% de su población, por debajo de la UE (4,3%) y casi la mitad que España (5%), cuyas campañas no empezaron hasta final de año.
Esas fuentes apuntan que los retrasos y la polémica en torno a la presentación de los documentos a la EMA no se solventarán hasta que Moscú haya solucionado todos los flecos de la producción en la UE y para la UE. Para el mercado exterior, en principio, se han firmado acuerdos que permitirán elaborar las inmunizaciones en India, Corea del Sur o Kazajistán. Pero el laboratorio ruso busca desde hace semanas la colaboración con alguna farmacéutica europea que podría darle el músculo necesario para una producción masiva.
Alemania se ha mostrado dispuesta a colaborar y uno de sus laboratorios, IDT Biologika, se encuentra en el punto de mira de un posible acuerdo para producir la Sputnik V. Pero sin el visto bueno de la EMA al fármaco ruso la producción en Europa se antoja complicada y la comercialización, imposible.
La desinformación y la opacidad de los datos y de la investigación —una cosa muy habitual en Rusia, pero que choca hoy con el hambre de conocimiento y con la cobertura mediática— han rodeado desde el principio a la Sputnik V. Y han lastrado incluso la vacunación en Rusia donde el pasado diciembre el 58% de la ciudadanía dijo que no se la pondría, según una encuesta del centro independiente Levada. Aunque en las últimas semanas, sobre todo tras la publicación del informe en The Lancet, hay más afluencia en los puntos de vacunación, donde se administra la vacuna de forma gratuita.
A veces esa desinformación ha llegado incluso desde el Gobierno, como cuando la viceprimera ministra Tatiana Golíkova, encargada del operativo contra el coronavirus, aseguró el pasado diciembre que el alcohol está contraindicado durante 42 días después de inmunizarse con la Sputnik V. Aquello desencadenó miles de comentarios. No obstante, no hay apenas estudios sobre el consumo de alcohol y las vacunas, y el Instituto Gamaleya tuvo que salir al paso después para precisar que lo que se recomendaba —y así consta en las instrucciones enviadas a los centros de salud— es no beber durante tres días después de inyectarse cada una de las dos dosis.
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