El presidente de Colombia, Gustavo Petro, saluda a un soldado en Saravena, Arauca, el 22 de noviembre de 2022.Presidencia de Colombia (EFE)
Gustavo Petro se crio políticamente en el M-19, una guerrilla que se hizo muy popular en Colombia por sus golpes de audacia. Sus fundadores robaron la espada del héroe militar Simón Bolívar, pero en la huida descubrieron que la habían perdido por el camino. Ahí se forjaron la fama de ser tan intrépidos como despistados. El presidente de Colombia ha recibido toda esa herencia, que se acaba de hacer patente durante las 72 horas de una tregua de alto al fuego con la guerrilla del ELN que nunca existió.
El último día de año, Petro estuvo tuiteando todo el día. El presidente revisa constantemente Twitter en su teléfono y está atento a lo que la gente le dice. Cuando tuitea se baja las gafas para ver directamente la pantalla. Ese 31 de diciembre espera al filo de la medianoche para anunciar algo importante: su Gobierno ha acordado un cese al fuego bilateral con cinco grupos armados, entre ellos el ELN. Al mensaje le sigue un comunicado de Presidencia en el que anuncia varios decretos para llevar a cabo los procesos con cada organización. Todo parecía atado.
Aunque había algunos detalles que llamaban la atención. Un asunto así, de dos, como un baile, suele ir firmado por ambas partes y no por solo una, como parecía. Nadie del ELN dijo nada al respecto, lo que llamó mucho la atención. Y no necesariamente todo el apartado del Estado estaba enterado. Algunas facciones del Ejército aseguran que no sabían del alto al fuego. La coronel de la policía Sandra Hernández, dos días después, dijo en una rueda de prensa que, “oficialmente”, no tenía ninguna orden sobre el alto al fuego y que esperaban tener una reunión en los próximos días para saber qué hacer. Sonaba inquietante.
En realidad, el armisticio no existía. El ELN lo desmintió este martes. Sencillamente, explicó la guerrilla, no se había pactado ningún alto al fuego con el Gobierno de Petro. Esa paz ficticia había durado apenas tres días. Petro llamó a sus funcionarios encargados de negociar con la guerrilla y dijo que en ese encuentro con ellos iba a discutir derogar el decreto con el ELN y retomar acciones militares contra esa guerrilla. Era un mensaje furibundo después de que lo hayan expuesto públicamente.
En las siguientes horas se buscaron culpables por el primer gran patinazo de Petro en sus seis meses de Gobierno. El ministro de Defensa, Iván Velásquez, salió rápidamente al paso: antes de que Petro lo anunciara en Twitter él se lo contó a los comandantes del Ejército y al director general de la Policía, según su versión. Aunque en verdad ese no es el tema de fondo. La pregunta es si ese a ese acuerdo se había llegado con el ELN o no.
La guerrilla dice que no, rotundamente. El primer comandante del ejército del ELN, Antonio García, dio a entender que no existían las condiciones para un alto al fuego duradero, ya que, según él, ni la policía ni los militares respetaron el que ellos habían decretado en Navidad. “Siguieron actuando como lo han hecho los gobiernos tradicionales y solo se limitan a repetir: ‘La Policía y el Ejército seguirán las operaciones contra el ELN a pesar del anuncio de cese al fuego’”, escribió García en Twitter. Hombre locuaz en redes sociales, acabó con su exposición con una apostilla: “Como dirían los paisas: Qué tristeza Hombre”.
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El incidente —no menor— revela también algún tipo de descoordinación entre el Gobierno y la mesa de negociación nombrada por Petro para pactar con el ELN. Los negociadores son gente cercana a Petro, tienen toda su confianza, pero en ocasiones unos dicen una cosa y los otros, otra. El jefe de los negociadores del Gobierno, Otty Patiño, ex del M-19 elegido por Petro, ha desmentido esta vez a Petro con delicadeza. Dijo que el alto al fuego solo era “una intención” y que la intención del presidente es la de “abreviar los tiempos de la negociación armada y estimular al máximo los espacios de una negociación política”. Pero reconoció que es un tema que apenas se va a plantear en la segunda ronda de diálogos, que está por comenzar en México. Dicho de otra manera, Petro se precipitó.
Algunos achacan ese impulso a su necesidad de comentar la actualidad en vivo, vía Twitter. Varios asesores le han alertado del peligro de pronunciarse de manera inmediata sobre cualquier asunto. Le ocurrió cuando la izquierda perdió el referéndum constitucional en Chile y él sacó Pinochet a colación. Le ocurrió cuando se adelantó a todo el mundo y anunció el regreso a México del Gobierno y la oposición venezolana —molestó a todos que él se arrogase ese protagonismo—. Y le ha ocurrido ahora con un alto al fuego que nunca existió y que ha provocado su mayor tropiezo como presidente.
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