Verónica Yunkar, o Vero Cestsenk por su nombre indígena achuar, es una mujer valerosa. Una mujer que ha tomado el control de su propia biografía. La lucha de Vero es mejorar la vida de las madres de su comunidad en la Amazonía ecuatoriana y la de sus bebés. Esta es su manera de contribuir a la defensa de la selva, que ella sostiene con orgullo y determinación.
“Nosotras somos mujeres. Como la selva. Por eso debemos ser respetadas. Somos sagradas, como la selva”, asegura. Pero el trabajo de Vero es complejo. Trata de combinar la dimensión sagrada de la maternidad con la mejora activa de la salud de las indígenas.
Entender el contexto en que se produce su lucha como mujer achuar es fundamental para comprender la dimensión de la labor que desarrolla. Hace relativamente poco tiempo, a mediados del siglo XX, a caballo entre los años 40 y 50, los distintos pueblos de su etnia pasaron de vivir como cazadores-recolectores nómadas a ocupar pedazos de selva, cultivar parcelas de tierra y formar comunidades asentadas. A partir del cambio de siglo, estas comunidades están creciendo muy rápido, y se están adaptando a este nuevo modo de vida, procurando a la vez que esto no signifique perder su fuerte identidad en el proceso.
Esto ocurre en Sharamentsa, una comunidad achuar, a varias horas de canoa a partir del final de una carretera en construcción en plena selva. Esta infraestructura romperá el aislamiento que ha protegido a estas comunidades hasta hace muy poco tiempo. “La carretera es puro veneno para nosotros” afirma José Peas, uno de los líderes de esta comunidad. “Nosotros no queremos lo que hicieron allá, en sus ciudades. Esta es una ciudad verde. Queremos seguir con el sueño de conservarla tal como es y vivir lo natural, no vivir tecnológicamente”, prosigue.
Por el momento, a Sharamentsa solo se accede en canoa por el correntoso río Pastaza o bien por aire, con pequeñas avionetas que consiguen aterrizar en su pista de tierra, construida hace años por misioneros determinados a evangelizar incluso estos territorios remotos.
Al igual que otros pueblos, los fundadores de Sharamentsa llevan pocas décadas adaptándose a la vida en asentamientos permanentes. Un mundo donde la mujeres adquieren, necesariamente, un nuevo rol y pueden empezar a repensar su relación con el universo masculino que domina totalmente la gobernanza de la comunidad. Persisten aún muchas barreras simbólicas, obstáculos culturales y psicológicos. Pero una de las claves de esta transformación en marcha reside en avanzar en la mejora en todo lo relacionado con la salud reproductiva.
Para las mujeres achuar, la reproducción ha sido y sigue siendo un asunto sagrado. “Antiguamente, las mamás daban a luz en la selva. Iban solas, sin acompañamiento alguno” cuenta Vero. “La selva tenía una energía saludable, por eso se iban a parir allá. El niño nacido en la chacra tenía mucha energía, y la madre también. Salían porque ahí nadie las veía.Tenían vergüenza, no querían dar a luz en la casa, llena de gente. Para ellas el parto es algo trascendente, que tiene que ver con la energía de la selva, con la fertilidad”.
Las abuelas, madres y hermanas esperaban atentas a escuchar el llanto del recién nacido. Y solo entonces acudían para cortar el cordón umbilical y asistir a la parturienta. Dar a luz sería una prueba de la fortaleza y resistencia de la mujer. “Incluso hoy las achuar tienen vergüenza”, continúa Vero, “pero nuestro proyecto es muy respetuoso. Intenta convencerlas que la asistencia es lo mejor para ellas, para protegerlas”. Antes, aquellas que en el momento del parto estuviesen agotadas por las cargas cotidianas, o anémicas, o malnutridas, o si acaso el feto no estuviese en posición correcta, o surgiera cualquier complicación, morían en el trance, o quizás posteriormente, a causa de una infección.
“Cuando las parturientas que salían tardaban demasiado en volver, pasado un tiempo en que no se oían gritos, ni nada, algunas madres o suegras iban a buscarlas a la chacra. Pero a veces la mamá ya estaba muerta. Por eso nosotras queremos ayudar”, recalca. Pero cambiar esta práctica cultural requiere tiempo, no es una tarea inmediata. La costumbre de parir solas en la selva remite a un tiempo reciente en que estas indígenas vivían como nómadas en estos bosques primarios. Ahí, solo las más fuertes, las más preparadas para resistir las durísimas condiciones, sobreviven y prosperan.
Pero hoy este darwinismo pierde sentido. Y es aquí donde interviene Vero. “Ahora, cuando sabemos que una mujer está embarazada, vamos a su casa, preguntamos: ‘¿Cómo te sientes? ¿Cómo está creciendo el bebé? O si está maltratada. Intentamos conversar, ayudarlas”.
Vero conoce de primera mano los problemas de las mujeres achuar. “A veces los hombres tienen dos esposas, o tres, o están buscando. A veces pegan, a veces tienen celos. Pegan a las mujeres embarazadas también. Por eso a veces enferman”. Ante esto, decidió revelarse, ensayar un camino nuevo. No tener hijos. En cambio, ayudar a que otras mujeres los tengan con seguridad, dejando atrás la violencia, el silenciamiento.
A veces los hombres tienen dos esposas, o tres, o están buscando. A veces pegan, a veces tienen celos. Pegan a las mujeres embarazadas también. Por eso a veces enferman
Una decisión consciente
“Yo no me casé”, asegura Vero, consciente de la trascendencia de su declaración, “porque vi cómo mis hermanas, incluso vi a mi mamá, cuando yo era niña, maltratadas por sus maridos. Por eso yo me dije: no me voy a casar rápido. Mejor me voy a estudiar, a preparar, para defenderme. Para poder ayudar a las mujeres si les están pegando. A mí me gusta que las familias vivan bien, sin violencias”.
La decisión de Vero la llevó entonces a integrarse en un programa de capacitación y empoderamiento de mujeres indígenas de una ONG internacional, en el marco de un proyecto llamado Madres de la selva o Ikiama Nukuri, en su nombre achuar. Así que viajó, aprendió el oficio junto a mujeres mayas en el Yucatán mexicano y visitó Perú para asistir a un congreso e hizo pasantías en un hospital de la ciudad.
Hoy, Vero no solo asiste a mujeres en Sharamentsa, sino que se desplaza a otras comunidades achuar, incluso más allá. Ella es ya la coordinadora para toda la provincia de Pastaza. Y ha capacitado a Graciela, una compañera de la comunidad, que sigue sus pasos, y que ya acompaña a las mujeres que lo solicitan cuando está fuera.
Pero la decisión de Vero ha sido quedarse en Sharamentsa. Y aunque las largas ausencias para completar su formación hicieran que, a falta del fuego permanente que seca los pilares y las cubiertas vegetales de estas viviendas, su casa acumulase tanta humedad que se vino parcialmente abajo, decidió entonces construir otra. Frente a la vieja, ya se aprecia la estructura incipiente de la nueva construcción. Esas vigas y travesaños de sólida madera simbolizan la voluntad inequívoca por permanecer en su comunidad. Pronto la nueva vivienda estará en pie.
Vero sabe que es en su comunidad donde está su sitio: “Mi sueño es convertirme en doctora, acabar de estudiar. Yo soy mujer achuar y quiero trabajar ayudando a otras como yo, hermanas, primas, vecinas”. En su terreno, la matrona cultiva las distintas plantas tradicionales que complementan el instrumental médico moderno. “Nosotras a veces las usamos para las infecciones, muy habituales en el embarazo. O si la futura madre está con tos, usamos ajo de monte, o si tiene dolor de cabeza o mareo, para que se recupere bien”.
Poco a poco, las madres logran valorar los beneficios, ganar autonomía, convencer a sus maridos de las ventajas del seguimiento sanitario del embarazo y el parto. A pesar de las limitaciones evidentes, Vero actúa con una determinación insobornable. Mejorar la vida de las mujeres de la comunidad y de sus hijos es para ella una misión vital. Para esta mujer, el futuro de la selva y su defensa pasa también por que mejoren las condiciones de vida de sus pobladoras. Si sus madres y bebés nacen y crecen con salud y sin violencia, la vida de la comunidad dará un paso definitivo. Pero como todo proceso complejo, el resultado no es inmediato. Tomará su tiempo.
La historia de Vero representa un paso importante en la historia de Sharamentsa y de la nacionalidad achuar. Las nuevas generaciones que hoy están naciendo, y que tienen por delante el gran reto de hacer que la selva sobreviva a las múltiples amenazas que la rodean, tienen ya la oportunidad de venir a un mundo de manera más segura y menos hostil.
“Nacemos como nacen las plantas. Y somos sagradas, como ellas”, dice Vero, y en su mirada hay un brillo de emoción. Constata que su apuesta por la maternidad y la vida, que encarna su manera de defender esa selva a la que pertenece, está ya dando sus primeros frutos. Y hoy, en Sharamentsa, ya hay más madres sanas y robustas como la propia selva. Esa selva virgen a la que Vero ha decidido entregar su vida entera.
Este reportaje pertenece a una serie sobre defensores de los bosques que comenzó en Brasil y ahora sigue en Ecuador. Es un proyecto de openDemocracy/democraciaAbierta y ha sido realizado con el apoyo del Rainforest Journalism Fund del Pulitzer Center.
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