Lo que dice el ‘big data’ sobre este Madrid extraño


El parking de 40.000 metros cuadrados del Grupo Auro, uno de los gigantes de los vehículos VTC, parece un concesionario de coches de ocasión. Cientos de vehículos en fila, todos negros, cogiendo polvo en un polígono en el sur de Madrid. Son los Skoda Superb, Toyota Prius y Kia Óptima donde hasta marzo viajaban hombres y mujeres de negocio, turistas extranjeros o jóvenes de ruta nocturna. La empresa los ha puesto fuera de circulación hasta que vuelva a ser rentable circular por la capital. Si alguien se acerca con una buena oferta para comprar vehículos, están dispuestos a negociar.

En Madrid hay 8.357 coches VTC, algo más de la mitad de las licencias en toda España. Miles están aparcados en las afueras de la capital desde el inicio de la pandemia de coronavirus. Son los parkings de unas pocas empresas, propietarias de un 65% de las licencias. Se hicieron grandes en la última década animadas por la aparición de las apps de Uber y Cabify y la buena marcha de la economía de Madrid, una capital cada vez más visitada por turistas y cada vez más poblada. Pero ahora su tamaño es un castigo. En la calle apenas hay clientes y ellas tienen que pagar miles de salarios, leasings, seguros, talleres…

Otro de estos aparcamientos masivos está en Vallecas, en la sede del mayor operador de toda España, Moove Cars. Dentro de las oficinas hay trabajadores que tienen acceso a un programa que permite supervisar en tiempo real la ubicación de sus casi 4.000 vehículos VTC a nivel estatal, 2.000 en Madrid. El mapa está dominado por puntos rojos (vehículos parados), los verdes (en movimiento) son clara minoría.

También están deshaciéndose de parte de su flota pero avisan de que esto no es una feria de vehículos usados abierta a cualquiera. Escuchan ofertas por lotes de 50 o 100 vehículos. Se vende solo el coche; la licencia VTC se guarda en un cajón para el futuro. Estos coches les costaron entre 16.000 y 35.000 euros y aunque no van a recuperar todo ese dinero, el objetivo es sanear las cuentas. Ya han vendido 530 vehículos.

Cuando recibe a este periódico, la directora de operaciones, Mercedes Santos, acaba de terminar una conversación con un banco para ampliar el período de carencia de sus créditos. Estos días los pasa tapando agujeros para mantener el barco a flote. Moove Cars pertenece en parte al fondo estadounidense King Street Capital Management que según reportes de prensa ha inyectado cientos de millones en la compañía. Antes de la pandemia Moove Cars ya estaba en apuros: la empresa que audita sus cuentas dudaba de que su continuidad fuera viable.

Se mantienen gracias a ayudas públicas como los créditos ICO o los ERTE, a los que se han acogido 2.800 trabajadores. Pero aunque es un alivio, Santos se queja de que las grandes empresas como Moove Cars no han sido exoneradas de pagar la cuota de la seguridad social de sus empleados. Este martes tenían en las calles a menos de la mitad de su flota. Los que circulan no generan lo suficiente para ser rentables. De media facturan 600 euros a la semana, 2.500 al mes. Para mantener la empresa necesitan que cada conductor haga 3.500 como mínimo. De eso le corresponde a cada conductor unos 1.000 netos.

“Teníamos un plan para sacar del ERTE a 500 conductores más pero vino el nuevo confinamiento de Madrid y ahora lo que nos planteamos es devolver a más gente al ERTE”, afirma Santos.

Comisiones Obreras denuncia que Moove Cars está tomando represalias contra los trabajadores que no cumplen objetivos de ingresos. Llevó la semana pasada ante la inspección de Trabajo a una de las sociedades del holding, Ares Capital, por haber suspendido de empleo y sueldo a más de un centenar de conductores que no llegaron a facturar 4.000 euros al mes.

España es uno de los pocos países donde hay empresas con grandes flotas de vehículos que trabajan para Uber o Cabify. Fuentes del sector dicen que esto es así porque el mercado se adaptó a unas leyes que establecen un cupo de licencias VTC y no ponen límite a la concentración de esas autorizaciones en manos de una sola empresa.

Un 65% de las 16.491 licencias de España son propiedad de empresas con flotas de más de siete autorizaciones, según la patronal Unauto VTC. Las tres más grandes son Moove Cars, Grupo Auro y Vecttor.

Los pequeños propietarios tienen menos riesgo para sacar a la calle sus vehículos. En buena parte gracias a ellos sigue habiendo vehículos VTC en las apps de Uber y Cabify. “Nosotros tenemos más poder de financiación pero nuestro problema económico es mayor porque son costes estructurales mayores”, reconoce la directora de operaciones de Moove Cars.

Estos días se nota en la calle de Madrid que hay muchos más taxis que coches negros de Uber o Cabify. La mayoría de los 15.316 taxis de Madrid son propiedad de autónomos que siguen circulando, también a pérdida. Intentan salir adelante con las ayudas extraordinarias para autónomos y ERTE para taxistas asalariados.

La desgracia de sus rivales de las VTC no ha pasado desapercibida en los foros del gremio. “Mirad, tó petao de cucas parás”, dice uno en un vídeo junto al parking de Auro. Usa el descalificativo preferido por los taxistas para estos coches negros, “cucarachas”.

“No nos representa ese audio. No es el momento”, dice un portavoz del sector, José Miguel Fúnez, directivo de la Federación Profesional del Taxi de Madrid. “A mí lo que me importa es que mis compañeros puedan sobrevivir”, dice.

El parking de Auro tiene vigilancia las 24 horas. Esta empresa cuenta con 2.000 coches en Madrid y solo el 25% está circulando. Su director general, Jaime Banús, explica al teléfono que están vendiendo vehículos pero precisa que esto no es un plan de liquidación: “No nos queremos desflotar muchísimo porque esperamos que haya una recuperación el año que viene”. Explica que quieren aprovechar para deshacerse de sus coches diésel y cambiarlos en el futuro por modelos ecológicos.

A veces sus conductores tocan a su puerta para ofrecerles comprarle la licencia VTC. Es un plan atractivo. Ser tu propio jefe, flexibilidad de horarios, puesto de trabajo asegurado… Pero Banús les dice que eso sí que no se vende. “A día de hoy no nos lo planteamos”, dice en la entrevista, y se aferra a la esperanza de que las grandes empresas del VTC no caigan con esta crisis.

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