Una pareja de chulapos de unos 70 años pasea por los alrededores de la ermita de San Isidro. En sus mascarillas, una foto estampada de ellos mismos ataviados de la misma forma. La mandaron confeccionar hace unas semanas para ponérsela el día del patrón de Madrid. “Qué ganas teníamos, de volver a vivir la primera verbena del año, aunque bueno… esto está muerto”, se lamenta Araceli. Verbena hay poca. Solo algunas decenas de madrileños, de nacimiento o de adopción, pasean por una pradera que en un año normal debería estar llena de música, chotis, puestos de comida y grupos de amigos en el césped.
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Antonio, el marido de Araceli, luce en la solapa todas las “condecoraciones” como él las llama. Un pin del oso y el madroño, otro de la Almudena, otro del Real Madrid. Van acompañados de José María y Aurora. Los cuatro, que no quieren dar sus apellidos, pertenecen a una asociación de cultura tradicional madrileña. “Aún vamos con precaución, somos 20 en la asociación, pero hemos quedado en pequeños grupos”, comenta Antonio. Dos de ellos ya han sido vacunados, y los otros dos, no. Ellos son algunos de los fieles a la pradera, los que mantienen la tradición, aunque en esta edición no haya actividades programadas allí.
Fotogalería: San Isidro 2021
A unos metros, en la ermita, un sacerdote habla a un grupo de fieles al aire libre: “A veces, tenemos tanta pereza que ni nos levantamos para calentar la pizza en el microondas, por eso tenemos que pedir al santo, que pasó su vida trabajando la tierra, que nos quite la pereza”. Alrededor de 50 personas hacen cola para entrar a la ermita, a pesar de que varios voluntarios les han indicado que tendrán que esperar al menos 40 minutos porque acaba de empezar la misa.
En la pradera es fácil guardar la distancia de seguridad. Lourdes Martínez y Karina Moscol están sentadas charlando, mientras miran al hijo de una de ellas, un chulapín que no se aleja mucho de su madre. Una, peruana y la otra, venezolana, residen en Madrid desde hace más de 20 años. Aquí montaron su productora Chulapa Flow. “Este año, San Isidro se vive por dentro. Le hemos pedido al santo que para el que viene estemos ya todos inmunizados”, apunta Martínez.
Dando un paseo con su familia como una más aparece Mónica García, diputada de Más Madrid. “Hemos venido a dar un paseo y la niña se ha vestido de chulapa, yo alguna vez he alquilado el traje, pero este año he estado a otras cosas”, cuenta, mientras se recoloca el mantón negro. “Este año hay poquita gente por aquí, yo creo que estarán más en Ifema”, añade.
A varios kilómetros de allí, la música retumba en los altavoces colocados en la explanada de Ifema. Mucho reguetón y poco chotis a la hora de comer. La cola para entrar a la feria, que este 2021 ha cambiado la pradera por este aparcamiento, se extiende por toda la acera. Para acceder hay que llevar una entrada comprada previamente. Decenas de visitantes aguantan bajo el sol que pega fuerte. Todo sea por las gallinejas.
Dentro, una noria, coches de choque, dispensadores de gel en varios puntos, un par de superficies con césped en las que alguno puede sentir que está en la pradera, y, en la parte trasera, una gran explanada con decenas de mesas de madera. El olor de las hamburguesas recién hechas da la bienvenida a esta zona del recinto. Es la hora de comer y casi todos los que están en el recinto se encuentran en esta parte donde varias filas de lona permiten protegerse un poco del sol. No apetece bailar a esas horas y pocos se han animado a venir hasta Ifema vestidos de chulapos.
En las mesas, predominan los vasos de mini repletos de patatas fritas, perritos calientes, y bocadillos. Y sí, también alguna que otra gallineja. Los adultos apagan el calor con cervezas y los pequeños, con refrescos. En una de ellas, Pilar Martín y su marido aprovechan para comer algo, mientras sus mellizos, Álvaro y Marcos, duermen. Es el segundo San Isidro de sus hijos, el primero lo pasaron confinados. “Nos daba más seguridad venir aquí que a la pradera, aquí está todo controlado, con mucha distancia de seguridad”, cuenta ella. Casi todos los que han optado por Ifema son familias con niños pequeños.
Un retraso burocrático
Aunque estaba previsto que este recinto abriera sus puertas el jueves, un problema burocrático retrasó la inauguración hasta el viernes. Para los comerciantes y hosteleros que normalmente montaban sus puestos en la pradera, este modelo que les ha permitido aprovechar San Isidro funciona. “Estamos muy contentos de haber abierto al fin, de que la gente se esté animando a venir y de que los food trucks puedan formar parte de San Isidro”, comenta Alfredo Vázquez, mientras coloca un mollete en el mostrador de su negocio rodante. “Obviamente nos gusta más la pradera, pero no nos vamos a quejar de lo que se ha hecho este año, vamos arrancando, ahora todo de trata de trabajar y arrancar”, señala Gema Celada, al frente de su establecimiento, en el que vende “las auténticas rosquillas de Fuenlabrada”. Su familia lleva vendiéndolas en la pradera desde hace 38 años.
Victoria, Sara y Laura, de 16 años, pasan al lado de una niña a la que su padre está comprando un globo con el personaje de Disney de la princesa Elsa. “Preferimos la pradera”, dicen casi a la vez. Este 2021, sin embargo, se han adaptado a lo que había. “Ha sido un año difícil, aún hay muchas cosas que no podemos hacer, por eso queríamos venir a las atracciones”, comenta una de ellas.
Una pareja de policías nacionales a caballo pasea entre las atracciones. Los animales muestran indiferencia al jaleo de las sirenas y la música. El Ayuntamiento y la Delegación de Gobierno aprobaron un plan conjunto para este fin de semana. Un total de 1.100 policías nacionales se han sumado al dispositivo de seguridad de la Policía Municipal, que también ha aumentado sus efectivos desplegados en 380 agentes.
Este año no ha habido presidentas bailando chotis, pero los claveles han vuelto poco a poco a colorear Madrid. La ciencia tiene la clave para que en 2022 los madrileños puedan celebrar de nuevo las fiestas de su santo en la pradera.
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