Cualquier fan de Lewis Hamilton que siga sus pasos en Instagram creerá que el piloto está pasando unos días en Kenia. Son imágenes de un viaje al país africano lo que el deportista está compartiendo en los últimos días, pero lo cierto es que, tal y como ha podido saber LOOK en exclusiva, su último y más reciente destino ha sido España, concretamente Ibiza.
Con un dispositivo de seguridad superlativo, el corredor de Mercedes aterrizaba en la isla el pasado domingo 14 de agosto a las 18’00 de la tarde. Una vez en tierra, el equipo de ocho personas que había contratado para moverse de manera segura, discreta y anónima por su destino vacacional se encargó de trasladarlo a una villa privada con parking incluido del exclusivo hotel Six Senses. Su plan era permanecer allí hasta el domingo 21 y para ello exigió a los encargados de su estancia que al menos cuatro de las ocho personas contratadas tuvieran una disponibilidad de 24 horas diarias, debiendo responder en un tiempo máximo establecido por él a cualquiera de sus peticiones, fuera cual fuera la hora en la que las recibieran.
Todo se truncó el lunes 15 durante una de las emblemáticas fiestas ‘Flower Power’ que se celebran en la mítica Pachá. Hamilton acudió al evento junto a uno de los amigos que le acompañaban en este viaje y, lejos de disfrutar del ambiente, terminó peleándose a golpes con él, hasta el punto de tener que ser invitados a abandonar el lugar. Así las cosas, el inglés y su colega terminaron en el hotel mucho antes de lo previsto, lo que precipitó una nueva decisión del piloto: terminar sus vacaciones.
Tal y como aseguran fuentes de toda solvencia a LOOK, apenas dos días y medio después de llegar y cinco antes de lo previsto, Lewis y su ‘crew’ abandonaron la isla de manera precipitada, lo que hizo que no tuvieran vuelo reservado y deambularan por el aeropuerto a la vista del resto de viajeros, tirando por tierra el secretismo con el que quería llevar su escapada a España.
La marcha de uno de los más polémicos pilotos de los circuitos de Fórmula 1 ha dejado cierto alivio en el grupo de personas que debían trabajar para él durante su estancia. Sus malas maneras y mala educación han marcado su paso por Ibiza, siendo los numerosos chicles pegados a los asientos y techo de la furgoneta en la que se desplazaba un repugnante recuerdo que aún tienen que limpiar.
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