Desde que llegó a la Casa Blanca hace cuatro años, el muro fronterizo con México ha sido el elemento de distracción predilecto de Donald Trump: cada vez que las cosas están mal en Washington, recurre a la frontera sur y a su promesa de construir una barrera “grande y bella” para proteger Estados Unidos de “criminales, narcotraficantes y violadores”, como definió a los mexicanos en su carrera a la presidencia en 2016. Como si todo lo malo viniera de fuera. Este martes, a solo ocho días de despedirse del Despacho Oval y a punto de convertirse en el primer presidente de la historia en enfrentar dos juicios políticos, en esta ocasión por incitación a la insurrección, visitará un tramo del muro fronterizo. Por unas horas, el país tendrá los ojos puestos en el Valle del Río Grande, en el sur de Texas, la zona por donde más indocumentados entran a EE UU. Solo un día después de que el FBI y el Pentágono alertaran del peligro de nuevas revueltas impulsadas desde foros de ultraderecha antes de la investidura de Joe Biden, la visita del presidente a Texas parece haber trasladado la tensión de la capital a esta zona de la frontera.
Será su primera salida oficial de la Casa Blanca desde el asalto al Congreso por parte de sus seguidores, muchos de ellos pertenecientes a grupos supremacistas blancos llegados de todo el país. Según ha dicho uno de los portavoces del presidente, con el viaje pretende “conmemorar” la construcción de más de 640 kilómetros de esa barrera, una promesa cumplida de su Administración. Mientras grupos de seguidores del mandatario se preparan para darle la bienvenida con caravanas y concentraciones, organizaciones de defensa de los migrantes y contrarias al muro decidieron suspender las protestas previstas ante el temor de que se desate la violencia. “Hay mucha tensión en la frontera. Estamos muy desconcertados con esta visita de Trump, porque realmente creemos que atrae la violencia. Lo vemos a él y a sus seguidores como un peligro”, asegura a este diario Tannya Benavides, de la coalición No Border Wall (No al muro fronterizo). Según explica, los activistas cambiaron sus planes tras escuchar rumores de que militantes de extrema derecha llegarían de otros lugares.
“Creemos que la situación puede ponerse fuera de control, así que hemos decidido no ir a buscar a Trump y no ponernos frente a gente que no sabemos lo lejos que puede llegar. Después de lo que vimos el último miércoles en el Capitolio, son capaces de cualquier cosa”, añade. La visita también ha sido criticada por el congresista texano Henry Cuéllar, quien dijo que, más que visitar el muro, el presidente debería centrarse en “salvar vidas y asegurarse de que todas las comunidades tienen acceso a la vacuna contra la covid-19″ y en “sanar a la nación de los eventos del Capitolio que él ayudó a incitar”.
El principal periódico de la capital texana, el Austin American-Statesman, fue más allá al pedir al mandatario cancelar el viaje. “Silenciado por las plataformas de las redes sociales por su retórica falsa e incendiaria, Trump ahora busca otras formas de ser escuchado. Conociendo los precedentes, tenemos muchas razones para pensar que Trump usará su aparición para incitar a sus seguidores y fomentar más violencia”, se lee en un editorial titulado “Por favor, no venga a Texas, presidente”.
Ni tan alto ni tan largo como Trump quería
Aunque la Casa Blanca no ha ofrecido detalles de la agenda de la visita, Mark Morgan, el comisionado interino de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés), dijo la semana pasada en una llamada con periodistas que esperaba adjudicar casi 500 kilómetros de muro más en nuevos contratos antes del 19 de enero, el último día de Trump en la Casa Blanca, un movimiento que podría poner en apuros a su sucesor, que ha prometido que no construirá ni un kilómetro más de valla fronteriza.
Trump venderá este martes el muro como un logro de su mandato, pero no es tan alto ni tan largo como quería y México no ha pagado por él, uno de sus lemas de la campaña de 2016. “Lo que ha conseguido es destruir nuestra comunidad y nuestro medio ambiente. Desperdiciar nuestro dinero y demostrarnos que este presidente no nos vio con más valor que [para albergar] un muro”, afirma Tannya Benavides. “De nada ha servido. La gente que va a venir, encuentra la manera. No ha tenido el efecto que pensó que iba a tener”, coincide Jodi Goodwill, una veterana abogada de inmigración de Harlingen (Texas).
Los datos muestran que Trump sí que ha conseguido frenar el flujo migratorio, que rompió récords en 2019 con la llegada masiva de familias centroamericanas que huían de la violencia, la pobreza, la falta de oportunidades y los efectos del cambio climático. Pero no lo ha hecho con barreras físicas, sino con una red de acciones ejecutivas, órdenes administrativas y acuerdos con terceros países. También con unas políticas migratorias marcadas por la crueldad con el objetivo de disuadir a los migrantes de emprender el camino al norte, como la separación de niños de sus padres en la frontera o el envío de solicitantes de asilo a ciudades peligrosas de la frontera norte mexicana, donde no tienen acceso a abogados y están expuestos a la delincuencia y el crimen organizado.
Para Goodwin, los últimos cuatro años trabajando en la frontera han sido “una pesadilla”. “Todos los días amanecíamos sin saber cómo iban a cambiar las políticas y los reglamentos. Y lo peor, que en mi opinión es lo que más se va a tardar en deshacer, es el modo en que te tratan los agentes. Son más agresivos y no solo con los migrantes. En los 26 años que llevo siendo abogada, jamás he sido tratada de manera tan indignante como en los últimos cuatro años, porque han sido empoderados. Se sienten libres de actuar con impunidad en contra de cualquiera”, afirma.
Desde hace tres meses, Goodwin y otros colegas que trabajan en la frontera se están reuniendo con el equipo de transición de Biden para elaborar un plan que ponga fin a los programas migratorios más crueles de Trump, como ha prometido el presidente electo. El demócrata ha reconocido que reformar el sistema llevará tiempo, pero la abogada está esperanzada con la “oportunidad de que el país se sane de todo lo que se ha destruido”. Y desde la frontera le estarán vigilando: “Nosotros ayudamos a elegirlo y desde el 20 de enero vamos a estar vigilando. Queremos que él mantenga su promesa de que no va a construir ni un pie más del muro de Trump”, afirma Benavides de No Border Wall. “Y tenemos que asegurarnos de que se reúnan las más de 600 familias que fueron separadas y que [Estados Unidos] vuelva a ser el país que ofrece asilo”.
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