Las solicitudes de asilo presentadas en la Unión Europea durante 2020 cayeron drásticamente hasta alcanzar niveles de 2013, anteriores a la llamada crisis de refugiados en Europa que tuvo su pico en 2015 y buena parte de 2016. 485.000 personas -entre ellos 14.200 menores no acompañados, el 41% de Afganistán- registraron formalmente sus peticiones de protección internacional en territorio comunitario (más Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein) el año pasado, lo que representa un desplome del 32% respecto a 2019 (716.000), y del 64% comparado con el máximo alcanzado en 2015 (1,4 millones), según el informe anual de la Oficina Europea de Apoyo al Asilo (EASO), con sede en Malta, hecho público este martes.
Durante 2020, los diferentes países de recepción de migrantes tuvieron que hallar una fórmula equilibrada entre las restricciones contra el coronavirus -fundamentalmente de movilidad- y el respeto al derecho al asilo para personas que necesitan protección internacional. De hecho, la EASO matiza en su informe, de 32 páginas, que “la caída en las solicitudes se debe principalmente a las restricciones de movilidad y no a que haya habido un descenso en el número de personas que necesitan protección internacional”. Esa falta de movilidad también se tradujo en un estancamiento en el número de reasentamientos, es decir, el traslado de refugiados de un país de acogida a otro Estado que se compromete a otorgarles residencia permanente. Pese a todo, indica la EASO en su informe, “los países continuaron sus esfuerzos a través de entrevistas en remoto”.
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Como consecuencia de la disminución de solicitudes, las autoridades se vieron algo más liberadas para ir adelantando trabajo atrasado y dar salida a casos que estaban a la espera de una decisión oficial. Pero pese a que la cantidad de casos pendientes se redujo en un 18%, la cantidad de expedientes (773.600) que todavía espera respuesta supera los niveles alcanzados antes de la crisis de 2015. Por primera vez desde 2017, las resoluciones de las demandas de asilo emitidas por los países de la UE (más Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein) superaron en número a las solicitudes presentadas, de acuerdo con el documento de la agencia Europea que en 2020 cumplió 10 años.
Pese al desplome general en las demandas de asilo, algunos países de la UE registraron un fuerte aumento de ellas, como en Rumania y Bulgaria, donde en 2020 aumentaron un 138% y un 64% respectivamente. Y es que pese a que la ruta en el mar Egeo que conecta Turquía con las islas griegas se haya prácticamente desactivado, cientos de miles de migrantes permanecen aún varados en los Balcanes. El cruce de fronteras en esta zona del Viejo Continente va en aumento y los primeros países de la UE a los que acceden estas personas son precisamente Bulgaria y Rumania, aunque ninguno de los dos forma parte del espacio Schengen, que consagra la libre circulación de personas en algunos Estados miembros. Hungría, que tiene frontera con Serbia, ha levantado durante el último lustro una gran valla fronteriza; y Croacia aplica, con la colaboración de agentes de Frontex (la Agencia Europea de Fronteras y Costas) una dura política de vigilancia en su límite territorial, también con Serbia.
En 2020 no solo hubo una disminución generalizada en el número de llegadas a las fronteras exteriores de la UE, sino que además se puso de relieve un cambio de tendencia en las diferentes rutas hacia Europa. La travesía del Mediterráneo oriental (Grecia) tuvo menos llegadas en comparación con 2019, mientras que las rutas de África occidental, el Mediterráneo central y los Balcanes occidentales experimentaron un aumento. Pese a que las llegadas de migrantes afectan siempre a los países de primera recepción -los ribereños del Mediterráneo: España, Italia y Grecia, principalmente-, dos tercios de todas las solicitudes de asilo en 2020 se presentaron en solo tres Estados: Alemania (122.000), Francia (93.000) y España (89.000).
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