El Sistema Bético se extiende a lo largo de 600 kilómetros, entre Gibraltar y el cabo de la Nao, en Jávea. Su última pieza tectónica, antes de hundirse en el mar, es la sierra de Segària, que separa las provincias de Valencia y Alicante con un característico relieve pétreo, en su extremo oriental, que se asemeja a un rostro humano. La Autopista del Mediterráneo la atraviesa con sus modales intrépidos y nos da acceso a la pacífica y anticlimática llanura de la comarca de la Marina Alta, uno de los puntos del litoral valenciano de más algarabía turística.
Aquí se respira una calma y un sosiego milagrosamente verde que poco tiene que ver con las aglomeraciones cementosas de la costa valenciana. Este espacio privilegiado fue el escogido por Pascual Olmos (Catarroja, 1952) para establecer su Fundación Christian-Marc Olmos Vente. Olmos ocupó en su vida laboral puestos de alta dirección, primero en Ford y luego en Repsol. La multinacional del petróleo lo envió a Argentina a principios del milenio, y allí asistió a la catástrofe del corralito. Esa crisis, y la más devastadora y general de 2008, le acabaron de convencer de que algo fallaba en el corazón del sistema económico. Su transformación espiritual se aceleró con la muerte de su hijo Christian en un accidente de coche, en 2007. En 2013 publicó, junto con Álex Rovira, el volumen La vida que mereces, que trata sobre la realización personal en un entorno sostenible.
Este proceso de fermentación interior amasó una hogaza que ahora se llama L’Hort de L’Alé, en la localidad alicantina de Pedreguer. Se trata de una antigua explotación agrícola (15.000 metros cuadrados) que Olmos ha restaurado con mimo y donde ahora cultiva mandarinas de las variedades clemenules y fortuna, e incluso una prometedora hibridación entre ambas. La producción anual la reparte entre la Cruz Roja de Jávea y la Asociación de Personas Discapacitadas de la Marina Alta. L’Hort de L’Alé significa huerto del aliento, y el lema de la fundación es Make life your prayer (que la vida sea tu oración). El complejo tiene la certificación de la CAECV (Comité de Agricultura Ecológica de la Comunitat Valenciana) y admite visitas. Sus propósitos son totalmente alejados del lucro. De hecho, sus líneas maestras son favorecer el desarrollo de la juventud en los países en vías de desarrollo, la integración de la discapacidad (Pascual tiene un hermano con síndrome de Down), la sostenibilidad agrícola y el equilibrio energético.
Pascual Olmos, fundador de la Fundación Christian-Marc Olmos Vente, en L’Hort de l’Alé. Joan Antoni Vicent
Lo que hace peculiar a este espacio es la voluntad de recuperación etnológica que lo preside. Su edificio más antiguo data de 1820. El complejo estaba dedicado a la producción de pasas. La pasa de la Marina tuvo un apogeo legendario en el siglo XIX, cuando se exportaba a Inglaterra y Estados Unidos y no faltaba allí en ningún Plum Cake que se preciara. Olmos ha restaurado minuciosamente los diferentes elementos que procuraban la producción de este alimento, incluyendo una estufa de panses y un forn d’escaldar. En septiembre, cuando se recogía la uva moscatel, se escaldaba a 60 grados y luego se dejaba seis días a secar, hasta que estaba lista para vender. La joya del complejo es un riurau también primorosamente restaurado. El riurau es un edificio característico de la arquitectura rural de esta comarca y tiene su origen en las necesidades productivas del siglo XIX. En su interior, Olmos guarda como un tesoro una reproducción del Montgó (el monte señero de estos lares) hecha en madera por el artista Manuel Navas. L’Hort de la L’Alé forma parte de la Ruta dels Riuraus, que organiza visitas guiadas en la zona para poner en valor el legado milenario de la pasa de uva de moscatel y las huellas que ha dejado en el paisaje, la arquitectura rural, el patrimonio urbano y la gastronomía y el arte.
Hoy no quedan vides en sus terrenos, pero sí olivos (que producen un aceite ecológico de primera calidad), algarrobos y cuarenta variedades de árboles frutales. Pilar Varela, la pareja de Olmos, completa este panorama ocupándose de un pequeño huerto de producción natural, donde las caléndulas plantadas al lado de las hortalizas atraen a las abejas y otros insectos para evitar usar productos químicos contra las plagas.
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Carretera de montaña entre el pueblo de Pego y la Vall d’Ebo. getty images
Una comarca adornada de ‘estrellas’
Se abandona el Hort de l’Alé como se abandona el edén original. El pecado, claro, sería no volver. Por si este pequeño paraíso resultara insuficiente, desde aquí se puede seguir explorando la Marina Alta, un territorio interior que incluye un conjunto de valles con su propio encanto paisajístico y humano: la Vall d’Ebo, la Vall de Gallinera, Vall de Laguar, Vall de Pop… Quien no haya contemplado el panorama de los almendros florecidos entre enero y marzo y de los cerezos en abril en uno de estos lugares mágicos tiene una cuenta pendiente con su propia alma.
Pero el cuerpo también tiene sus necesidades: hay que elegir un lugar donde comer. La Marina Alta, precisamente, es una comarca particularmente adornada con estrellas Michelin. Para este año 2022 han conservado el galardón Quique Dacosta en su restaurante de Dénia (tres estrellas); BonAmb (dos estrellas) y Tula (una estrella), en Jávea; Audrey’s y Beat, en la ciudad de Calpe (una estrella); y Casa Pepa, en Ondara (una estrella). A este despliegue se ha unido, en la última hornada, el restaurante Peix&Brases de Dénia.
Sin embargo, no resulta difícil ponerse de acuerdo con Pascual Olmos a la hora de elegir no uno de estos preclaros templos gastronómicos, sino un establecimiento mucho más humilde, pero de contrastada eficacia organoléptica. Se trata del Restaurant Armell, a un tiro de piedra de L’Hort de L’Alé. Fundado en 1985, su actual propietario, Joan Armell, maneja en sus fogones una cocina sin pretensiones y absolutamente exquisita. Sus salazones caseras, su pescado fresco a la brasa, sus pucheros y arroces en su punto constituyen un secreto a voces para quien guste de las recetas tradicionales. No hay que olvidar que en esta comarca (y también en la vecina de la Safor) están convencidos de que la pizza italiana nació de la coca valenciana, llevada a Nápoles en su momento por la Corona de Aragón…
Joan Garí es autor de ‘Cosmopolites amb arrels’ (editorial Onada).
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