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Lecciones de Shanghái, un confinamiento caótico contra la covid


“Solo siento dos emociones: ansiedad e ira”. Zhang, de 38 años, es padre soltero de un niño de dos años enfermo de cáncer. Desde que diagnosticaron al pequeño en 2021, su actividad se ha limitado casi exclusivamente a cuidar de él en sus continuas entradas y salidas de los hospitales. Una tarea que ahora se ha convertido en una misión casi imposible, confinado en Shanghái y con un ordenador y móvil como únicas armas para encontrar las medicinas y la quimioterapia que el menor necesita.

Este programador informático y su hijo son dos entre los millones de residentes que permanecen confinados en Shanghái desde al menos tres semanas como medida de precaución contra el peor brote de covid en China desde que comenzó la pandemia. Con más de 450.000 infectados desde marzo entre 26 millones de habitantes, más de 15.000 nuevos casos diarios y 36 muertos en los últimos cinco días, la capital económica de la segunda potencia mundial sigue sin atisbar cuándo podrá terminar un bloqueo que debía haber terminado, según lo previsto inicialmente, a principios de mes. En su lugar, ha causado agrias protestas, la angustia generalizada entre buena parte de la población, escasez de alimentos y productos básicos, separaciones familiares y pérdidas de ingresos.

“Las consultas externas del hospital cerraron, y el propio hospital dejó de admitir ingresos. El que nos asignó el comité de barrio no hace quimioterapia infantil. Conseguir medicinas se ha hecho muy complicado. Hay que pedir las recetas por internet, pero es un lío. Según los medios, puedes recurrir a los comités de barrio o a las juntas de distrito, pero mi comité dice que no tiene capacidad ni gente para dedicar a eso”, se lamenta Zhang. “Otros fármacos de uso más corriente son más accesibles, pero es casi imposible comprar medicamentos antitumorales. Las farmacias están cerradas, las de los hospitales no tienen de todo y online no hay quien te las traiga a casa. Al final he tenido que tirar de contactos personales para conseguirlos”, prosigue.

En redes sociales han proliferado desde el mes pasado denuncias de casos como el del hijo de Zhang, con problemas para recibir tratamiento durante el encierro. O sobre las pésimas condiciones de algunos centros de cuarentena a los que se traslada a los contagiados y a sus contactos. O historias de personas obligadas a racionar sus alimentos, a recurrir al mercado negro que ha surgido estas semanas o a pedir públicamente auxilio ―como hizo incluso una millonaria― ante las dificultades para conseguir comida. Unas dificultades generadas por las interrupciones en las cadenas de suministro y la escasez de repartidores, confinados ellos mismos: en los peores momentos llegó a haber solo 11.000 disponibles, de los más de 100.000 que se calcula que operan normalmente en la megalópolis.

En un gesto de desafío y rabia de los internautas, Voces de abril, un vídeo que amalgama las grabaciones de las dificultades y la angustia sufridas a lo largo del confinamiento ―un bebé separado de sus padres, una madre que suplica medicinas para su hijo, una funcionaria que llora mientras confiesa que querría no tener que aplicar las reglas―, corría como la pólvora este viernes en las redes. Un fenómeno similar, por lo ubicuo, a las frases de homenaje y de protesta que llenaron el ciberespacio chino al conocerse la muerte del médico Li Wenliang, el oftalmólogo que trató de advertir a sus contactos, al comienzo de la pandemia. Tantas veces bloqueaba la censura el vídeo como los ciudadanos lo modificaban ligeramente y lo volvían a subir, en un juego constante del gato y el ratón.

El banco ING calcula que un mes de confinamiento de la ciudad puede suponer una pérdida del 2% en el PIB nacional”

La parálisis de la ciudad, el corazón financiero de China, ha dejado también un efecto en la economía que los analistas advierten que se reflejará en los datos de abril y del segundo trimestre. Su puerto, el mayor del mundo, funciona a medio gas. Los cierres y puntos de control de autopistas han hecho que el tráfico de camiones se haya reducido en un 40% desde mediados de marzo, y en torno a Shanghái ha caído en un 15%, según apuntaba la semana pasada el analista Ernan Cui, de Gavekal Economics, en una nota. El banco ING calcula que un mes de confinamiento de la ciudad puede suponer una pérdida del 2% en el PIB nacional.

“Yo tampoco entiendo cómo Shanghái se ha convertido en algo así”, admitía exasperado un funcionario municipal a un jubilado que le pedía ayuda para recibir atención médica, en una grabación difundida en las redes sociales chinas. “Jamás me hubiera imaginado que mi mayor felicidad pudiera ser recibir una caja de verduras”, reconocía por su parte Lucy, una administrativa de 27 años residente en el barrio de Xuhui.

La ciudad había sido, hasta ahora, modelo de un sistema menos estricto de confinamientos en una China que, en su política de covid cero ―la última gran economía que mantiene esa estrategia―, apuesta por mantener las fronteras cerradas casi a cal y canto, cuarentenas centralizadas, limitación de movimientos y pruebas masivas. Shanghái apostaba por confinamientos limitados a la mínima zona posible, en lugar de los encierros masivos por los que apostaron otras ciudades.

Pero ómicron es una variante mucho más contagiosa que las previas, y Shanghái, la ciudad con más habitantes de China. La avalancha de casos obligó a anunciar el 1 de abril el confinamiento de toda la ciudad, cuando las nuevas infecciones ya rozaban las 10.000 diarias y algunos complejos residenciales ya llevaban más de dos semanas confinadas. La idea era llevar a cabo un bloqueo relámpago y levantar la medida el día 5.

Las empresas deben organizar un “circuito cerrado”, en el que los operarios trabajan y duermen en la propia fábrica, para evitar contagios”

Tres semanas después, a la vista del descontento generalizado y las serias consecuencias económicas, las autoridades tratan de corregir algunos de los problemas generados por el bloqueo. El Gobierno central ha despachado 38.000 trabajadores sanitarios de otras provincias, y se intenta aumentar el número de repartidores para garantizar que todos los habitantes reciben alimentos suficientes. El teniente de alcalde Zhang Wei aseguraba esta semana que el Ayuntamiento trata de restablecer las cadenas logísticas para que la producción manufacturera pueda volver a arrancar. Un total de 666 empresas, entre ellas la automovilística Tesla y la fabricante de semiconductores SMIC, han recibido la consideración de “prioritarias” para permitirles recuperar la actividad. Para ello, deben organizar un “circuito cerrado”, en el que los operarios trabajan y duermen en la propia fábrica, para evitar contagios.

Pero no parece que las autoridades vayan a flexibilizar su posición. Este jueves se ha prorrogado la orden de inmovilización al menos hasta el próximo martes, para tratar de atajar los contagios comunitarios que, pese a todas las medidas, se siguen produciendo. Algunas voces apuntan que quizá es el momento de abandonar la política de covid cero y las pruebas PCR masivas en favor de mejores y más vacunas: poco más de la mitad de quienes superan los 70 cuentan con la pauta completa.

“Las vacunas de ARN mensajero parecen la mejor opción, así que es un misterio por qué China no ha optado por esa estrategia”, apuntaba el presidente de la Cámara de Comercio Europea en China, Joerg Wüttke, en una reciente charla con periodistas. “Aunque China ha logrado un gran éxito al no registrar casi ningún caso en los últimos dos años, no ha sido lo suficientemente dinámica en adaptarse a la nueva variante, y en vez espera a que el mundo llegue a cero covid o a que su propia vacuna (de ARN mensajero) esté lista”.

Frente a estos argumentos, los medios estatales chinos han hecho hincapié en que la estrategia es una instrucción directa del presidente Xi Jinping. Y que, por tanto, debe cumplirse religiosamente.

“Las calles y distritos donde el brote sigue siendo grave tienen que ver reforzados los esfuerzos para erradicar el virus”, declaraba el jueves la viceprimera ministra Sun Chunlan, la zarina del gobierno central para la lucha contra la covid. “Tenemos que acelerar el ritmo para llegar a la meta de cero contagios comunitarios”.

En opinión de Andy Chen, de la consultora Trivium, “el Gobierno está con la espalda contra la pared, y no tiene muchas opciones buenas”. Convivir con el virus es impensable en China ahora mismo, dado que “habría muchas infecciones, y aunque quizá no moriría mucha gente por covid sí se colapsaría el sistema sanitario. Podrían aumentar las muertes entre los pacientes por otras enfermedades”.

A corto plazo, apunta, “China va a mantener su política de covid cero. Este año es muy importante políticamente (en otoño, el Congreso quinquenal del Partido Comunista nombrará a Xi para un nuevo mandato) y la impredecibilidad que conlleva la covid no es algo que se pueda consentir hasta entonces”. A más largo plazo, Chen prevé una transición gradual para preparar a la población a convivir con el virus: “Cuarentenas en casa con reglas mejor definidas y más recursos, una campaña estatal de educación para rebajar la gravedad con que se percibe” la covid, considera.

Mientras tanto, continuarán los confinamientos. Aunque posiblemente de modo distinto, tras las lecciones de Shanghái, en opinión del analista. Serán “más decididos, más frecuentes, más reducidos; y se impondrán más rápido”.

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