El histórico cosmódromo de Baikonur (Kazajistán) ha sido este lunes, después de un retraso de dos días por problemas técnicos, escenario de un nuevo paso hacia adelante de la industria espacial española. No es un lugar cualquiera. Desde esta estación se lanzó el primer satélite artificial (el Sputnik 1) y desde aquí partió también Yuri Gagarin para completar el primer vuelo orbital tripulado. La empresa de telecomunicaciones Sateliot, con sede en Barcelona, ha lanzado desde este paraje remoto un nanosatélite -emblema de lo que se ha bautizado como el new space– para dar cobertura al internet de las cosas de la mano de la tecnología 5G. Su primer cliente es la Generalitat, que pendiente del lanzamiento poco después de las 7.00. “Cataluña, nos ponemos en órbita”, proclama con entusiasmo la campaña del Gobierno catalán, que inicia así también su aventura espacial.
El viejo espacio del que Baikonur ha sido testigo privilegiado -con aparatos del tamaño de un autobús, diseñados durante años y muy costosos- da paso a un espacio nuevo -con satélites no mayores que un microondas e infinitamente más baratos- que es accesible a las empresas. Los nanosatélites son una realidad desde hace años. Pero Sateliot subraya que el suyo es especial, porque es “el primero del mundo que realizará pruebas de comunicaciones tierra-espacio con cobertura 5G”. La idea de la compañía es tener en órbita, para 2025, una “constelación” con un centenar de estos aparatos que extienda el internet de las cosas.
La adjudicación a Sateliot, por medio millón de euros, es una muestra de la apuesta del Gobierno catalán por la “economía del espacio”, que según sus cálculos generará 1.200 puestos de trabajo y 300 millones en solo cinco años. Este primer nanosatélite -que el Govern ha bautizado con el nombre de Enxaneta y la empresa, con el más técnico de 3B5GSAT- servirá para mejorar la conectividad en territorio catalán en lugares donde la cobertura móvil no llega o es insuficiente. A través de pequeños sensores, la cobertura extra del satélite permitirá monitorizar el caudal de ríos y reservas de agua, hacer seguimiento de la fauna salvaje o controlar los cultivos para hacer un uso más eficiente del agua.
Muchos usos de esta nueva tecnología “están aún por descubrir”, opina el consejero delegado de la empresa de telecomunicaciones, Jaume Sanpera. “Nos estamos sentando con los departamentos de la Generalitat para destapar casos”, explica en conversación con EL PAÍS. El primer nanosatélite servirá como prueba, y solo cuando haya más en órbita (16 a finales del año que viene) se podrán utilizar de forma “más intensiva”. Sateliot prevé dar servicio a gobiernos y entidades, pero sobre todo a empresas: para transporte, explotaciones petrolíferas, control de infraestructuras críticas, logística, medio ambiente…
La clave del negocio radica en que la “constelación” da cobertura allí donde las comunicaciones terrestres no llegan. Y eso afecta al 90% de la superficie del planeta, según los cálculos de la empresa. Los nanosatélites funcionan como torres de telecomunicaciones desde el espacio -orbitan a unos 500 kilómetros de la tierra- y son algo así como una extensión de cobertura para los operadores móviles. La transmisión es posible mediante unos dispositivos de seguimiento o trackers, que son “muy pequeños y baratos” y lo mismo se pueden colocar “en una oveja, una placa de energía solar, un contenedor mercancías, un contenedor de basuras, una bicicleta o un animal en peligro de extinción”, dice Sanpera. Esos sensores, además, gastan poca batería.
La industria espacial española goza de buena salud, aunque Sanpera echa de menos el empuje de las administraciones públicas, como ocurre en Estados Unidos o Francia. El sector espacial es “una oportunidad única para situar a España como país innovador”. Y el momento es ahora. El ingeniero cree que estamos a las puertas de una revolución comparable a la aparición de internet o de los smartphones, y que por eso no España no puede descolgarse de una carrera en la que, sin duda, el resto de países querrá competir.
El Gobierno catalán parece que no quiere quedarse atrás en esa nueva carrera espacial. A través del Institut d’Estudis Especials de Catalunya (IECC) ha contratado ya un segundo nanosatélite por 1,7 millones a Open Cosmos para observación, análisis de productividad de suelos, prevención de incendios, desarrollo rural o gestión el agua.
En este primer lanzamiento desde Baikonur -que, a 6.000 kilómetros de distancia, ofrece precios muy competitivos-, el nanosatélite de Sateliolt ha compartido trayecto con otros 30 pequeños satélites más. Todos ellos han viajado a bordo de un cohete Soyuz, que como un ascensor les ha ido dejando en sus respectivas “órbitas”. El lanzamiento estaba previsto inicialmente para el sábado, pero hubo de aplazarse por un problema técnico. Sanpera insiste en que es “la primera vez” que el estándar 5G de telefonía móvil se testará desde el espacio. En unas semanas se sabrá si el aparato, que da una vuelta alrededor de la Tierra cada hora y media, funciona bien y empieza a proporcionar datos.
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