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“Le gustaba el dinero”: candentes testimonios sobre asesina confesa de niño

Los miembros de la Guardia Civil que participaron en la búsqueda del niño de ocho años Gabriel Cruz, en febrero de 2018 en España, creen que la autora confesa de su muerte, la dominicana Ana Julia Quezada, quería cobrar la recompensa que los padres del pequeño ofrecían tras su desaparición.

Una veintena de agentes declararon este jueves en la cuarta sesión del juicio contra Quezada, en la que el jurado volvió a escuchar que la acusada era una persona a la que “le gustaba el dinero”.

“Parece una persona a la que le gustaba el dinero” y, además del asesinato del niño, hijo de su expareja,”no sabemos si buscaba cobrar un dinero. Es macabro pero parece que por ahí iba la cosa”, dijo uno de los altos cargos de la investigación.

“Fue una investigación muy dura porque buscábamos a un niño vivo, no se planteó como un homicidio. Si hubiese sido así, no se habrían empleado tantísimos recursos como en esta investigación”, ha añadido el comandante.

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Sobre el móvil económico, apuntó que era una posibilidad porque “no había nada” que dijera que Gabriel estaba muerto, pero cada día que pasaba “caía una losa de realidad” encima y “nunca llegó una solicitud de dinero”.

Según los distintos agentes que testificaron, una vez focalizada la investigación sobre Quezada, observaron que “era ella la que estaba animando a la familia a ofrecer más dinero (de recompensa)”.

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También negaron que la asesina confesa de Gabriel colaborase con ellos, apuntando que intentó inculpar durante la investigación a otras personas como su expareja, pero que al ser detenida sí reconoció los hechos “desde el primer momento”, aunque asegurando que la muerte del pequeño fue un accidente, una versión que sigue manteniendo.

Quezada frotó la camiseta del pequeño que simuló haber encontrado en una batida contra el suelo para “provocar” una mancha de barro, según la Guardia Civil para aparentar que había estado bajo la lluvia, debido al mal clima que hubo en la zona durante las jornadas de búsqueda.

“Cuando llego, la camiseta estaba como extendida, bastante visible desde un punto elevado. Creemos que la camiseta se apelmazó y se frotó con el suelo para provocar esa mancha”, ha dicho uno de los agentes que realizó la inspección ocular en el lugar en el que apareció, en el barranco de las Águilas.

Ha dicho que a su llegada se encontró al padre del menor junto a dos personas, pero no con Quezada a pesar de que le habían comunicado que debía estar allí. El progenitor le dijo que habían tocado la camiseta para ver si era de Gabriel pero que la habían dejado en la misma posición y que la levantó para ver si tenía sangre, porque en la cara visible sólo había una mancha de barro.

La acusación ha preguntado si podría haber llevado la acusada la camiseta arrugada y luego haberla pasado por el barro y extenderla para dar la sensación de que había estado arrugada, a lo que otro agente que participó en esta inspección ha respondido: “Creemos que la mancha era compatible con un roce deliberado”.

Por otro lado, otro agente ha explicado que cuando fue detenida, el vehículo de Quezada tuvo que ser trasladado a la Comandancia de Almería para realizar una inspección ocular y levantar el cadáver porque la vía pública en la que fue interceptado no ofrecía “garantías de protección, seguridad y privacidad” al haberse llenado la calle de gente.

Otros dos agentes, que realizaron un reportaje fotográfico del camino que salía de la casa de la abuela de Gabriel en Las Hortichuelas Bajas, en Níjar (Almería), de la que salió Gabriel antes de su desaparición, han indicado que éste debía tomar el camino opuesto al que se dirigía a la finca en la que murió para dirigirse a la casa de sus primos a jugar.

Quezada arrojó la ropa que le había quitado al pequeño tras matarlo en un contenedor de la barriada almeriense de Retamar seis días antes de ser detenida en Vícar (Almería).

Dos agentes de la Policía Judicial de la Comandancia de Almería han señalado que ya en la primera declaración de la acusada, realizada el 27 de marzo, día de la desaparición del pequeño, hubo una serie de “circunstancias” que “llamaron la atención” sobre ella.

Han especificado que la mañana del 5 de marzo, se les comunicó que la investigada había abandonado la casa de la abuela de Gabriel en el coche del padre del menor con la excusa de ir a tomarse un café en Campohermoso, en Níjar (Almería).

“Atravesó a velocidad alta Campohermoso, cogió la autovía y fue a Retamar, callejeando sin sentido, no conocía el lugar, constatamos que se perdió. No pudimos constatar qué había ido a hacer allí pero no tenía sentido, había mentido a la familia, ido a Retamar y vuelto a gran velocidad, y luego se paró en Campohermoso a tomar el café”, ha relatado.

De esta forma, tras su detención, supieron el motivo de “este viaje relámpago”, y con la empresa concesionaria del servicio de recogida inspeccionaron durante dos horas “uno a uno” los contenedores de vidrio que aparecían en el recorrido realizado días antes por Quezada, hasta dar con la ropa de Gabriel: Un pantalón de chándal, una chaqueta roja, una camiseta blanca y unas zapatillas.

Por su parte, un capitán de la Sección de Homicidios, Secuestros y Extorsiones de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil ha negado que Quezada colaborase, apuntando que intentó inculpar durante la investigación a otras personas como su expareja, pero que al ser detenida sí reconoció los hechos “desde el primer momento”, pero asegurando que fue un accidente.

“Nos dice que le había tapado la boca y eso había provocado que falleciera. La misma respuesta que ha ido manteniendo en el tiempo, aunque a nivel policial, como investigadores, no nos cuadraba mucho con la secuencia que cuadraba con el homicidio (…) Omitía cualquier episodio que pudiera ir contra ella en plan negativo”, ha añadido.

Quezada, que se encuentra encarcelada de forma preventiva desde su detención, afronta la posibilidad de ser condenada a la pena de prisión permanente revisable, la máxima condena que contempla la ley española, prevista para asesinatos especialmente graves.

Un jurado de siete mujeres y dos hombres será el que dirima si cometió un asesinato o un homicidio accidental.

Ana Julia Quezada llegó a España en 1995 y se instaló en Burgos, al norte de España, junto a una hija. Posteriormente se casó y tuvo otra niña. La mayor de ellas falleció en 1996 al caer desde una ventana de una vivienda de Burgos, a un patio interior, un caso que se cerró como una muerte accidental. Años más tarde se mudó al sur donde conoció al padre de Gabriel.




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