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Las saudíes luchan por abrirse paso en la sociedad

Los cambios sociales en Arabia Saudí tienen dos pilares: mujeres y emprendimiento. Ambos se dan cita el último sábado de octubre en una incubadora de start-ups en el norte de Riad. Aquí tiene su sede Saudi Women Stories, la empresa social fundada por la periodista Sheikha Aldosary con el objetivo de promover que las saudíes cuenten sus propias historias y se apoyen entre sí para vencer la resistencia a las posibilidades que se han abierto ante ellas desde que el príncipe heredero, Mohamed Bin Salmán, tomó las riendas del país.

El tema de este sábado es Ejercicio físico y bienestar. En reuniones anteriores han abordado la independencia económica, los estereotipos o la violencia de género. Mujeres y hombres se sientan juntos. Algunos se conocen; otros no. Hay una interiorista, una socióloga, un funcionario, una ama de casa con su hija… Vienen a escuchar a una instructora de yoga y un entrenador personal. Todo normal. Todo sorprendente.

Hace apenas cinco años, esta era una sociedad sexualmente segregada por ley. Al haberse levantado ese imperativo, actividades sociales y centros de trabajo presentan un aspecto muy diferente, al menos en las ciudades donde el cambio se ha abrazado con mayor entusiasmo. La práctica del yoga, por ejemplo, no se legalizó hasta noviembre de 2017. En el caso de las mujeres, el deporte estaba mal visto y ni siquiera se impartía gimnasia en los colegios. Hoy se promueve la actividad física, e incluso un grupo de pequeñas gimnastas aspira a llegar a las Olimpiadas.

La emprendedora social, Sheikha Aldosary (a la derecha, con el micrófono) presenta a sus invitados en uno de los seminarios que organiza.Á. E.

La incorporación de las mujeres al trabajo, y por ende a la vida pública, constituye el mayor éxito de las reformas del príncipe heredero. Desde que en 2016 lanzó el plan para modernizar el reino, su porcentaje en la fuerza laboral se ha casi duplicado hasta alcanzar un 33% (en los países occidentales se acerca al 50%). Esa apuesta le ha granjeado el apoyo de las saudíes, a pesar de su mano dura con las activistas, varias de las cuales siguen encarceladas. La sociedad aún está en proceso de absorber el enorme cambio cultural que conlleva.

“Es la primera vez que tenemos la oportunidad de trabajar en la esfera pública, en cualquier trabajo”, destaca Aldosary, una firme defensora de las reformas. No obstante, admite que aún hay resistencia al cambio en algunos sectores. “El hecho de que el Gobierno te diga que puedes trabajar, conducir o viajar no significa que se haga realidad de forma automática. Hay familias que mantienen las restricciones”, señala.

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El fin de la prohibición de conducir ha sido clave para el acceso de las saudíes al trabajo, en especial en las capas más modestas de la población que no podían permitirse el lujo de chóferes privados. Pero la verdadera emancipación ha ido de la mano del desmantelamiento del sistema de tutela masculina. La oposición a estos avances viene de ultrarreligiosos que creen que la separación de los sexos es un imperativo divino, y de líderes tribales que temen que la independencia de las mujeres debilite la cohesión del clan y, por ende, su influencia.

De ahí que Aldosary considere importante trabajar con la comunidad para extender la conciencia de los nuevos derechos y hacer frente a algunas consecuencias indeseadas. “Durante mucho tiempo hemos sido una sociedad segregada y, de repente, podemos mezclarnos hombres y mujeres. Algunas personas no estaban preparadas y ha habido casos de acoso”, explica.

N. N., emprendedora de 29 años, lo sufrió directamente cuando se trasladó a Riad para trabajar en 2017. Al hilo de la entonces recién anunciada apertura, logró vencer las reticencias del casero para alquilar un piso a una mujer soltera. Las impertinencias y los comentarios fuera de lugar vinieron de donde menos lo esperaba: unos vecinos estudiantes universitarios. “Desde que se promulgó la ley contra el acoso, no he vuelto a tener problemas”, cuenta ahora en una cafetería de la capital.

Otro problema que empieza a plantearse es el de la responsabilidad de los hombres en el hogar. “Tradicionalmente ellos se han ocupado del sustento económico y la mayoría considera que la casa es un asunto femenino. Eso está creando tensiones en algunas familias”, señala Aldosary.

También suscita recelos el hecho de que algunas empresas favorezcan la contratación de mujeres para beneficiarse de la política de discriminación positiva que promueve el Ministerio de Trabajo. Nawaf, un traductor de 28 años, admite que se ha sentido celoso ante las facilidades que el Gobierno da a las mujeres. “Tuve que esperar varios meses para que me contrataran y mientras tanto entraron varias chicas; no todas tenían mejor currículo”, afirma, aunque reconoce que ellas no tenían oportunidades hasta ahora.

¿Quién va a ocuparse de los niños?

Husein, un ingeniero de 46 años, no se atreve a criticar frontalmente el acceso de las saudíes al mundo laboral. “Hoy nos parece bien, pero no sé qué vamos a opinar dentro de 20 años”, avanza dubitativo. “Si las mujeres trabajan, ¿quién va a ocuparse de los niños?”, plantea finalmente dando por sentado que el cuidado de la prole es una responsabilidad femenina. “La maternidad y la crianza ya son una ocupación de por sí, ¿para qué necesitan un trabajo fuera del hogar?”, insiste.

Cuando se le comenta que ya antes había mujeres saudíes en la enseñanza y la sanidad, por ejemplo, desvela otras preocupaciones. “Sí, pero la mayoría de los saudíes rechazan casarse con médicas”, afirma. ¿Y eso? “Porque en su trabajo pasan mucho tiempo con hombres”, explica. (La enseñanza era segregada hasta ahora). “Además”, añade, “las mujeres no son aptas para todas las profesiones. ¿Cómo pueden ser soldados si es difícil incluso para los varones?”.

Aun así, asegura que dejará que sus hijas elijan la carrera que deseen, dando a entender que su educación evitará dicotomías. “En Arabia Saudí, los hombres cubrimos todas las necesidades del hogar, los gastos de supermercado, las salidas al centro comercial, los restaurantes, todo lo que una familia puede requerir”, señala. “En su país, cuando trabajan los dos, ¿quién paga las cosas?”, pregunta intrigado.

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