Serge Brammertz (Eupen, Bélgica, 59 años) se estrenó en 2003 en la justicia internacional y reconoce que, desde entonces, ha pasado del idealismo al realismo. Es consciente de que la fortaleza de los tribunales penales que han juzgado los crímenes de la antigua Yugoslavia (TPIY) y el genocidio de Ruanda (TPIR), creados por el Consejo de Seguridad de la ONU en los años noventa, depende del apoyo político. Y también de que la impunidad impera hoy en Siria, Yemen o Myanmar (antigua Birmania).
Otra de las preocupaciones de Brammertz es que el nacionalismo radical se asiente en los Balcanes y se ensalce a criminales de guerra como si fueran ídolos cuando los verdaderos héroes son los más de 5.000 testigos que han declarado en busca de justicia para las víctimas. Tanto el TPIY como el TPIR han cerrado ya sus puertas, y el denominado Mecanismo Residual Internacional de los Tribunales Penales se ha ocupado de terminar los procesos. En el caso de Ruanda todavía hay fugitivos, y se prepara el juicio contra Félicien Kabuga, exempresario ruandés fundador de la Radio de las Mil Colinas, que en 1994 incitó al exterminio de la minoría tutsi a manos de sus vecinos hutus. Durante una entrevista por videoconferencia realizada este jueves desde la sede del TPIR en Arusha (Tanzania), Brammerz señala que el apoyo de la comunidad internacional es vital en un mundo muy polarizado.
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Pregunta. ¿Cree que el tribunal para la antigua Yugoslavia y la labor posterior del Mecanismo Residual han hecho justicia en la región donde se produjo el genocidio de Srebrenica?
Respuesta. A la vista de los problemas de otros tribunales internacionales, ha sido un éxito. Hemos conseguido juzgar a los mayores responsables de esas guerras y ha habido 161 acusaciones. De todos modos, cuando la ONU creó el TPIY en 1993 [hizo otro tanto en 1994 con el de Ruanda] había más consenso que hoy en apoyar a la justicia internacional. El mundo está hoy más polarizado, y en lugares como Siria, Yemen o Myanmar la impunidad es la norma y la búsqueda de responsabilidades penales, la excepción. Ahora las investigaciones que desembocan en juicios de esta clase tienen lugar en tribunales de Alemania, Francia o Bélgica, entre otros, contra supuestos refugiados que resultaron ser en realidad criminales de guerra.
P. Los tribunales de los Balcanes deben ocuparse de los casos por resolver en Serbia, Croacia o Bosnia-Herzegovina. ¿Lo hacen?
R. Los archivos del TPIY están a su disposición y recibimos peticiones de los fiscales de esta región, pero la cooperación entre los países no es buena. Hay pocos procesos y se pone el énfasis en las víctimas de cada lado, pero no en sus propios sospechosos. El resultado es la glorificación de criminales de guerra convictos y un nacionalismo exacerbado que fomenta un discurso del odio. Nuestra Fiscalía remite cada seis meses a la ONU y la UE un informe sobre la situación en la región, y nos complace que se tengan en cuenta. Soy fiscal, no político, pero la condicionalidad política practicada por la UE para aceptar a nuevos miembros evita que en la familia comunitaria se niegue el genocidio de Srebrenica.
P. ¿Por qué parece tan lenta la justicia internacional?
R. Hay que saber esperar, porque un poderoso hoy no lo será dentro de unos años. No hay más que fijarse en que las órdenes de arresto contra Radovan Karadzic, el líder político serbobosnio, y de su brazo militar, el exgeneral Ratko Mladic, son de 1995. Ambos pasearon libremente primero como ídolos hasta que Serbia los entregó cuando vio que había una ganancia política. El tiempo es esencial, pero para las víctimas muy difícil. Las madres de Srebrenica, por ejemplo, se acuestan con el recuerdo del horror de la muerte de sus seres queridos [cerca de 8.000 bosnios musulmanes a manos de las tropas serbobosnias] y se levantan buscándoles. Ahora que Serbia empieza a juzgar también a sus nacionales, las asociaciones de víctimas nos dicen que los testigos son reacios a declarar ante esos tribunales porque no se les apoya.
P. ¿Qué ocurre con el caso de Félicien Kabuga?
R. Esperamos que pueda comenzar a finales de año, y es un ejemplo de la mejora de los métodos de investigación. Seguimos las comunicaciones telefónicas de su entorno hasta dar con él cerca de París, pero el problema de otros fugitivos ruandeses es que cuentan con pasaportes legales, a pesar de que su identidad es falsa, y es difícil detenerles.
P. ¿Trabaja en equipo o su labor es más individual?
R. Tengo el privilegio de ejercer el mejor trabajo del mundo porque creo que puedo aportar algo valioso, y cuento también con un equipo excelente que debe tener la mente abierta. Lo que parece una solución lógica en las leyes nacionales puede no serlo en la justicia internacional.
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