Lituania quiere sacar partido a la tecnología financiera

Durante siglos, Lituania ha sido un centro de comercio internacional, el punto en el que se unían muchas rutas entre oriente y occidente y enclave fundamental para el transporte de mercancías durante la época soviética a través del puerto de Klaipeda, uno de los pocos puertos libres de hielo en Europa septentrional. La versión moderna de esa larga tradición se llama hoy tecnología financiera, en la que Lituania se ha convertido en centro de referencia a nivel europeo, una posición que se ha acelerado con la salida del Reino Unido de la Unión Europea.

Esa tecnología digital está transformando por completo la industria financiera, la forma en la que las entidades proporcionan los pagos, el ahorro, los préstamos y las inversiones, así como los actores que proporcionan esos servicios. El papel que hasta hace nada desarrollaba en exclusiva la banca comercial ahora cuenta con grandes empresas tecnológicas que desarrollan aplicaciones y medios de pago —como Apple Pay o Google Pay— y compañías de nueva creación —start-ups— que ocupan un nicho del mercado no explotado por la banca tradicional.

Es el caso de Rebellion, una empresa de tecnología financiera —Fintech, en la jerga— nacida en 2017. “Rebellion busca cubrir la necesidad de los jóvenes de tener una tarjeta para pagar sobre todo servicios en internet, compras online y pequeños pagos diarios a los que los bancos no les dan una tarjeta bancaria, por su edad o por sus escasos ingresos”, explica Sergio Cerro, consejero delegado de Rebellion desde sus oficinas de Madrid, ahora casi vacías por la pandemia. Como compañía española, Rebellion forma parte de la zona euro, opera bajo el paraguas del Banco Central Europeo (BCE) y aun así hace un par de años tomaron la decisión de abrir oficinas en Lituania.

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La sede de Rebellion en Vilnius apenas ocupa un pequeño apartamento dentro de un edificio de oficinas en la capital lituana y tiene cuatro empleados, centrados en el cumplimiento normativo y en los planes anti blanqueo. “Para una empresa como la nuestra, tener oficina en el país ayuda porque la comunicación con el banco central y todos los reguladores se hace en lituano y nos conocen personalmente”, explica Mantas Slepetys, miembro del consejo de Rebellion en Lituania. “Lituania ya estaba haciendo cambios para convertirse en un centro de Fintech y el Brexit hizo que todo sucediera más rápido, lo aceleró”, apunta Slepetys desde la oficina de Vilnius, en un viaje financiado por el Parlamento Europeo.

La salida del Reino Unido de la Unión Europea dejaba a miles de Fintech sin acceso al mercado europeo ni licencia para operar en Europa y eso provocó que muchas compañías con sede el gran centro financiero europeo que era —y todavía es— Londres abrieran sucursales en el pequeño país báltico, que apenas alcanza los 2,7 millones de habitantes. De esa forma, el número de empresas de tecnología financiera en Lituania pasó de las 55 que había en 2014 a 230 en 2020, según datos de Invest Lithuania.

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Ese es el camino que siguió Revolut, compañía puntera del sector de las Fintech valorada en unos 27.700 millones de euros en el equivalente en dólares en su última ronda de financiación. “Casi desde el lanzamiento de Revolut, Lituania se convirtió en el tercer mercado de la compañía en número de usuarios. El país solo tenía tres o cuatro bancos comerciales y el coste de los servicios bancarios era muy elevado, así que la gente enseguida empezó a operar online por el ahorro de comisiones”, señala Andrius Biceika, consejero delegado adjunto de Revolut Bank. “Y cuando se implementó el Brexit, Lituania se convirtió en nuestra sede natural para operar en Europa y solicitamos aquí la licencia bancaria”, aclara desde otra oficina prácticamente vacía por la pandemia. La sede principal de Revolut sigue en el Reino Unido, pero Lituania es la base de operaciones en Europa.

Andrius Biceika, consejero delegado adjunto de Revolut en Lituania.
Andrius Biceika, consejero delegado adjunto de Revolut en Lituania. Samuel Sánchez

Todo comenzó en 2016. “Hace cinco años, el 80% de las transacciones en Lituania se hacían en efectivo y el Gobierno y los reguladores quisimos apostar por una sociedad más digital e innovadora y pusimos en marcha”, explica Marius Jurgilas, consejero del banco central de Lituania y el verdadero cerebro detrás de ese cambio. El Banco de Lituania puso en marcha entonces un grupo de trabajo junto con el Gobierno para eliminar barreras regulatorias, atraer empresas tecnológicas y reducir el tiempo de adjudicación de licencias, todo mientras se permitía poner en marcha negocios aunque aún no tuvieran todas las licencias aprobadas y ofreciendo a los inversores total accesibilidad al supervisor. Es lo que el supervisor denominó “convertirse en socio del sector financiero”. Funcionó.

En apenas cinco años

Vytautas Zabulis, consejero delegado de HFinance, relata en primera persona su experiencia. “Mi primera Fintech se llamaba Savy, creada en 2014. Nos lanzamos a un mercado que no estaba regulado con un producto no regulado relacionado con el crédito entre particulares. Para poner en marcha ese negocio deberíamos haber seguido un montón de normativas y en otro país lo que haría el banco central sería cerrar la compañía. No fue así. Recibimos una carta del banco central diciéndonos qué estábamos incumpliendo y qué teníamos que cambiar. Desde aquella carta solo pasaron seis meses hasta que el banco central aprobó una norma sobre los préstamos entre particulares y nuestra empresa siguió adelante”.

Marius Jurgilas, miembro del consejo del Banco de Lituania y el 'cerebro' de los cambios financieros del país.
Marius Jurgilas, miembro del consejo del Banco de Lituania y el ‘cerebro’ de los cambios financieros del país. Samuel Sánchez

Por el tamaño de la economía, el banco central ejerce de regulador y de supervisor, una especie de ventanilla única para las empresas financieras. Tiene distintos tipos de licencias en función de la actividad que vaya a desarrollar la Fintech —como Institución Monetaria Electrónica, Institución de Pagos o de Banco de Propósito Especial— y las autoridades tramitan la licencia con increíble celeridad. Pero la principal diferencia radica en que, al contrario de lo que hacen otros bancos centrales del euro, el Banco de Lituania permite a estas entidades acceder directamente al sistema de pagos del BCE. “Una de las ventajas de Lituania es que las instituciones de pago y de uso de dinero electrónico pueden acceder directamente al sistema de pagos del BCE, algo que en otros países europeos tienes que hacer a través de la banca comercial. Aquí decidimos darles participación directa en el sistema de pagos y eso ha estimulado la competencia, aunque al mismo tiempo exige manejar con cuidado los riesgos”, aclara Vitas Vasiliauskas, gobernador del banco central de Lituania hasta el mes de abril.

La transformación del país ha sido radical en tan poco tiempo. “En este momento, el sector de las Fintech emplea a unas 4.000 personas y las empresas esperan aumentar sus plantillas en mil más para finales de año”, enumera Dalia Kreiviene, del Ministerio de Asuntos Exteriores lituano. Las empresas destacan la elevada formación de los trabajadores.

Los legisladores europeos no ignoran los riesgos que conlleva la innovación financiera, sobre todo a raíz de recientes escándalos en los que se han visto implicadas Fintech de dentro y fuera de Lituania, como el caso Wirecard. “Hemos recibido ya el paquete legislativo de la Comisión para reforzar la lucha contra el blanqueo de capitales que presta especial atención a los nuevos retos derivados de las finanzas digitales. Confío en dotar de una marco de supervisión y control más robusto a partir también del trabajo del Parlamento”, señala Jonás Fernández, diputado del Grupo de Socialistas y Demócratas del Parlamento Europeo. “El elefante en la habitación es la supervisión única bancaria. No se puede ofrecer garantías suficientes a los consumidores y al mismo tiempo favorecer un mercado de capitales europeo sin un marco financiero único. El caso Wirecard demuestra la necesidad de avanzar hacia la unión bancaria, de tener un supervisor único apoyado en los supervisores nacionales”, defiende Isabel Benjumea, eurodiputada del Grupo Popular Europeo.

Marius Galdikas, consejero delegado de ConnectPay.
Marius Galdikas, consejero delegado de ConnectPay. Samuel Sánchez

Una observación que comparte el exgobernador Vasiliauskas. “Si Europa quiere competir a nivel global, tenemos que hacer que el sistema financiero esté verdaderamente integrado y abierto”.

“Puede ser que crucemos algunas líneas rojas”

Una de las Fintech lituanas en el punto de mira es ConnectPay, una compañía que sirve de banco para los negocios online. Es decir, acepta los pagos de sus clientes, liquida esos pagos y les permite efectuar desembolsos. Nada inusual si uno de sus principales nichos de negocio no fuera el juego online, muchas de cuyas empresas están radicadas en paraísos fiscales, y la entidad no tuviera acceso directo al sistema de pagos del BCE. “Es solo una industria online más y se trata de controlar los riesgos”, asegura Marius Galdikas, consejero delegado. ConnectPay fue sancionada por el Banco de Lituania en 2020 y tuvo que cambiar a toda su cúpula directiva.

Lo cierto es que el camino hacia la vanguardia Fintech no está exento de baches. “Puede ser que crucemos en algún momento las líneas rojas en el ámbito de las Fintech, pero eso nos permitirá mantener la presión competitiva”, admite Marius Jurgilas del banco central lituano. “A veces ese es el precio que tienes que pagar”, remata.


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