Después de haber ganado al Levante parecía que el cielo europeo se le abría al Athletic una vez más, pero al igual que la pasada temporada se murió en la orilla. El triunfo en La Nucía elevó a los rojiblancos hasta los 51 puntos y había restañado las heridas de los varapalos caseros ante Real Madrid y Sevilla, pero un par de citas para el olvido han noqueado a un equipo que hasta entonces había mostrado buenas sensaciones por momentos, con rachas también para poner el grito en el cielo.
Con la dosis de polémica que se temía, el Real Madrid despojó al Athletic de un resultado de empate que pudo haberse dado. Días después no se enmendó la plana, todo lo contrario, el Sevilla se adueñó del marcador después de que Capa adelantara a los bilbaínos. Como sucedió ante los merengues, el penalti de Munir a Iñigo Martínez fue un espejismo de los aficionados y no se pitó. De todos modos, el equipo de Lopetegui mereció el triunfo.
Esperpento
Frente al Leganés, diezmado por las lesiones y las sanciones, el encuentro se torció antes de la media hora con la expulsión de Unai Simón. Otra vez las decisiones arbitrales fueron decisivas, aunque en este caso estuvo bien adoptada la decisión del trencilla.
Para colmo lo de ayer fue un esperpento, con un cuarto gol que pasará a la reciente historia de este A
thletic de Garitano, que casi nunca ha perdido la compostura, pero estaba visto que ayer tenía que ser el día, como sucedió durante media hora con el Betis en diciembre.
Si falta intensidad…
En conclusión, en un tramo final muy corto se ha producido la debacle, con dos derrotas seguidas en casa -no sucedía desde los choques ante Osasuna y Getafe-, la primera remontada que le hacen a Garitano en su feudo y una goleada que para nada entraba en los planes: es el peor varapalo que ha sufrido el entrenador de Derio desde que está con la primera plantilla.
Puestos a examinar lo sucedido todos son responsables: desde el entrenador por no haber dosificado más y mejor a sus hombres, hasta los futbolistas, que ante el Granada no pusieron el grado de intensidad que se requería para el momento, como denunció Muniain a la conclusión del partido de Los Cármenes.