Mide dos metros y sobrepasa los 100 kilos, más ágil que rápido, implacable, brutal. Es atractivo a su manera. Ha sido policía militar durante 13 años y ahora vive bajo sus propias reglas. Viaja con un cepillo de dientes y una tarjeta de débito y no soporta la injusticia. Parte caras, rompe rótulas y hombros, mata cuando lo cree necesario. Se llama Jack Reacher y es el protagonista de las 24 novelas que han llevado a Lee Child a ser uno de los grandes autores del género negro, estatus que está trascendiendo para acceder al de escritor de culto. Varios editores, escritores y su biógrafa explican la dimensión del fenómeno ahora que Child (nacido Jim Grant en Coventry, Reino Unido, hace 66 años) deja la serie en manos de su hermano Andrew.
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Mariano Blatt, cuya editorial Blatt & Ríos —centrada en poesía, ensayo y literatura no de género— acaba de publicar en España y Argentina Luna azul, reconoce que llegó a sus libros “a través de la recomendación de dos autores de la casa, grandes lectores: Elvio Gandolfo y César Aira”. Este último asegura que el interés “apasionado” que tuvo por las novelas de Jack Reacher (”las leí todas”) no es distinto al que sintió desde pequeño por las novelas de Ellery Queen, Agatha Christie o Margery Allingham. “No veo ninguna incompatibilidad entre la novela policial y la alta cultura. Sí entre la novela policial y [el filósofo Theodor] Adorno, entre el noble interés y el tedio profundo”, manifiesta Aira para plantear la dicotomía a la que se enfrenta siempre la literatura de género.
Las novelas de Child son rápidas, intensas, violentas. Reacher maneja la frase corta y el comentario punzante y siempre está pasando algo, todo se mueve. Es literatura espectáculo y, ¿algo más? “Creo que esa distinción entre los géneros menores y la verdadera literatura sigue bastante vigente, a despecho de la evolución cualitativa y cuantitativa de los policiales y los thrillers”, afirma el escritor Elvio Gandolfo, otro de sus seguidores más acérrimos. “Lee está convencido de que no hay conflicto ni contradicción entre el arte y el éxito comercial”, tercia Heather Martin, autora de The Reacher Guy (Constable), la biografía autorizada de Lee Child. “Como diría Tom Harris, un libro fácil de leer es muy difícil de escribir. Y al revés, añadiría yo: un libro que es complicado de leer es porque el autor no ha hecho bien su trabajo”, aseguraba el propio Child en una entrevista en EL PAÍS en 2014, cuando ganó el RBA de novela negra por Personal, una de las 10 novelas publicadas por esta editorial antes de que cogiera el testigo Blatt & Ríos con nuevas traducciones a cargo de Aldo Giacometti.
No veo ninguna incompatibilidad entre la novela policial y la alta cultura. Sí entre la novela policial y Adorno, entre el noble interés y el tedio profundo
César Aira
Cuando Jim Grant perdió su trabajo en la televisión británica en 1994 decidió que quería ser un autor de éxito, y que emplearía tres años en hacer lo que fuera necesario para conseguirlo. “Su miedo a la mediocridad le empujó a trabajar tan duro como hizo”, cuenta Martin. En 1997 Penguin publicaba Killing Floor (editada en España como Zona peligrosa), la primera novela de la serie de Jack Reacher. Había nacido Lee Child y su nombre iría asociado para siempre al de su protagonista.
Pero, ¿dónde radica el éxito de un héroe tan excesivo que lo mismo frustra una conspiración internacional que se enfrenta a la mafia albanesa o, con 16 años, ayuda a detener a un psicópata en medio del apagón de Nueva York en 1977? “Reacher es un personaje semimítico que actúa en un contexto muy realista, y Lee no pide perdón por ello”, asegura su biógrafa, que agrega: “Nos gusta el hecho de que no se eternice en la toma de decisiones, ni se arrepienta o se reproche sus actos: hace lo que cree que está bien y sigue adelante. Si se encuentra con el mal, no pierde tiempo y energía intentando explicarlo, simplemente lo elimina”. Blatt añade: “Es un justiciero que recorre el mundo aliviando el sufrimiento de quienes estén a su alcance, pero nunca pide nada a cambio. No lo necesita, no lo quiere”. Por último, Gandolfo apunta: “Incluso en las novelas un poco fallidas, que las hay, la lectura encuentra siempre tramos excepcionales, gracias al personaje”. El escritor argentino encuentra otros dos factores para explicar el éxito de Child: el tratamiento de los personajes femeninos, que le ha garantizado una legión de lectoras, y el sólido conocimiento de Estados Unidos y de la actualidad en la que inserta las tramas.
La historia de la ficción criminal ha estado frecuentada por autores que se han apartado, agotados, del personaje que les dio la fama. Le ocurrió a Arthur Conan Doyle con Sherlock Holmes o más recientemente a Ian Rankin con John Rebus. Ambos tuvieron que volver por aclamación popular. Child ha elegido un camino distinto y, según su biógrafa, sin vuelta atrás posible. Tras escribir una novela conjunta con su hermano (Sentinel, 2020, cuya publicación en español no está confirmada de momento) ahora será Andrew Child quien siga con la serie. “Tal vez esté cansado, tal vez aburrido”, especula Blatt.
Martin explica que, una vez solucionado hace tiempo el aspecto financiero para esta y otras generaciones de la familia (a lo que ayudaron las dos adaptaciones cinematográficas protagonizadas por Tom Cruise), el objetivo del autor era cumplir con el contrato emocional con los lectores. “Él se ve como un artista del entretenimiento que da a la audiencia lo que quiere. Y la audiencia quería, quiere, más Reacher”. Pero Child, que creció en una familia humilde en la industrial Birmingham (Reino Unido), donde aprendió a pelear casi tan bien como Reacher, cree que ha tenido ya suficiente trabajo en su vida. Ahora, retirado, no da entrevistas y son otros los que hablan por él. “No tengo un lugar particular al que ir y todo el tiempo del mundo para llegar allí”, dice el gigantón nómada en Luna azul, su última aventura de la mano de su creador. Será otro Child quien lo lleve a su destino.
La velocidad precisa
Cuenta la biógrafa Heather Martin en un artículo en Hiterland que, aprovechando su dominio del español, Child le preguntó por las traducciones y que ella le contó que no terminaban de adaptarse al verbo rápido y la prosa ágil y cortante que se puede leer en inglés.
Cuando Blatt & Ríos se hizo con los derechos (además de Luna azul han publicado dos nouvelles reunidas en Noche caliente, otras dos novelas más y un libro de relatos y editarán algunas inéditas en español) le encargaron la traducción a Aldo Giacometti, que le ha dado un ritmo distinto, más próximo al original. “Creo que una de las claves puede llegar a estar en no encariñarse tanto con las virtudes y riquezas del español y del castellano y en hacer lo posible para quedarse cerca de cierta aspereza fértil y tajante que tiene el uso de este inglés en particular, en tratar de importar al español las características más salientes del lenguaje con el que se está tratando”, asegura.
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