Las águilas más grandes del mundo están en peligro. La deforestación en el Amazonas brasileño ha hecho que las águilas arpías, que pueden pesar más de siete kilos y medir hasta 100 centímetros de largo y 200 de envergadura (la distancia entre los extremos de las alas) no tengan presas suficientes para mantenerse sanas y para alimentar a sus crías, según lo ha revelado una nueva investigación publicada este miércoles en Nature.
Everton Miranda, profesor de la Escuela de Ciencias de la Vida de la Universidad de KwaZulu-Natal en Sur África y primer autor del trabajo, cuenta que cuando la deforestación del hábitat de estas aves supera el 50%, los aguiluchos comienzan a morir de hambre. “Durante el estudio vimos polluelos de águila arpía que solo recibieron comida cada 15 días durante meses antes de fallecer”, dice Miranda.
La alimentación de las águilas arpías, el principal depredador aéreo del Amazonas, se basa exclusivamente en mamíferos que viven en las copas de los árboles, sobre todo osos perezosos de dos dedos, monos capuchinos marrones y monos lanudos grises. “Con la tala y la quema de los bosques tropicales de la región de Mato Grosso en Brasil estas presas se van y las águilas no encuentran qué comer ni cómo alimentar a sus crías”, dice el investigador.
Los biólogos del mundo saben con certeza que los depredadores ápice, que están en el principio de la cadena alimenticia y no tienen otros depredadores, están amenazados gravemente y que sus extinciones locales a menudo se deben a fallas en la adquisición de presas. Sin embargo, hasta ahora ningún estudio había examinado el impacto de la pérdida de bosques en la ecología alimentaria de estas grandes aves.
Miranda y sus colegas monitorearon con cámaras trampa 16 nidos de águila arpía activos en medio de paisajes del Amazonas brasilero que habían experimentado de 0 a 85% de pérdida de bosque. Descubrieron que a pesar de la reducción de posibles presas, estas águilas no pudieron cambiar de dieta y siguieron buscando sin éxito los mismos mamíferos que antes vivían en las copas de los árboles.
Solo en 2020, el Amazonas brasilero perdió 11.088 kilómetros cuadrados de árboles, según el balance anual difundido por las autoridades, un aumento del 9,5% respecto al año anterior. Carlos Peres, profesor de la Facultad de Ciencias Ambientales de la Universidad de East Anglia, en Inglaterra, y coautor del trabajo, explica que las conclusiones del estudio demuestran que estas águilas requieren un hábitat forestal de alta calidad para reproducirse. “El área total del bosque alrededor de los nidos activos debe ser lo suficientemente grande”, explica Peres.
El estudio también mostró que las presas alternativas que hay en los lugares deforestados no son adecuadas para la alimentación de los aguiluchos. “Las áreas con más del 50% de deforestación no son aptas para que las águilas arpías críen descendencia con éxito”, se lee en las conclusiones del estudio. Los autores estiman que desde 1985 la deforestación pudo haber causado una disminución sustancial en el número de parejas reproductoras, aproximadamente en 3.256.
Peres afirma que las águilas arpías están muy amenazadas y son las menos conocidas de todas las grandes águilas existentes en la Tierra. “La deforestación en su bastión del Amazonas está destruyendo gran parte del hábitat dentro de su área de distribución geográfica. Como biólogos de la conservación, estos se convierten en temas urgentes para investigar”, dice el investigador brasilero. Además de la deforestación, Peres afirma que otra de las amenazas a estas aves es la caza indiscriminada. “He trabajado mucho tiempo en el norte de Mato Grosso y sé que los agricultores han matado a muchas arpías a lo largo de los años”.
Los dos científicos, que llevan décadas estudiando los efectos de la deforestación en la biodiversidad del Amazonas, coinciden en que los primates y perezosos que aún viven en los bosques son demasiado pocos para satisfacer las demandas de alimentación del águila arpía: “Cada adulto consume 800 gramos de carne por día”, afirma Miranda. Y añade: “Las tasas de alimentación disminuyeron sustancialmente con la pérdida de bosques, y vimos como tres individuos mal alimentados murieron de hambre”.
Miranda y Peres explican que en el estado de Mato Grosso la deforestación alcanza el 35% de los 428.800 km2 de selva que había antes de la llegada del hombre. “Es un porcentaje altísimo si consideramos que solo fue colonizada hace 45 años”, dice Miranda. En solo cinco décadas se redujo en más de un tercio el hábitat de esta especie.
Otro de los hallazgos del trabajo mostró que en las partes del bosque donde la deforestación superaba el 70% las águilas ni siquiera podían hacer nidos. Los autores concluyen que como las águilas arpías reproductoras dependen de alimentos específicos y rara vez cazan en áreas deforestadas, su supervivencia depende de la conservación del bosque.
En ese sentido, los investigadores proponen una acción decisiva de conservación forestal. Es fundamental detener la tala y así tratar de conservar la conectividad del bosque que aún persiste, trasladar a las águilas jóvenes a hábitats con más árboles y proporcionar suplementos alimenticios a los aguiluchos bebés. “Las estrategias inmediatas son la oferta controlada y responsable de alimento complementario a los aguiluchos en nidos en sitios con más del 50% de pérdida de bosque”, dice Miranda y concluye: “Es urgente y necesario que el gobierno reprima adecuadamente la deforestación ilegal”.
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