En el nombre de Rocío continúa su curso de forma normal, siendo este su noveno capítulo, y también uno de los más emotivos, si no el que más. En esta última ocasión, Rocío Carrasco se ha centrado plenamente en el tema de la muerte de su madre, la cual fallecía el 1 de junio de 2006 a consecuencia de un cáncer de páncreas. Un durísimo varapalo para todos sus seres queridos, y especialmente para su hija y heredera universal, que veía cómo uno de sus apoyos fundamentales le daba el último adiós.
Sin poder evitar derramar lágrimas de dolor a la par que de amargura, la ex de Antonio David Flores se armaba de valor frente a las cámaras de Mitele Plus para desvelar cómo fueron los últimos momentos en vida de “la más grande” en la casa familiar de La Moraleja, a la que, según la hermana de Gloria Camila, acudió “demasiada gente”. Y es que, Amador Mohedano, Rosa Benito, sus hijos, Gloria Mohedano, su marido y sus hijas, el secretario personal de la cantante, la enfermera de confianza y algunos fans allegados, no quisieron dejar pasar la oportunidad de despedirse, de manera definitiva, de la intérprete de Como una ola.
Como no podía ser de otra manera, fue la hija mayor de la artista la que aprovechó para tener unos últimos minutos de intimidad con su progenitora. De hecho, fue a ella a quien Rocío Jurado le dedicó sus últimas palabras entre suspiros: “Entre nosotras no hacía falta una despedida como tal, pero sí pude hablar con ella”, comenzaba explicando, para después entrar en más detalles sobre cómo fue esa despedida maternofilial: “Esa madrugada que se fue, la habitación estaba llena de gente y dije que se saliera todo el mundo y me tiré al lado de ella en la cama. Ya no estaba consciente y yo veía que su corazón no paraba. Ella no se quería ir, tenía una lucha”, decía. Un momento cargado de emociones, en el que Rocío Carrasco quiso que su madre no se esforzara más, siendo ella quien tomaba la palabra: “Le dije ‘mamá, todo está bien. No te preocupes. Los niños están bien, yo estoy bien, estoy tranquila, estoy con Fidel, vete tranquila’”, admitía, dándole un beso y reconociendo que “ya sabía que aquello no tenía vuelta atrás y a las dos horas se fue. Esa fue mi despedida. Yo quería que ella se fuese lo más tranquila posible”, zanjaba, muy satisfecha con la situación vivida, aunque sin poder parar de llorar. Y es que, aunque muchos fueron sus intentos por estar presente en los últimos minutos de vida de la Jurado, lo cierto es que Carrasco no quería ver cómo su madre dejaba de respirar, razón por la que optó aguardar a la llegada de ese fatídico momento en el jardín, junto a su marido: “Mi mente estaba en paz con la suya”, recuerda con gran sentimiento.
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