Líbano intenta salir de su crisis económica y política más profunda desde la guerra civil (1975- 1990) con un empresario al frente del Gobierno. Casi un año después de la devastadora explosión en el puerto de Beirut que causó más de 200 muertos y arrasó barrios enteros de la capital, la designación anunciada este lunes del suní moderado Nayib Mikati, un multimillonario que ya ejerció como primer ministro en 2005 y de 2011 a 2014, abre una vía de escape para que Líbano se aleje de su actual deriva hacia el abismo de un Estado fallido.
Desde hace un año, todos los intentos para formar un Ejecutivo en Líbano se han estrellado contra las disputas sectarias entre sus 18 comunidades étnicas y religiosas, mientas la economía entraba en bancarrota y hasta el mismo Ejército –uno de los escasos pilares comunes de la nación y único contrapoder efectivo ante las bien equipadas milicias de Hezbolá– pasaba literalmente hambre.
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El presidente libanés, el cristiano Michel Aoun, encargó a Mikati, nacido en Trípoli (norte) hace 65 años, que conforme un Gabinete estable después de cerca de 12 meses de Gobierno en funciones. El empresario acababa de recibir el voto de investidura de 72 de los 118 diputados del Parlamento, entre ellos, los chiíes de Hezbolá y los suníes seguidores del ex primer ministro Said Hariri, quien renunció hace 10 días a formar un Ejecutivo tras haberlo intentado en vano desde octubre pasado.
Mikati se apresuró a anunciar que aplicará el plan presentado por el presidente francés, Emmanuel Macron, en nombre de la comunidad internacional, para el rescate financiero de Líbano. En esencia: un Gabinete tecnocrático bajo la tutela del Fondo Monetario Internacional (FMI). “No tengo una varita mágica ni puedo hacer milagros, pero he estudiado la situación hace tiempo y cuento con avales internacionales”, aseguró el nuevo primer ministro, informa la agencia Reuters.
La libra libanesa se ha devaluado en un 90% respecto al dólar mientras la inflación ha superado el 200% a lo largo de los dos últimos años. Apenas hay combustible en las gasolineras ni medicinas en las farmacias, y los servicios públicos se han desmoronado. “El país está sumido en una crisis económica y necesita tener un Gobierno que cumpla con las directrices del FMI. Un barco en medio de un temporal precisa un capitán y una tripulación para funcionar; si no, se hunde”, advirtió el jefe de la diplomacia de la UE, Josep Borrell, hace un mes en Beirut.
Si no se forma un Gobierno de perfil técnico con amplio respaldo parlamentario para aplicar las urgentes reformas políticas y económicas necesarias y atajar el descontrol público y la corrupción, puntualizó entonces Borrell, no habrá ayuda internacional, antes de sugerir la imposición de sanciones a los líderes que torpedeen el proceso. Bruselas contribuyó el año pasado con más de 330 millones de euros a los programas de asistencia a Líbano.
Los vetos cruzados de los cristianos a los suníes y de los chiíes proiraníes a las fuerzas pro occidentales han conducido al bloqueo político a un país situado en el ojo del huracán de Oriente Próximo y que acoge a más de un millón de refugiados sirios y a cientos de miles de palestinos junto a sus 4,5 millones de habitantes. Hariri declaró a Reuters que Líbano “tiene ahora una oportunidad” para salir de la crisis, mientras el portavoz parlamentario de Hezbolá, Mohamed Raad, se mostró dispuesto a dar “un impulso extra” a Mikati para que pueda formar Gobierno.
El primer ministro designado es un conocido miembro del sistema político de equilibrios étnicos y religiosos instaurado tras la guerra civil. Es el modelo clientelar de reparto de poder que ha conducido a la ruina y el desgobierno a Líbano, aunque es considerado independiente de los grupos de presión tradicionales y de las dinastías que han regido el país desde entonces. También es uno de los libaneses más ricos, tras vender en 2005 Investcom, su compañía de telecomunicaciones, por 4.650 millones de euros. Es consciente de que, sin reformas de calado, el maná de las ayudas financieras y las inversiones internacionales no llegará nunca. A pesar de su pasada afiliación política prosiria, parece contar con las bendiciones de Francia, antigua potencia colonial, y de Estados Unidos, para intentar reflotar Líbano.
Desgobierno, pandemia y explosión en Beirut
La explosión que el 4 agosto de 2020 arrasó el puerto de Beirut “ha acelerado la crisis de Líbano y la pandemia ha agravado la situación humanitaria”, resaltaba un informe presentado en junio por Najat Rochdi, coordinadora de la ayuda humanitaria para Líbano de Naciones Unidas. El Banco Mundial ya había alertado entonces de que Líbano atravesaba su peor crisis económica y una de las más graves a escala global desde el siglo XIX. El desplome del producto interior bruto (PIB) alcanzó el 20,3% en 2020, acumulado a la caída del 6,7% ya registrada en 2019. La proyección del organismo financiero internacional para este año apunta a otro recorte del 9,5% del PIB. La antaño pujante banca libanesa mantiene las cuentas en divisas de los ciudadanos, pero el Gobierno ha impuesto de hecho un corralito (un control de capitales) que les impide retirar sus fondos en dólares o euros.
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