La periodista mexicana Laura Castellanos fue galardonada con el premio Maria Moors Cabot, el premio internacional más antiguo en periodismo que es entregado por la Escuela de Periodismo de Columbia en Nueva York.
El Jurado María Moros Cabot informó que premió a la cofundadora de Reporteras en Guardia por ser un “ejemplo de reportera valiente que sigue haciendo su extraordinario trabajo ante la adversidad y la violencia”.
Junto a Castellanos, los premios reconocieron a Daniel Alarcón de Radio Ambulante; Ioan Grillo, periodista independiente en Reino Unido y México; y a Daniel Matamala de CHV Noticias en Chile.
Aquí el discurso completo de Laura Castellanos al recibir su premio el pasado 11 de octubre:
En mi país, México, matar a periodistas es como matar a nadie.
El 98% de los asesinatos y el 100% de las desapariciones de periodistas están en la impunidad.
Desde el 2000, en México han asesinado a 156 periodistas y desaparecido a 29. Del total de víctimas, 26 son mujeres.
Estas cifras proceden de conteos realizados por organizaciones civiles. Reporteros Sin Fronteras considera a México como el país más peligroso del mundo para ejercer nuestro oficio.
La espiral ascendente de violencia contra nuestro gremio es una consecuencia de la estrategia de seguridad militarizada que inició hace 15 años el entonces presidente Felipe Calderón. Sus sucesores, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, la han profundizado.
Me genera impotencia, rabia y dolor ver cómo aumenta la magnitud de la tragedia. En estos 15 años, en mi país han asesinado a más de 350,000 personas y desaparecido a más de 88,000.
Ante esta situación, en 2018 fundé la colectiva independiente Reporteras en Guardia. Somos hoy una red de más de cien mujeres periodistas, la mayoría freelance del interior de México. Juntas estamos construyendo el memorial digital Matar a Nadie. Escribimos las historias de las víctimas de nuestro gremio. Lo hacemos por mera voluntad de conjurar el olvido y la exigencia de justicia.
Al investigar estas historias, documentamos también las terribles condiciones en las que se ejerce el periodismo en México. Se trabaja generalmente de forma precaria, bajo riesgo, sin beneficios laborales, haciendo otros oficios.
Desde que era una estudiante universitaria me forjé bajo un principio: el periodismo debe ser una herramienta de transformación social.
Comence mi carrera en el suplemento feminista del diario La Jornada, que dirigía la periodista Sara Lovera. En esos años, la tesis de Rosa Rojas, otra colega, me marcó:
“El periodismo objetivo no existe, el subjetivo y ético sí”. Y yo, subjetivamente, decidí recoger las voces invisibilizadas en los grandes medios. Desde entonces, me propuse hacer un periodismo que revela la violencia estructural por razones de género, clase y racismo.
Mi desafío ha sido registrar el desgarramiento social de mi país, bajo la estrategia de seguridad militarizada. Mi trabajo no hace eco de la narrativa oficial, que excluye la responsabilidad del Estado en la violencia y culpa solo a las mafias criminales.
Desafortunadamente, pienso que, en los años que vienen, el gremio mexicano contará más historias de violencia y dolor. El actual presidente, López Obrador, está profundizando la militarización del país. Ha convertido al Ejército en una potencia económica, sin candados de fiscalización. Les ha dado el control de la seguridad pública, la construcción de megaproyectos, y ha legalizado su presencia en las calles hasta 2028. Todo esto es la crónica de una hecatombe anunciada.
Lopez Obrador confronta al periodismo crítico, a través de la descalificación y la estigmatización. Es omiso ante la impunidad de las desapariciones y asesinatos de colegas durante su mandato. Ha recortado los fondos para proteger a periodistas y activistas bajo amenaza.
En este contexto desalentador, apuesto por las nuevas generaciones y las mujeres periodistas. Por eso, el Maria Moors Cabot no se trata solo de mí. Las reporteras mexicanas han estado en la primera línea de cobertura y han revelado los casos más graves de violaciones a derechos humanos y corrupción durante la actual crisis humanitaria. Las reconozco y las abrazo.
A mis compañeras de Reporteras en Guardia, a mis entrañables colegas, amistades queridas y a mi familia, les agradezco su cariño cuando mi labor me ha puesto en situaciones de vulnerabilidad física y emocional.
Hace once años, el periodista Javier Valdez dijo aquí en Nueva York que un premio internacional como este es un faro al otro lado de la tormenta y una bahía segura más allá de la tempestad. Hoy, cinco años después de que Javier fue brutalmente asesinado en México, les digo: los abrazos colectivos y el reconocimiento a nuestro trabajo siguen siendo uno de los pocos alicientes para navegar en la tormenta.
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