Las 10 mejores rutas a pie para conocer Galicia



Más información en la guía ‘Las mejores excursiones por España” de Lonely Planet, en la guía ‘Lo mejor de Galicia’ y en lonelyplanet.es.

Un recorrido a pie por los cañones del Sil cargados de leyendas y de viñedos, una escapada para conocer las agrestes islas Cíes, una excursión por los bosques mágicos de Castro Caldelas, una peregrinación paso a paso hasta el faro del fin de la Tierra y más propuestas para ponerse en marcha en Galicia. 

Un día por los senderos de las islas Cíes 

No cuesta mucho subirse en uno de los barcos de los que parten de la costa sur de Galicia para asomarse a las islas Cíes: de Vigo y de Cangas salen ferris a diario durante todo el año, y desde Baiona en verano. Estas islas de agreste belleza, en la entrada de la ría de Vigo, forman parte del parque nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia. Sus senderos bien marcados permiten recorrerlas y hacer un alto en miradores, faros y playas inmaculadas, y todo en una tranquilidad inusual ya que aquí no hay vehículos motorizados y el número de visitantes está limitado (hay que solicitar autorización previa para acceder a las Cíes). Así que caminar por las dos islas principales (Faro y Monteagudo) resulta una experiencia diferente y relajante, partiendo desde el muelle que está justo en el medio, al norte de la playa de Rodas.

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Vista aérea del faro de la isla de Faro, en Cíes. Xurxo Lobato getty images

Estas islas (San Martiño, Faro y Monteagudo) ya eran conocidas por los romanos como “las islas de los dioses”. Probablemente les llamaron la atención el color intensamente blanco de sus arenas, como de nácar, y sus extensos pinares. Hoy los barcos llegan a Monteagudo, que se une a Faro de manera artificial a través de un dique y de forma natural por la playa de Rodas, un fabuloso arenal bañado por aguas traslúcidas que se ha convertido en el emblema del parque nacional. La cara atlántica de las islas es más agreste y alberga un importante refugio de gaviotas que acuden a anidar en sus acantilados de hasta 100 metros de altura. La otra atracción para los aficionados a la naturaleza costera es su abundante fauna marina, en la que destacan el caballito de mar, el pulpo y los chocos, animales muy vistosos para los amantes del buceo.

El camino nos llevará primero hacia el sur, atravesando la isla do Faro, hasta alcanzar el faro de Cíes, que ofrece unas vistas soberbias de la isla de roca del sur y las vapuleadas costas occidentales de las islas del centro y norte. Regresaremos después a la isla norte o de Monteagudo, para subir al alto del Príncipe, otro soberbio mirador en los acantilados, y acercarnos al faro do Peito, el principal de las islas. El ascenso tiene como recompensa las vistas maravillosas de la costa de las Rías Baixas y de un mar infinito. La vuelta nos llevará de nuevo hasta la encantadora playa de Figueiras, con sus 500 metros de arena rodeados por altos pinos y eucaliptos, antes de volver al muelle para regresar. En total, la ruta a pie (14,4 kilómetros y de dificultad baja) puede hacerse en unas cuatro horas y media. 

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La isla de Ons, en el parque nacional parque nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia. Marcos Veiga alamy
Caminando por la isla de Ons

La pequeña Ons, con una extensión de 5,6 kilómetros, es una isla del parque nacional de las Islas Atlánticas de Galicia, menos conocida que las Cíes pero igual de intacta y con varios itinerarios para pasar un día fabuloso.

El particular clima de la zona, menos lluvioso y más ventoso, ha determinado el aspecto y la vida de este archipiélago formado por la Illa de Ons, la mayor; la de Onza y un grupo de pequeños islotes, como As Freitosas. La costa atlántica de Ons se caracteriza por sus escarpados acantilados, mientras que en la más resguardada aparecen arbustos y árboles, además de extensas playas, como la de Melide, alejada del puerto y nudista, que es la más popular de las cinco que hay por su aspecto salvaje y su arenal blanco.

Ons es la única isla del parque que permanece habitada todo el año, con un pequeñísimo núcleo poblacional. Es fácil recorrerla. Desde el pueblecito donde amarran los barcos se sube al faro de Ons, se enfila hacia la punta norte de la isla y se regresa por la ruta Norte, que pasa por la playa de Melide. Después se toma la ruta Sur, que da la vuelta a la mitad meridional por el mirador de Fedorentos y el Buraco do Inferno, una cueva marina de más de 30 metros. Se puede hacer el trayecto muy fácilmente: son unos 12 kilómetros que se completan en unas cuatro horas, ida y vuelta. 

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El monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil, hoy convertido en parador de turismo. Guillermo Avello alamy
Un paseo por la Ribeira Sacra: Circuito de Parada de Sil

Miradores sobre el profundo cañón del río Sil, caminos entre muros cubiertos de musgo entre castañares y robledales, viñedos que se aferran a bancales imposibles, pueblos perdidos en el bosque y un valioso monasterio románico. El llamado Circuito de Parada de Sil es una ruta (PR-G 98) bien señalizada y balizada con marcas amarillas y blancas que permite descubrir lo mejor de la Ribeira Sacra. En realidad, combina dos circuitos circulares, unos 19 kilómetros en total, que pueden hacerse en algo más de seis horas. La dificultad es moderada, pero hay que prepararse para 800 metros de ascenso y descenso.

Parada de Sil está situada a unos 46 kilómetros al este de la ciudad de Ourense, al sur del cañón del río. El camino parte del mismo pueblo y culebrea durante los primeros kilómetros entre el bosque para llegar al pueblo de Castro. Aquí es obligado asomarse al castro de Cividá, un poblado fortificado de la Edad del Bronce, probablemente celta, y a un soberbio mirador sobre el cañón. La siguiente parada será en el monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil, entre castañares y con una iglesia románica de finales del siglo XII, que es uno de los más bonitos de la Ribeira Sacra. Estamos ya junto al cañón del río y la ruta va subiendo y bajando por el bosque hasta el viejo molino de agua de Portela, para seguir entre miradores sobre el cañón. Vale la pena desviarse un poco para asomarse a los miradores de As Fontiñas y los Balcóns de Madrid, a entre 300 y 400 metros sobre el cauce del río.

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El monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil. Luis Dafos alamy

En esta ruta se pasea entre preciosos bosques adornados con helechos y musgo y por algunos de los famosos viñedos colgantes de la Ribeira Sacra. Al final, un arroyo nos conducirá por otro antiguo molino de agua hasta Entrambosríos, una aldea como anclada en el tiempo, y ya solo nos quedará volver al punto de salida, de nuevo entre el bosque.

La Ribeira Sacra es uno de los paisajes más bellos y sorprendentes de Galicia. Los ermitaños y monjes paleocristianos llegaron hasta los remotos valles del Sil y del Miño allá por el siglo VI. De los monasterios que quedan, el más encantador es el diminuto y excavado en la roca monasterio de San Pedro de Rocas, el más antiguo de esta comunidad autónoma (data del 573), 11 kilómetros al sur de Luintra, con un informativo centro de interpretación de la Ribeira Sacra. El monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil, unos cinco kilómetros al este de Luintra, con tres magníficos claustros y una iglesia románico-gótica, es hoy un parador de turismo; pero sus partes más monumentales y el café y restaurante son de acceso libre.

Por los bosques mágicos de Castro Caldelas

Otra propuesta para descubrir los cañones de la preciosa Ribeira Sacra es el llamado Sendeiro Os Bosques Máxicos, una caminata bien señalizada (PR-G 213) que discurre también entre espléndidos castañares y robledales, pueblos, maravillosos arroyos de bosque y ancestrales iglesias, monasterios, viñedos y molinos de agua. Desde Castro Caldelas, con su castillo en lo alto del pueblo, se pueden combinar dos circuitos circulares (bucles): el Bucle Longo (16 kilómetros) y el Bucle Curto (5,5 kilómetros), que completan un paseo de dificultad moderada (porque incluye tramos de descenso y de ascenso) que se pueden hacer en unas seis horas y media.

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Un crucero turístico navega entre los cañones del río Sil, en la Ribeira Sacra. Luis Vilanova alamy

Castro Caldelas es un pueblo a unos 50 kilómetros al este de la localidad gallega de Ourense. Una vez allí podemos hacer primero el Bucle Longo, hacia el norte, siguiendo el curso del río Edo, entre densos castañares y robledales y también, cerca de O Couto, entre viñedos. A partir de aquí bajaremos al río para llegar al monasterio de San Paio de Abeleda (del siglo XII), importante en otros tiempos, pero que desde el siglo XIX permanece abandonado y cerrado. Desde O Campo habrá que volver sobre nuestros pasos para regresar a Castro Candela, a través de una zona de bosques, aldeas como Poboeiros o pequeñas iglesias como Santa Tegra de Abeleda. En nuestro camino encontraremos pequeñas cascadas, bosques llenos de encanto, con helechos y musgos, y también algún área recreativa. Los principales hitos para hacer una pausa emergen del bosque, como la iglesia de San Xoán de Camba, grande y en medio de la nada.

Esta es una ruta también para disfrutar con el espectáculo de los viñedos que trepan por las gargantas del Sil y del Miño, de una verticalidad imposible —por eso los recolectores locales recibieron la denominación de viticultura heroica—, que empezó con los romanos y aún se resiste a la mecanización. La denominación de origen Ribeira Sacra produce vinos de añada cada vez mejores, sobre todo tintos con la uva mencía autóctona. Se pueden visitar tres interesantes bodegas pequeñas que también ofrecen catas: Adega Algueira, Ponte da Boga y Adega Vella.

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Las pasarelas del río Mao. Andrés álvarez MartÍnez getty images
Por el cañón do río Mao

Esta maravillosa ruta (PR-G 177) por la Ribeira Sacra atraviesa densos bosques, viñedos, aldeas remotas, reliquias históricas y un par de canales hidroeléctricos. Es una de las excursiones más bellas de la zona porque incluye todo el catálogo de paisajes que pueden encontrarse en la Galicia interior, desde viñas a castañares, prados de pasto, cruceros de granito, puentes… a lo que se unen las sensacionales vistas sobre el cañón del río Mao. Un sistema de caminos empedrados, pasarelas de madera y escaleras estratégicas facilitan la realización de un itinerario largo —algo más de 16 kilómetros— y que además acumula más de 1.200 metros de desnivel. Pero el esfuerzo queda compensado con creces.

El camino, bien señalizado con balizas amarillas y blancas, empieza en el albergue A Fábrica da Luz (una antigua y pequeña central hidroeléctrica convertida en albergue y centro de actividades), 11 kilómetros al este de Parada de Sil. Se baja por el cañón del Mao (con una pasarela de 850 metros al principio) para luego subir 1,5 kilómetros por viñedos hasta la aldea de San Lourenzo de Barxacova y más arriba hasta las aldeas de A Miranda y Forcas. Volveremos a San Lourenzo por el puente medieval de Conceliñas, el canal nuevo y el viejo (seco) y la necrópolis medieval de San Vítor. Y ya desde San Lourenzo, solo queda bajar directamente de nuevo hasta A Fábrica da Luz. Un sendero que se puede repartir en circuitos circulares independientes de 5 y 11,5 kilómetros.

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La playa virgen do Picón en Espasante (Ortigueira). Luis Vilanova alamy
Por la costa norte: de O Vicedo a Porto de Espasante

La costa norte de Galicia no solo regala impresionantes acantilados, cabos, playas y rías, sino también el Camino Natural Ruta del Cantábrico (en las provincias de Lugo y A Coruña): una buena aventura para senderistas, muy bien señalizada, de algo más de 150 kilómetros repartidos en siete etapas que se puede hacer por tramos y que tiene el mar como protagonista. Por ejemplo, la última etapa, que va desde O Vicedo, al norte, en la ría de O Barqueiro, hasta Ladrido pasando por Porto de Espasante, dos pequeños pueblos pesqueros y de playa. Son 20 kilómetros, de dificultad moderada.

Podemos comenzar en la playa del Fomento, en O Vicedo, siguiendo las señales que indican “Camino Natural” por una pasarela marítima y después por carreteras y caminos. Una de las primeras paradas es la estación de trenes de O Barqueiro, con preciosas vistas al pueblo pesquero. Tras cruzar las vías por un puente, el camino nos lleva al arenal de Esteiro y, de aquí, una pasarela cruza los humedales y un río para llegar hasta un cabo con vistas a la bahía.

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El banco en el mirador do Coitelo, apodado por muchos como el mejor del mundo. makasana getty images

Otra parada de esta etapa será el pueblo de Picón, con su playa. Queda poco para llegar al lugar más conocido de la ruta, el famoso banco en el mirador do Coitelo, apodado por muchos como el mejor banco del mundo. Lo cierto es que las vistas infinitas desde el asiento son incuestionables: los acantilados de Loiba y una panorámica desde el cabo Ortegal (la esquina noroeste de España) hasta la punta de Estaca de Bares (el punto más septentrional). Es tan popular que quizás haya que hacer cola para sentarse en él.

El camino sigue cercano a la costa entre bosques y campos abiertos, y pasando por un par de acantilados. En la playa de Bimbieiro hay una pasarela hasta el largo arenal de Santo António. Nos queda muy poco para llegar por una carretera asfaltada hasta el mismo Porto de Espasante, el punto final del trayecto. 

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El Camiño dos Faros, en un tramo a su paso por Malpica. Ruben Bermejo getty images
Por la Costa de la Morte

El Camiño dos Faros es una ruta de senderismo de 200 kilómetros que une Malpica con Finisterre bordeando el mar, y que pasa por todos los faros y principales puntos de interés de esta Costa da Morte. Esta propuesta, más compleja que los anteriores, supondrá dedicar un día completo para cubrir la distancia que hay de Muxía a Lires, a través de una inolvidable sucesión de playas, miradores, calas rocosas y acantilados de la Costa da Morte. El itinerario, mal señalizado con pequeñas flechas o borrones verdes, parte del santuario de la Virxe da Barca, envuelto en las leyendas de Muxía, y más en concreto del resquebrajado monumento de A Ferida (en recuerdo de la tragedia del hundimiento del buque petrolero Prestige, en noviembre de 2002). Las flechas amarillas del Camino de Santiago nos conducirán hasta la playa de Lourido y, desde aquí, solo habrá que seguir las señales del Camiño dos Faros sobre la costa rocosa. La dura subida de 20 minutos al monte Cachelmo (174 metros) se compensa con unas vistas asombrosas.

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La playa Mar do Rostro, en la Costa da Morte. Xurxo Lobato getty images

El camino sigue hacia el sur por caminos y pistas de gravilla, pasando por lugares bellísimos como la bahía de Coído de Cuño. Hay que ignorar los caminos anchos y seguir recto para subir al monte Pedrouzo y desde allí seguir el itinerario que baja hacia al mar. Unas flechas verdes nos llevarán a la playa de Moreira. Pero el punto culminante de caminos, senderos y carreteras será el cabo Touriñán, considerado el “punto más occidental” de la España peninsular, aunque hay discrepancias sobre cuál de sus salientes rocosos merece tal reconocimiento. Hay quienes se decantan por la punta de Sualba, 300 metros al norte-noroeste del faro, mientras que otros optan por la Illa Herboso, 500 metros al sur- suroeste del faro, que sí está más al oeste pero que solo queda unida al continente con la bajamar, y no siempre.

Desde Touriñán podremos regresar por el lado oeste del cabo para continuar hacia el sur: la aldea de Talón, el arenal de Nemiña, los senderos entre pinares… y, por fin, una recta que nos conducirá hasta Lires cruzando el puente que salva el río Castro.

Son algo más de 30 kilómetros, de dificultad alta, que se pueden completar con buena marcha en ocho horas y media. 

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La esctultura ‘A Ferida’, del artista Alberto Bañuelos Fournier. Xurxo Lobato getty images
El camino del fin del mundo: de Nemiña al cabo de Finisterre

Una de las rutas para hacer a pie más espectaculares de Galicia es la que lleva hasta el faro que preside el cabo de Finisterre, el lugar que en latín se conocía como finis terrae (el fin de la tierra). Es un camino de playas largas y agrestes, acantilados altos y rocas escarpadas, que van bordeando el último tramo del Camiño dos Faros, cuyas balizas de pequeñas flechas o borrones verdes, a veces, pasan inadvertidas. Exige esfuerzo para cubrir sus 26,9 kilómetros.

Fisterra tiene, además, un significado muy especial: para los romanos no era solo el final de la tierra conocida, sino el tránsito al otro mundo. Por eso, hasta sus acantilados llegan desde hace siglos peregrinos que no dan por terminado el Camino en la catedral de Santiago, y que se acercan a este lugar para admirar la caída del sol sobre la inmensidad del océano.

Si se sube caminando hasta el faro desde el pueblo se pueden apreciar las dimensiones del paisaje y detenerse a observar el cementerio diseñado por el arquitecto César Portela, con grandes bloques de granito que miran al mar.

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Vista aérea del cabo de Finisterre. Hedelin F/Andia getty images

Durante esta ruta bordearemos playas bajo el acantilado, como la de Nemiña, y pasaremos tramos sobre acantilados en los que habrá que tener especial cuidado. Uno de los arenales más bonitos es Praia do Rostro, una ancha franja de arena de dos kilómetros azotada por el Atlántico, con una vista panorámica desde la llamada Punta do Rostro. Lo mejor de todas estas playas es que son casi vírgenes; peor es que pueden ser peligrosas si el mar está bravío.

En el camino también se pasa por lugares donde encontrarnos con el pasado, como el castro marítimo sin excavar de Castromiñán, de la Edad del Bronce, y la aldea homónima. Y de bajada al faro de Fisterra se pasa por una señal que indica “San Guillerme” a la izquierda. Este camino conduce a la misteriosa ermita de San Guillermo, una capilla medieval en ruinas y un refugio en la roca donde, muchos creen, hubo un legendario ara solis (altar del Sol), enclave prerromano de rituales de adoración al dios Sol y de fertilidad.

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El faro de cabo Ortegal. Carmen Martínez Torrón getty images
En el encuentro del Atlántico y el Cantábrico: la ruta del cabo Ortegal

En este gran cabo, donde el Cantábrico se encuentra con el Atlántico, enormes pináculos de piedra se sumergen verticales en el mar desde tal altura que las olas que los azotan parecen mansas. Esta confluencia de los dos mares, entre el cabo Ortegal y Estaca de Bares, está marcada por faros que permiten observar los salvajes acantilados donde el mar bate con violencia. Estaca de Bares es, además, el punto más septentrional de toda la Península y un enclave muy apreciado para la observación de aves, pues por aquí pasan varias rutas migratorias que proceden del Atlántico, el Ártico y el Mediterráneo.

Un sendero va desde el mirador de Punta Gabeira, a unos centenares de metros desde el puerto de Cariño por la carretera de Ortegal. La llamada senda de San Xiao enfila 1,6 kilómetros hasta la capilla de San Xiao do Trebo, con unas vistas fabulosas. Desde aquí podremos seguir el camino para ir hasta el final del cabo y volver por la misma ruta. Son solo dos horas de ida y vuelta, de un trayecto sencillo que cubre menos de siete kilómetros.

Los Ancares lucenses, para senderistas exigentes

Los Ancares, en el este de la provincia de Lugo, siguen siendo una de las regiones más aisladas y desconocidas de la Península. Para conocerlos de cerca podemos ponernos en marcha en el pueblo de Piornedo. El concello de Cervantes, al que pertenece esta aleda, tiene toda una red de senderos bien señalizados que se adentran en la zona. Las vistas son impresionantes, con cumbres que se asoman entre las nubes.

La más conocida es la ruta circular que lleva hasta el Mustallar, un camino bastante exigente: buena parte del itinerario es muy transitable pero hay un hito reservado a senderistas con larga trayectoria, como es la ascensión hasta su cima, que con sus 1.935 metros es el pico más alto de la sierra de Los Ancares, ya en la frontera con la provincia de León. Hay alguna cuesta pedregosa que supera los 30 grados de pendiente, con pasos delicados en el Castillín. El itinerario no es excesivamente largo en kilómetros (14,1) pero sí duro. Es mejor evitar los meses de diciembre a marzo, cuando aparece la nieve.

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Pallozas en la aldea de Piornedo, en el concello de Cervantes. Eduardo Blanco alamy

La sierra de Los Ancares, en el límite de Lugo con Asturias y León, guarda paisajes desaparecidos de otras partes de Galicia: valles de castaños, cumbres aisladas en las que los castreños se refugiaron huyendo de los soldados romanos y donde permanecen sus congeladas sus huellas.

Piornedo es uno de sus hitos, una aldea prerromana a la que se llega a través de una dura carretera, a unos 1.300 metros de altura. El pueblo, de piedra y paja, conserva en perfecto estado una docena de pallozas, en parte porque muchas han estado habitadas hasta hace unas pocas décadas y ahora se siguen utilizando como museos etnográficos: todo el conjunto está catalogado como Histórico-Artístico.

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