Como dice el refrán: «La mejor batalla es la que no se libra». Y es que cualquier episodio bélico ha sido siempre construido sobre un acto irracional e insensato. Estos intercambian las palabras y el razonamiento, por armas y destrucción. Dando como resultado la aniquilación de millones de vidas humanas. Sin embargo, el propósito de algunas de estas batallas no siempre es la justicia, la defensa del pueblo o los intereses económicos. A lo largo de los años, multitud de contiendas han sido desencadenadas por motivos realmente estúpidos como el aguardiente, un cerdo o la superpoblación de emús. A continuación, nuestra selección de batallas absurdas de la historia.
¡No toques mi árbol!
En 1976, un comando estadounidense decidió talar un árbol plantado por el líder King II Sung. Los guardias que se encontraban en la frontera entre las dos Coreas abrieron fuego contra los soldados responsables de tal afrenta, causando dos víctimas mortales. Estados Unidos no tardó en contraatacar, enviando un portaviones repleto de bombarderos. Tras multitud de amenazas y ataques, el dictador norcoreano pidió disculpas y permitió a los americanos podar su preciado árbol.
Una resolución de lo más coherente
En 1425, la guerra entre Florencia y Génova obtuvo durante unas horas una tregua «justificada»: decidir el bando vencedor a través del tamaño del pene de sus cabecillas. El más grande finalizaría la contienda con todos lo honores, a lo que el líder florentino respondió ofendiendo a su contrincante. Este rechazó el acuerdo de paz, continuando así una de las batallas más descabelladas de la historia.
El rival más resistente
El ejército australiano emprendió en 1932 una contienda contra un rival fuera de lo común: el emú. Este exótico animal experimentó en aquella época una superpoblación incontrolable, algo que irritó a sus paisanos. El gobierno del país envió un contingente de soldados para acabar con estas criaturas, en una guerra que se extendió durante siete días y donde murieron más de 2.500 emúes.
Un mismo ejército enfrentado
Durante la batalla que enfrentó, en 1788, al ejército austriaco contra las tropas otomanas, los propios reclutas de este primer bando desencadenaron una contienda anterior a la guerra principal. Los jinetes de caballería compraron grandes cantidades de ron para hacer más ameno el combate. Un tesoro que no quisieron compartir con sus compañeros de infantería, desencadenando una pelea que acabó con la vida de más de 9.000 soldados.
La batalla de los pasteles
En 1838, un grupo de mexicanos robó y saqueó una pastelería francesa. Hecho que provocó la ira del embajador de Francia, el barón Deffaudis, quien solicitó una indemnización para el comerciante agravado de 60.000 pesos. Una cifra que el gobierno mexicano se negó a pagar en rotundo. Ante este rechazo, el barón Deffaudis apareció meses después con toda una flota de guerra, que bloqueó los puertos mexicanos y apresó a sus barcos. Obligando después al adversario a abonar la cantidad acordada a cambio de un acuerdo de paz.
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