Las negociaciones que comenzaron en México exponen el nuevo status quo de la oposición venezolana, en la que la estructura creada por Juan Guaidó, que ha denominado “Gobierno interino” parece haber llegado a su fin. Este escenario podría a conducir a su desmantelamiento, aunque no hay retirada sencilla. El hilo de tensión que guía las nuevas conversaciones auspiciadas por el Reino de Noruega es precisamente del que penden Guaidó y también el Gobierno de Nicolás Maduro. Un hilo controlado por Estados Unidos y la Unión Europea. Las sanciones económicas y el control de los activos que han quedado fuera de las manos del chavismo, por un lado, y los pactos para unas elecciones como base para una posible transición política en Venezuela a largo plazo, por el otro, determinarán si este nuevo proceso de diálogo llega a algún lado.
El cambio en la Casa Blanca este año y la alineación de las políticas de Washington y Bruselas han permitido este escenario. La Administración de Joe Biden ha mantenido el respaldo al opositor y le sigue reconociendo como presidente interino, una contrafigura que asimiló gran parte de la comunidad internacional tras no reconocer la reelección de Maduro el 20 de mayo de 2018. Fue un punto de quiebre institucional que ha marcado la política venezolana los últimos dos años. La Unión Europea ha modificado su posición cambiando la calificación de Guaidó, al igual que otros países de la región de forma directa o tácita, para hablar habla ahora de las oposiciones.
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El memorándum de entendimiento firmado en el Museo Nacional de Antropología de México el viernes pasado supone un desmantelamiento de esa estructura. La oposición acude bajo el paraguas de la Plataforma Unitaria y uno de sus delegados, Tomás Guanipa, renunció al cargo de embajador de Guaidó en Colombia para integrarse a las negociaciones. Nicolás Maduro figura como Gobierno, bajo la representación de Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional renovada en 2019 en unos comicios que la comunidad internacional también rechazó.
“Este proceso abre una ventana a la oposición para solidificar un status quo donde el interinato no es el que tiene más peso, sino que es algo más heterogéneo resultado de la estrategia del Gobierno de división y cooptación y del distanciamiento de la oposición con la gente”, apunta la politóloga Ana Milagros Parra. “Ahora les toca negociar internamente entre ellos con base en las exigencias que están haciendo en esta negociación, que puede durar meses e incluso años”, añade.
El interinato, agrega Parra, que de ninguna manera puede llamarse Gobierno, ha dejado una sombra que tampoco se puede desestimar como capital político. Hay todavía una legitimidad internacional importante y un control de fondos del país en el extranjero, que pueden usarse como un activo en una estrategia para toda la oposición, no solo para la que se moviliza en torno al partido Voluntad Popular. En su opinión, a Guaidó, que ya no es el hombre fuerte de la oposición, le hora toca trabajar con lo que tiene y no con lo quiere.
El Gobierno interino ha sido apenas un símbolo, según Ángel Álvarez, politólogo y profesor en la Universidad de Otawa, “sin ninguna eficacia política”. “Nunca tuvo una fortaleza considerable salvo el reconocimiento de algunos países como una entidad simbólica, con poca capacidad de decidir e incidir en nada y acceso a unos recursos importantes de Venezuela, pero también limitados”. Esas tenues fortalezas se debilitan aún más con el cambio de posición de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea hacia una solución de largo plazo para la crisis venezolana. “No es el momento ideal del liderazgo de Juan Guaidó, que es el de un solo sector de la oposición y duró pocos meses”, dice Álvarez.
El análisis está dividido sobre el peso que tuvo la estrategia de presión internacional que empujó Guaidó para llegar hasta este punto. Álvarez apunta que el mayor balance está en haber logrado cambiar la posición de la opinión pública e internacional sobre el chavismo, todavía mirado con simpatía por algunos sectores. Parra apunta a que el cerco, en el que el Gobierno interino ha sido una importante piedra en el zapato de Maduro, ha confeccionado este nuevo escenario.
“La estrategia de máxima presión permitió que el Gobierno esté sentado en la mesa e hiciera modificaciones a nivel económico en la búsqueda de dinero para sobrevivir. También significó una molestia gigante para su cúpula. Pero se vendió una salida idílica a corto plazo, cuando las estrategias maximalistas no existen”, sostiene la politóloga, que agrega: “Es el primer proceso de negociación en el que el chavismo se sienta con necesidades. Hay que aprovechar eso porque están dispuestos a hacer concesiones, aunque eso no significa que vayan a salir del poder”.
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