“Justo cuando pensaba que estaba fuera, vuelven a involucrarme”, se quejaba rabioso Michael Corleone en la tercera entrega de El Padrino. En la particular saga que vive Boris Johnson, con el escándalo de las fiestas en Downing Street durante el confinamiento, siempre surge un recordatorio de la particular infamia que supuso para muchos británicos todo aquello, justo cuando el primer ministro empieza a confiar en que ha salido del atolladero. Las fotos publicadas este lunes en exclusiva por la cadena ITV muestran a Johnson, copa en mano, brindando efusivamente con su equipo de colaboradores. Era el 13 de noviembre de 2020. Todo el Reino Unido estaba sometido a un estricto confinamiento. Nadie podía juntarse en interiores con personas de otra vivienda.
En la mesa de la oficina hay dos botellas de champán o cava, cuatro de vino, una de ginebra, galletas saladas, patatas fritas, vasos de cartón… Era la despedida de Lee Cain, hasta ese momento director de Comunicación del primer ministro. Ese día también había salido por la puerta de atrás del edificio Dominic Cummings, el ideólogo de la campaña a favor del Brexit en el referéndum de 2016 y asesor estrella del nuevo Gobierno de Johnson, hasta que sus continuos enfrentamientos con la esposa del político, Carrie Symonds, le hicieron caer en desgracia.
Cada vez está más claro que Cummings, brillante pero obsesivo en su venganza contra su antiguo jefe, está detrás de muchas filtraciones de fotos o datos relevantes sobre las fiestas. A través de su cuenta de Twitter o de su blog por suscripción. Lo importante es que la presa no tenga escapatoria. En aras a la brevedad en el mensaje que requiere Twitter, el exasesor siempre se refiere a Johnson con un emoticono de un carrito de la compra. Así se definió un día el político conservador, incapaz de resistirse a una buena broma, aunque sea sobre sí mismo. Era la metáfora para expresar su incapacidad de avanzar en línea recta —concentrarse en un objetivo― y acabar siempre dando bandazos de un lado a otro.
“La prueba de que Johnson estuvo en un evento donde otros fueron multados y él no. ¿Por qué? Intento de taparlo todo. Prueba también de que mintió a los diputados”, escribía Cummings poco después de que se filtraran las nuevas fotos. Preciso en su vendetta como un cirujano, señalaba las dos líneas de ataque que vuelven a poner contra las cuerdas a Johnson. Las fotos demostrarían, según el exasesor, que el primer ministro cometió desacato al Parlamento. Y Scotland Yard, que se limitó a imponer al primer ministro una sola multa, y por una fiesta distinta a la de las nuevas imágenes, habría hecho la vista gorda para salvar al político.
El 8 de diciembre de 2021, la diputada laborista Catherine West preguntó expresamente a Johnson en la sesión de control del Parlamento: “¿Puede el primer ministro decir a esta Cámara si hubo una fiesta en Downing Street el 13 de noviembre [de 2020]?”.
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La respuesta del político ha regresado ahora para ponerle en evidencia frente a la imagen de las nuevas fotos. “No”, dijo entonces. “Pero estoy seguro de que, ocurriera lo que ocurriera, se cumplieron en todo momento las normas y recomendaciones [de distanciamiento social]”, añadió.
Hace poco más de un mes, la Cámara de los Comunes dio luz verde a que la Comisión de Privilegios del Parlamento (similar a la española Comisión del Estatuto del Diputado) investigara a Johnson por posible desacato. Es decir, por mentir o confundir deliberadamente a los diputados con sus declaraciones sobre las fiestas. Downing Street intentó frenar la votación, pero eran muchos los parlamentarios conservadores dispuestos a rebelarse, y por vergüenza torera, tiró la toalla. La investigación siguió adelante, y las nuevas fotos van a suponer munición extra para un Parlamento cada vez más irritado por el modo en que Johnson ha intentado esquivar sus responsabilidades.
Las voces conservadoras que habían optado por el silencio para no generar inestabilidad durante la crisis de Ucrania han vuelto a dejarse oír. “Está absolutamente claro que aquello fue una fiesta. El primer ministro nos engañó desde la tribuna. Ante esto solo queda una respuesta honorable”, ha dicho el veterano diputado Roger Gale. “Para la gran mayoría, esas imágenes son algo injustificable y erróneo”, ha afirmado Douglas Ross, líder de los conservadores en Escocia, donde las andanzas de Johnson suponen una gran factura para el partido.
Apenas unos pocos parlamentarios, y con la boca pequeña, se adhieren al argumento defensivo propagado por Downing Street, según el cual Johnson habría pasado brevemente a despedirse del homenajeado Cain a la salida del trabajo. El maletín de cuero rojo de primer ministro que reposa en una silla frente al político, en las nuevas fotos publicadas, sería la prueba evidente de esa explicación.
La policía, en el punto de mira
Cada nueva prueba que surge a la luz pública, como las fotos de este lunes, permite a la ciudadanía, a los partidos de la oposición y a los medios formar su propio juicio sobre lo sucedido. Y a la vez, calibrar la severidad o el rigor empleado por los responsables de investigar las fiestas. El alcalde laborista de Londres, Sadiq Khan, se ha convertido en la voz más firme en cuestionar la tarea de Scotland Yard, que cerró su investigación e impuso un total de 126 multas al personal de Downing Street. Pero solo una, y de escasa cuantía (unos 60 euros) a Johnson. “Creo que es importante, en términos de confianza pública, y dado que se ha cuestionado la integridad de la investigación, que la policía dé explicaciones de cómo ha llegado a las conclusiones a las que ha llegado”, ha dicho Khan a la BBC, en unas declaraciones con la necesaria sutileza para no enfrentarle abiertamente con un departamento que depende de él y que no pasa por sus mejores horas.
Las fotos reavivan el escándalo de las fiestas, en detrimento de Johnson, pero tampoco ayudan las crecientes sospechas de que Downing Street ha intentado maniobrar en la sombra para cerrar todo en falso. Junto al cuestionamiento de la suavidad de las sanciones impuestas por Scotland Yard, en las últimas horas se ha sabido que el equipo de Johnson pidió a la alta funcionaria Sue Gray que se reuniera en privado con el primer ministro. Nadie aclara el propósito de un encuentro que finalmente se celebró, pero sobrevuela la idea de que se intentó convencer a Gray para que metiera en un cajón su informe sobre las fiestas.
La número dos del cuerpo de altos funcionarios del Reino Unido y vicesecretaria de la Oficina del Gabinete de Johnson, una mujer con fama de íntegra y hermética que no se casa con nadie, debe publicar finalmente esta semana su informe definitivo. Para no interferir con la investigación de Scotland Yard, solo dio a conocer una parte del documento, a finales del pasado enero. Ya entonces señaló que en Downing Street había “un consumo excesivo de alcohol que no resulta nunca apropiado en el lugar de trabajo”, y que se habían producido “fallos en el liderazgo y en el juicio empleado por diferentes departamentos del número 10 de Downing Street”. Quedó claro entonces que ese liderazgo era el de Johnson. Muchos diputados conservadores optaron por esperar al informe definitivo de Gray antes de tomar una decisión sobre el futuro del primer ministro. Johnson se enfrenta a otra semana de calvario, justo cuando pensaba que ya estaba fuera.
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