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Las estrellas dan portazo a la Superliga del golf


Poco se sabe en firme sobre el proyecto, salvo que se hace llamar Saudi Super Golf League (SSGL), tiene como cara visible a Greg Norman, de 67 años, golfista estrella en los años ochenta y noventa, y pretende crear con el dineral saudí un circuito cerrado con los mejores jugadores del mundo y quedarse así con el pastel económico que ahora reparte el circuito estadounidense de golf, el PGA Tour.

Los impulsores de esta Superliga no se han presentado públicamente, no han contado su proyecto de manera oficial ni han dado cifras, pero los cantos de sirena venían sonando cada vez con más fuerza en las últimas semanas. Nadie hablaba del tema (en público) pero todos lo comentaban (en privado). Hasta que Jon Rahm, el número uno del mundo, ha dado un paso al frente para provocar un potente efecto dominó: “Esta es la primera y única vez que hablaré de esto. Declaro oficialmente mi lealtad al PGA Tour. Soy miembro del Consejo Asesor de Jugadores y creo mucho en (el comisionado) Jay Monahan y en el producto que nos darán en el futuro. Se ha hablado mucho y se ha especulado sobre la Superliga saudí. Simplemente no es algo que crea que sea lo mejor para mí y mi futuro en el golf, y creo que el mejor legado que puedo lograr será con el PGA Tour. No juego por el dinero, que es la única razón para ir allí. Te lanzan números y creen que te impresionan. Yo juego por el amor al golf y para convertirme en un campeón. Crecí viendo a muchos increíbles jugadores, hay una historia, un legado, y eso me atrae mucho. Lo otro no me parece inteligente”, comentó hace unos días Rahm, ganador de unos 30 millones de euros en premios en el PGA.

El mensaje rotundo del vasco ha generado una cascada de reacciones, la mayoría en contra de la Superliga. “El proyecto está muerto. ¿Quién queda para ir a jugar allí? Nadie. ¿Quién va a llenar el campo, Greg Norman? No creo que vayan a conseguir a 48 jugadores”, afirmó Rory McIlroy. “Es el momento para acabar con las especulaciones. Estoy comprometido plenamente con el PGA Tour”, añadió Dustin Johnson. “Mientras los mejores estén en el circuito americano, yo también estaré”, abundó Bryson DeChambeau. “¿Superliga? Me quedo en el PGA”, zanjó Brooks Koepka. Y Tiger Woods comentó: “Lleguen a un acuerdo y saldremos ganando todos”.

La polémica ha subido de temperatura tras salir a la luz unas declaraciones de Phil Mickelson, ganador de seis grandes, recogidas en la redacción de una biografía: “Son unos hijos de puta (los saudíes) con los que da miedo involucrarse. Sabemos que mataron a (el periodista Jamal) Khashoggi y que tienen un historial horrible en materia de derechos humanos. Allí ejecutan a gente por ser gay. Sabiendo todo esto, ¿por qué iba a considerarlo? Porque esta es una oportunidad única en la vida para remodelar el funcionamiento del PGA Tour, que es una dictadura que utiliza el divide y vencerás porque saben que los intereses de los jugadores top no son los mismos que del resto”. Mickelson, en el centro del huracán, ha avivado el conflicto. La Superliga ha perdido la primera batalla, pero no se sabe si la derrota será definitiva.

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