El presidente electo de Chile, el izquierdista Gabriel Boric, que ganó los comicios el pasado domingo, pasó de un 25% de respaldo en primera vuelta a un 55% en la segunda, con un millón de votos más que José Antonio Kast, su rival de la derecha extrema. Su triunfo fue el resultado de un pragmatismo inusual que rompió todas las previsiones. Y no solo porque logró revertir el segundo lugar que obtuvo el 21 de noviembre, algo que no había sucedido nunca en Chile. En las cuatro semanas entre las dos convocatorias y durante las que Boric logró dar la vuelta al voto para obtener la victoria en las presidenciales, resultó crucial un amplio giro en el relato político.
Del candidato de Apruebo Dignidad que prometía cambiarlo todo, Boric pasó a otro mucho más moderado; cambió la ropa informal por una camisa con chaqueta, y dejó de hablar a los “compañeros y compañeras” para dirigirse a los “chilenos y chilenas”. Boric fue convincente en advertir, sobre todo a las mujeres y a los más jóvenes, que una victoria de su contrincante ultraconservador pondría en peligro derechos adquiridos. Fue un éxito: la izquierda arrasó entre los menores de 30 años y ganó con comodidad entre los menores de 50. Logró también sacar de sus casas al 55% de los chilenos, el mayor porcentaje desde la implantación del voto voluntario en 2012.
Fue fundamental la incorporación a la campaña de Izkia Siches, una médica de 35 años —la misma edad de Boric—, líder de la gremial Colegio Médico, que renunció a su cargo cuatro días después de que la izquierda quedase dos puntos por debajo de Kast en primera vuelta (25%, frente al 27% del líder del Partido Republicano). Pamela Figueroa, académica de la Universidad de Santiago, dice que “la llegada de Siches fue estratégica”. “Incorpora a una mujer que es líder y viene del mundo social, y eso le hace ampliar su base de apoyo. Boric pasa a ser más que su coalición”, explica Figueroa.
Siches y Boric tienen gran sintonía política desde su tiempo de estudiantes de la Universidad de Chile, hace una década, cuando fueron dirigentes de las movilizaciones en el primer Gobierno de Sebastián Piñera de 2011. La decisión de incluir en el equipo a Siches y el modo de comunicarla marcaron un hito en la campaña. La médica, que tiene una hija de solo unos meses, ofreció un discurso emotivo. “Las cosas importantes nos exigen grandes desafíos, grandes sacrificios. Hoy siento que todo es clarísimo, que miro a la cara de mi hija y sé lo que debo hacer, es mi deber”, aseguró la mujer, que ha tenido gran protagonismo durante la pandemia y se enfrentó al Gobierno de Piñera.
Siches lideró una fuerte campaña territorial, sobre todo fuera de la capital, Santiago, donde Boric obtuvo menos votos que en las grandes urbes. Lo hizo en un autobús y con su hija pequeña, en una imagen que traspasó un mensaje potente a los votantes: la ciudadanía debe hacer sacrificios para que Boric llegue a la presidencia y, al mismo tiempo, impedir el triunfo de Kast.
“Siches recorre el país, cuando todos le decían que usara redes sociales. Lo hace con su bebé y arrastra multitudes”, señala el sociólogo Eugenio Tironi. “Con ella, Boric reconquista el norte [que en primera vuelta había sido para el candidato Franco Parisi, tercero en el escrutinio], recupera muchos votos en el sur [bastión de Kast] y arrasa en Santiago, donde gana por 28 puntos. Venimos de una crisis severa de falta de participación, y el hecho de que los jóvenes hayan decidido participar es una noticia muy positiva”, apunta Tironi.
Los apoyos al aspirante de izquierda fueron especialmente fuertes entre esos jóvenes que decidieron votar para detener a Kast. Y lo fueron mucho más entre las mujeres jóvenes. Según un estudio de la plataforma Decide Chile, de la empresa de datos Unholster, si en la primera vuelta votó el 53% de las menores de 30 años, en la segunda fueron el 63%. La cifra subió también entre las mujeres de entre 30 y 50 años: su participación pasó del 58% al 67%.
Fue la potencia de la esperanza que ofrecía Boric con respecto al relato del miedo promovido por Kast. Si la primera vuelta dejó en evidencia la importancia del orden y la seguridad pública para la población —lo que explicó el buen resultado en las urnas de Kast el 21 de noviembre—, Boric se esforzó en la segunda vuelta en despejar los fantasmas que persiguen a la izquierda. En la noche electoral de los comicios de noviembre, Boric habló, por primera vez, de garantizar la seguridad pública y combatir el narcotráfico, dos temas incómodos para la izquierda, a la que no le gusta nada que suene a represión. Días después, el candidato prometió: “En nuestro Gobierno no vamos a quitarles nada”. Fue una referencia a los temores que despierta su proyecto más polémico: el fin del sistema privado de pensiones, las AFP, un modelo de capitalización donde los futuros jubilados acumulan mes a mes su dinero, y su reemplazo por otro estatal.
Hacia el final de la campaña, la izquierda dio otro golpe de efecto determinante. Boric se reunió durante largas horas con el expresidente socialista Ricardo Lagos y consiguió el respaldo explícito de Michelle Bachelet, dos veces presidenta y actual alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Reconciliación
Fue el regreso del hijo pródigo: durante la primera vuelta, Apruebo Dignidad, la coalición que el Frente Amplio de Boric integró junto con el Partido Comunista, dinamitó la herencia de los 30 años de la Concertación. La alianza de socialistas y demócrata-cristianos que lideró la transición tras la dictadura era la culpable, según Boric y sus seguidores, de todos los males que ahora le achacaban a Chile, como la desigualdad y un modelo de Estado mínimo basado en la meritocracia individual y el sector privado.
Reconciliado con los padres fundadores, Boric consiguió credenciales de moderado y captó el voto del centro. Kast, en cambio, nunca pudo romper su relación con la dictadura de Augusto Pinochet. “Prevaleció el peso de la historia”, asegura Tironi. El triunfo del domingo fue, según este sociólogo, el de “la vieja alianza popular de las clases medias con el mundo trabajador. En Chile es importante la concordancia ente la izquierda y el mundo demócrata-cristiano. Boric logró además encarnar todas las protestas contra el neoliberalismo, además del movimiento feminista y luego el estallido [de octubre de 2018]”.
Si en la campaña de la primera vuelta Boric se subió a un árbol para representar los sueños y el anhelo de cambio, en la segunda ronda se mostró como un presidenciable, con cambios evidentes incluso en su imagen, de mayor seriedad. Mientras su contrincante Kast viajó a Estados Unidos en medio de la campaña en una gira difícil de entender, Boric se desplegó fuerte en terreno y contactó con la gente, lo que no había hecho previamente.
En esas cuatro semanas hubo eventos masivos a diario y Boric comenzó a emerger poco a poco como una celebridad, en una luna de miel con el electorado que no se vislumbra que pueda acabarse pronto.
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