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La voz de las víctimas emerge en el juicio por los atentados en Barcelona y Cambrils el 17-A: “No soy la que era antes”

El dolor causado por los atentados de Barcelona y Cambrils ha emergido, este jueves, en la tercera sesión del juicio en la Audiencia Nacional. Nerviosa, llorando, Judith R. ha declarado protegida por una cortina opaca a la vista de los tres acusados. Ninguno de ellos (Mohamed Houli, Driss Oukabir, Said Ben Iazza) participó directamente en la masacre del 17-A, que Judith R. vivió en primera persona.

-“Tranquilícese”, le pide el presidente de la sala, Félix Alfonso Guevara, en un tono amable que contrasta con su trato áspero habitual.

En una declaración de apenas cinco minutos, interrumpida a ratos por el llanto, Judith R. ha explicado que lo ocurrido aquella tarde del 17 de agosto de 2017 la cambió para siempre. Una furgoneta conducida por Younes Abouyaaqoub ―abatido tras cinco días de huida por los Mossos d’Esquadra― arrolló a cientos de personas. 14 de ellas resultaron muertas, y más de un centenar heridas.

En vídeo, retransmisión en directo de la tercera jornada del juicio.DIRECTO: AUDIENCIA NACIONAL

Judith R. salvó la vida por poco. Acababa de salir de su trabajo en un hotel de La Rambla. Se disponía a cruzar el semáforo con una amiga. “Pegó una aceleración muy fuerte. En ese momento no me percaté de que el furgón venía hacia los peatones”. Tuvo tiempo de apartar a su amiga, que fue golpeada en la frente con el retrovisor. Las dos cayeron al suelo. “La gente empezó a pisotearnos, tenían miedo y querían salir corriendo”.

A su alrededor, gente “acostada en el suelo”. Tuvo tiempo de levantar la vista y ver la furgoneta. “Veo el furgón que aún va todo… Va todo recto a la rambla, haciendo zigzag y llevando peatones, quedé en shock”. Judith R. trató de tranquilizar y cuidar a su amiga, dolorida. Su relato es escuchado por los acusados desde la pecera. Houli tiene la cabeza escondida, mira hacia sus pies. Driss escucha sin moverse, los brazos cruzados.

Las heridas físicas se curan, puede que fácilmente, pero las secuelas quedan. Judith R. asegura que estuvo hasta febrero sin poder trabajar. “No podía salir de casa, me daba pánico salir, no quería ver a nadie. No entiendo cómo una persona pudo haber hecho tanta maldad en ese momento”. Hasta ahora no ha podido regresar a La Rambla. Toma medicación. Y el juicio no ayuda. “Al venir aquí otra vez lo he revivido, tengo que volver a recordar lo que iba olvidando”. La herida sigue abierta. “Era una persona sana, no tenía nervios gracias a Dios. Mi vida ha cambiado un montón. No soy 100% la que era antes”.


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