A medida que la vacunación avanza entre la población mayor, la media de edad de los ingresados por covid en los hospitales españoles baja paulatinamente: 48 años según los últimos datos consolidados del Ministerio de Sanidad, de la última semana de junio. Son tres años menos que a finales de mayo. En las UCI se sitúa en 50 años de media.
En estos datos todavía no ha influido esta quinta ola. La tendencia comenzó a cambiar el jueves 24 de junio. Subió con mucha fuerza, al mismo nivel que después de las navidades, la semana pasada, y sigue haciéndolo esta, cuando la incidencia acumulada se sitúa en 225 casos por 100.000 habitantes en 14 días, impulsada por los grupos más jóvenes (717 entre los veinteañeros y 652 entre los adolescentes de entre 12 y 19 años).
Fuentes del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), que dirige Fernando Simón, señalan a EL PAÍS que la previsión en las hospitalizaciones es que la media de edad siga cayendo ligeramente, pero que se estabilice un poco por debajo de los 48 años actuales. Y que en el caso de las UCI se mantenga aproximadamente en torno a los 50 años.
Aunque el coronavirus avanza con mucha rapidez entre los jóvenes, estos grupos son los que menos probabilidad tienen de padecer las formas más graves de covid, aún menos de llegar a unidades de cuidados intensivos o morir. Sucederá, porque hay tantas infecciones que estadísticamente es inevitable que en algunos el desenlace sea fatal. Pero serán la excepción.
Entre los veinteañeros, por ejemplo, la incidencia indica que en las últimas semanas se han diagnosticado más de 30.000 casos. Lo que dicen las estadísticas del Instituto de Salud Carlos III tomando como referencia lo que ha sucedido hasta ahora es que de ellos medio millar requerirá atención hospitalaria; una treintena, cuidados intensivos y tres fallecerán. Las cifras caen a menos de la mitad entre los adolescentes, siempre teniendo en cuenta que son proyecciones inciertas sobre la base de estadísticas pasadas.
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“La mayoría de los casos más graves y de las muertes seguirán perteneciendo a franjas de edad más avanzadas”, aseguran estas fuentes del CCAES. En ello coinciden otros expertos consultados. El mayor riesgo no es tanto entre los jóvenes, sino que ellos probablemente transmitirán la enfermedad a personas de más edad. Aunque la mayoría están vacunadas, hay un pequeño porcentaje que aun con las dos inyecciones puede sucumbir a la covid, incluso fallecer, especialmente entre los más ancianos o vulnerables por otras comorbilidades. Además, a esto se suma que casi la mitad de los sexagenarios ha recibido todavía solo una dosis de AstraZeneca, lo que los convierte en el grupo con más riesgo.
Salvador Peiró, investigador de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunitat Valenciana (Fisabio), señala que esta quinta ola seguramente no supondrá una gran carga hospitalaria, aunque en una semana el número de ingresados ha crecido casi un 20%: este martes un 2,3% de las camas en España estaba ocupado por pacientes de covid, cifra que ascendía a un 6,7% en las UCI. “No quiere decir que no vayan a aumentar los ingresos. Pero [la onda] será realmente muy incómoda en atención primaria y salud pública [el área que se encarga, entre otras tareas, de los rastreos] porque el volumen de contactos es enorme”, afirma.
Un problema añadido es que la capacidad asistencial en verano baja. Tanto en primaria como en los hospitales. El sindicato de enfermería Satse calcula que estos meses se cerrarán cerca de 10.000 camas. “Son 2.700 más que el pasado año, y se paralizarán miles de consultas, pruebas diagnósticas e intervenciones quirúrgicas en los hospitales de nuestro país porque los distintos servicios de salud buscan ahorrar dinero en lugar de priorizar la atención sanitaria y cuidados de los pacientes y el conjunto de la ciudadanía”, denuncia en un comunicado.
Los grupos de edad donde se está produciendo la gran mayoría de transmisiones son especialmente socializadores y cada caso ha tenido contacto cercano con muchas más personas, de promedio, que otros de mayor edad. Ante esta situación, Peiró opina que tomar medidas “es mucho más complicado” que en otras olas: “Era más fácil y la población entendía mejor que cuando un territorio subía mucho se actuase ahí”.
Pero ahora los casos no se concentran tanto por lugares como por edades. Y adoptar limitaciones específicas para una franja concreta resulta más problemático. Varios expertos consultados por EL PAÍS en los últimos días abogan por cerrar de forma inmediata el ocio nocturno. Así lo manifiesta Miguel Ángel Martínez-González, epidemiólogo, que ya en su libro Sanidad en llamas, publicado esta primavera, señalaba: “A alturas de abril y mayo ya debería haberse aprendido que el ocio nocturno era especialmente peligroso. En una discoteca hay hacinamiento, proximidad, espacio cerrado y aglomeración. Se habla en voz muy alta, se baila y, al hacer ese ejercicio físico, se mueve más cantidad de aire y circularán más gotitas y aerosoles en el ambiente. El tiempo que se permanece en lugares cerrados como estos suele ser muy largo, las luces están atenuadas y por eso la gente a veces incluso se confunde de vaso”.
Los técnicos de la Ponencia de Alertas (formada por especialistas de las comunidades autónomas y el Ministerio de Sanidad) ha propuesto en su último documento cerrar el ocio nocturno y valorar incluso un toque de queda, según fuentes de este organismo. Esto último es algo que aconsejaría un nuevo estado de alarma y el Gobierno no se lo plantea, según ha dicho este martes Miquel Iceta, ministro de Política Territorial.
Peiró está de acuerdo en medidas como el cierre del ocio nocturno, pero matiza que la sociabilidad probablemente se trasladará a otros ámbitos: “Es muy complicado actuar ahora y es posible que esta ola baje, más que por las medidas, por la inmunidad natural que se está dando entre los jóvenes. No es lo ideal, pero está siendo explosiva, más rápida de lo que hemos visto antes en cualquier caso”.
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