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Lecciones de San Remo para el futuro de Benidorm Fest


La victoria de la banda italiana de rock Maneskin en la última edición del Festival de Eurovisión y el éxito de las propuestas de dicho país en el certamen —hasta en seis ocasiones de las últimas ocho ocuparon un puesto entre las diez primeras―, junto al habitual fracaso de nuestros intérpretes, mucho más propensos a encabezar la lista por el furgón de cola, puso a recapacitar a los directivos de RTVE, quienes finalmente se lanzaron a ver qué es lo que se cocinaba en la RAI para obtener tan buenos resultados.

No fue mala idea. De pronto descubrieron que lo que hacía Italia era entregar un billete al ganador de cada año en San Remo para ir a Eurovisión. El paso siguiente, ya lo conocen, fue rescatar nuestro viejo Festival de Benidorm, en su día con cierto paralelismo con San Remo (recordemos que ahí nacieron musicalmente criaturas tan legendarias como Julio Iglesias o Raphael), rebautizarlo con terminología inglesa para darle un toque de modernidad globalizadora que delata, sin embargo, cierto paletismo, y alumbrar el Benidorm Fest. Es decir, un festival doméstico empeñado no solo a apuntalar la moral de la tropa de los eurofans más fervientes, sino a ofrecer un estupendo espectáculo con una audiencia transversal y entusiasta pendiente de lo que allí se ventilaba. Y hasta dispuesta a incendiar redes y tertulias con un pelín de rabioso fanatismo.

Lamentablemente, a los pocos días y al hilo de nuestra exitosa y polémica edición del Benidorm Fest, conectamos con el Festival de San Remo y caemos en la cuenta de la enorme distancia que aún nos separa de aquello, un cuidadísimo espectáculo mediático y social, estéticamente impecable, con 72 ediciones a cuestas y que paraliza a toda Italia con una media de 10 millones de espectadores. Asómense a él (lo tienen disponible en RTVE Play) y comprobarán los muchos detalles en los que tendrá que espabilar nuestro Benidorm Fest para resistir la más elemental comparación.

La cantante Chanel (centro) celebrando la victoria en la final del Benidorm Fest, clasificatorio para el certamen de Eurovisión 2022.Manuel Lorenzo (EFE)Receta de éxito

Para empezar, no asistimos estrictamente a un espectáculo satélite de Eurovisión. Tiene personalidad propia que mejora al propio Festival de Eurovisión. Hay ediciones de Eurovisión en las que Italia no presentó candidatura, pero nunca se detuvo San Remo. Repasen también el repertorio de cualquiera de sus ediciones y hallarán innumerables propuestas que en nada parecen homologadas con los pertinentes cánones de la canción comercial, banal y tarareable que propaga el tópico eurovisivo.

Por supuesto, la voz de los intérpretes siempre sonará en directo, incluso admitiendo el autotune prohibido en nuestra edición, pero a diferencia de nuestro festival y del de Eurovisión, queda terminante desterrado el recurrente y artificial playback. Vayan pensando en recuperar a una auténtica y numerosa orquesta de excelentes músicos alumbrados por la correspondiente batuta y partitura.

Si también queremos acercarnos al modelo de San Remo, prescindamos de las selecciones inferiores de la sub-21 o la Olímpica y recurramos a la selección absoluta. Desechando nuestros habituales prejuicios contra los músicos consolidados o veteranos (hasta dinosaurios tan entrañables como Iva Zanicchi, Mássimo Ranieri o Gianni Morandi concursaban este año en San Remo), convoquemos a los mejores intérpretes y autores del panorama independientemente de su edad. Ningún artista en Italia tiene miedo a participar en San Remo. Todos lo consideran un honor y la misma industria discográfica asume el concurso como el punto de salida para los grandes lanzamientos discográficos de la temporada.

La importancia del Festival de San Remo es tal que los patrocinios privados también acuden al mismo en busca de esa publicidad que ayuda a cubrir los costes de un espectáculo en el que ya no se hacen necesarios los oscuros acuerdos que pudiera existir entre la organización y determinadas multinacionales ligadas a los intérpretes o a los autores como los que han sobrevolado por algunas de nuestras últimas galas. Estudien por último, muy detenidamente, cómo lo hacen, para que nadie dude de que la propuesta que al final termina ganando el festival no genere dudas sobre la limpieza del concurso. Mucho me temo que también por ahí, cabe un amplio campo de mejora. A por ello en la próxima edición.

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