“Es milagrosa: nos ha hecho varios favores”, confiesa Carlos Andrade mientras sostiene a Lucho, su “ñatita”, en una urna de cristal, una de las incontables calaveras humanas que este viernes recalaron en el Cementerio General de La Paz para recibir su bendición.
Como todos los años en esta fecha, miles de bolivianos acudieron a este camposanto para rendir culto a las “ñatitas”, cráneos de personas a los que se les atribuyen capacidades protectoras.
CALAVERAS DE LA SUERTE
Lucho luce gafas de sol y corona de flores, unos atuendos que no desentonan entre el resto de ostentosas “ñatitas” que invaden el cementerio.
“Lleva diez años en la familia y ayuda a las personas, por eso también la traemos acá”, asegura a Efe Andrade, que dice haber recibido la calavera de su suegra, “a quien protegió durante doce años”.
Las “ñatitas” reciben ese nombre porque no tienen nariz y sus propietarios, que en algunos casos acumulan varios cráneos, conviven durante todo el año con ellas bajo la creencia de que su compañía les proporcionará “buena fortuna”.
Solo una vez al año, un semana después del día de Todos Santos, las “ñatitas” abandonan la morada de sus familiares para recibir tributo en los cementerios de La Paz y la vecina El Alto, ciudades donde la tradición tiene mucho arraigo.
LA CRISIS EN EL PAÍS
Allí obtienen una bendición, además de recibir agasajos que incluyen la ofrenda de cigarrillos, alcohol y hojas de coca.
Bolivia vive desde hace más de dos semanas una crisis política y social tras las denuncias de fraude en las elecciones del 20 de octubre a favor del presidente del país, Evo Morales.
Esta jornada de “ñatitas” estuvo marcada por la petición de “paz para el país” que hicieron quienes llevaban las calaveras.
Es el caso de Mónica Jiménez, que acude al cementerio con dos cráneos que le legó su abuela, y aseguró a Efe que “hablar” a sus “ñatitas” puede servir para “evitar que los bolivianos nos peleemos entre nosotros”.
Elba Sarabia ha llegado temprano al cementerio para llevar a Claudio, un cráneo que consiguió en el mismo lugar donde se encuentra sentada y al que considera su “amigo”.
Sarabia, como Mónica Jiménez, pide a su “ñatita” que “vele por Bolivia para que pare el derramamiento de sangre”.
Al menos tres personas murieron en enfrentamientos entre partidarios y detractores de Morales en los últimos días.
EL COLORIDO EN EL CEMENTERIO
En la puerta del cementerio unas cholitas, mujeres aimaras con trajes típicos, abordan al visitante vendiendo coronas, velas y medallones, accesorios necesarios para que las “ñatitas” completen el protocolo.
El carácter pomposo de la celebración no se encuentra solo en la “indumentaria” de los cráneos, ya que sus propietarios hallan en los altares donde se transportan las calaveras un motivo para competir en originalidad con sus vecinos.
El recipiente estrella es la urna de cristal, pero el abanico de continentes es heterogéneo, supeditado a las posibilidades e imaginación de cada propietario: cajas de cartón, altares improvisados con bandejas de cocina, trabajos de madera que simulan ataúdes.
Aquí manda el colorido, en una fiesta visual que trata de romper con el imaginario habitual de un ritual mortuorio.
EL ORIGEN DE LA TRADICIÓN
Se cree que esta tradición se inició en la época precolombina y la celebración, que implica la profanación de restos mortales, nunca fue del gusto de una Iglesia católica, que la tolera por la gran aceptación que tiene.
El origen de las “ñatitas” es muy variado. Algunos propietarios reciben las calaveras como regalo “de buena ventura”, otros acuden directamente al cementerio para hacerse con ellos y la mayoría son, simplemente, familiares que no quieren desprenderse del cráneo de sus allegados.
Nataly Choque, por ejemplo, acude al camposanto con Henry Luis y Carlita, las calaveras de sus cuñados, que asegura que le han ayudado en los momentos difíciles.
“Henry Luis nunca te falla, mi esposo tiene mucha fe en él”, contó a Efe Choque, mientras equilibra una corona de flores en la parte superior de Carlita.
Cristina Román obtuvo sus dos calaveras como obsequio y es una de las bolivianas que este día reza a sus “ñatitas” para que “llegue la paz en Bolivia”.
Cristina Román aseguró pedir siempre la paz a sus calaveras, “no solo en estos momentos difíciles”, y por eso ahora su discurso suena más pragmático que el de la mayoría de propietarios de “ñatitas”.
“Ahora a quien le ruego es al Gobierno y a Evo Morales, para que den un paso al lado y dejen de provocar muertes. Qué se den cuenta de que tiene que acabar la violencia”, declaró a Efe.
El componente macabro que posee la tradición viene este año acompañado por una situación política que ha dejado ya tres muertos y más de trescientos heridos en las calles.
Una circunstancia que no impedirá que este peculiar ritual acabe, como todos los años, diluido en un festejo donde familias y vecinos comparten comida, bailes y alcohol en calles y locales de los alrededores del cementerio.
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