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Las gallinas que roba y se come el lince ibérico

“Mírale, mírale, ahí está comiéndose mi gallina, no penséis que se asusta al verme, para nada. Una gallina menos”, comenta anonadado Sergio Heredero De la Vega, mientras graba a un lince ibérico que continua enfrascado en saborear el ave que acaba de sisar de su gallinero en una finca de Toledo, entre los municipios de Polán y Gálvez. El ejemplar saltó una valla de más de dos metros. “En mis narices, como si nada y con la gallina en la boca”. Días antes, el 2 de diciembre, su mujer se encontró a unas 20 aves destrozadas en el pequeño gallinero que poseen para consumo familiar en la finca, en la que también cultivan pistacho ecológico. Al principio no sabían qué animal podría haber perpetrado la masacre, porque en la zona viven más depredadores como zorros o garduñas, pero la huella de una dentellada delató al lince. A pesar de la pena que le produce perder a sus gallinas, Heredero De la Vega se muestra comprensivo con una especie que provoca simpatía a pesar de los daños. “Lo bonito de esto es ver a un lince tan cerca, lo malo es que me está dejando sin mis gallinas, pero habrá que adaptarse a vivir con él, no queda otra, está en peligro de extinción y nosotros no”, matiza en la grabación.

“Llevamos un año y medio o dos conviviendo con el felino, sabemos que está ahí y le intentamos respetar el máximo posible”, explica a EL PAÍS el dueño de la finca, camionero de lunes a viernes y montador de escenarios los fines de semana. Todavía está asombrado de la pericia del lince y de su inteligencia para localizar el punto más débil del vallado para entrar y escapar. Con el móvil en ristre, siguió el rastro de sangre hasta que localizó al felino zampándose el ave. Grabó la escena “para tener pruebas a la hora de demostrar quien ataca mi gallinero”.

Con la ayuda del Gobierno regional han reforzado el gallinero interior y ahora está esperando para convertir la cerca exterior en invulnerable a los depredadores. “También me han dicho que me van a traer un mastín para defender a las aves. Al final es volver a cómo lo hacían nuestros abuelos”, explica en conversación telefónica Heredero De la Vega, que en un futuro quiere poner un negocio de venta de huevos de “gallinas felices”.

El crecimiento del número de linces provoca escenas de este tipo en otros lugares de España donde existen poblaciones de la especie, como ocurre en Andalucía, donde viven la mitad de los ejemplares de la península Ibérica. El Gobierno regional anunció este marzo que había reparado 30 gallineros afectados por la presencia del felino en la zona de Guadalmellato, sobre todo en los municipios de Adamuz, Villafranca de Córdoba y Montoro, en la sierra de Córdoba, al pie de Sierra Morena. Baltasar García, olivarero de Adamuz de la organización UPA, es propietario de gallinas para consumo propio y no ha tenido más remedio que encerrarlas en un vallado y protegerlas con un pastor eléctrico (cables electrificados) “abajo, arriba y en medio de la valla”. Asegura que entran en las instalaciones porque “no hay mucho conejo y tienen hambre y el problema es que cuando lo consigue, mata a todas”. En esos casos se comunica a la Junta de Andalucía, “pero si se lleva una o dos, pues asumes las pérdidas”. García matiza que el lince no le parece mal, pero quizá “los deberían tener más controlados y proporcionarles comida, quizá repoblar con conejos”.

“A medida que aumente la población, estos ataques se pueden ir incrementando y desde la consejería intentamos mejorar las condiciones de los gallineros y reponer las bajas”, explica Antonio Aranda, responsable del servicio de Espacios Naturales de la Consejería de Desarrollo Sostenible de Castilla-La Mancha. De momento, añade, “los daños no son generalizados porque no todos los linces se comportan de esa forma y suelen entrar en instalaciones muy caseras que no están preparadas”, comenta.

El principal componente de la dieta del lince es el conejo y puede ocurrir que no haya mucha densidad de ejemplares ―lo adecuado es entre dos y cuatro conejos por hectárea― o que existan individuos jóvenes que en la dispersión para encontrar nuevos territorios se topen con unas gallinas fáciles de atrapar. “Pero no es el comportamiento generalizado de la especie, hay individuos que atacan este tipo de instalaciones y otros no”, subraya Luis Suárez, responsable del programa de Especies de WWF.

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El crecimiento de la población de lince ibérico ha sido espectacular, aunque la especie continua en peligro de extinción. En 2002, cuando comenzó el programa de reintroducción, solo quedaban 94 ejemplares en la península Ibérica y ahora la población alcanza los 1.111 individuos entre adultos y cachorros. En los cinco núcleos de Andalucía viven la mitad de los linces. Le sigue Castilla-La Mancha con un tercio de la población y Extremadura, con 141 ejemplares. En Portugal habitan 140 felinos en el área del valle del Guadiana, indican los últimos datos del Ministerio para la Transición Ecológica.

En Castilla-La Mancha se han liberado desde 2015 unos 100 ejemplares criados en cautividad, que se han asentado en tres zonas estables. El año pasado, la población superaba los 180 individuos, a los que hay que sumar 146 cachorros. Los últimos datos de la Consejería de Desarrollo Sostenible señalan que este año han nacido 200 linces. Los próximos pasos para la conservación de la especie persiguen conectar las poblaciones para evitar la endogamia que podría acabar con el éxito obtenido hasta ahora y crear dos nuevas áreas linceras, una en Lorca (Murcia) y otra en Sierra Arana (Granada).

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