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Los decanos de Medicina alertan: en cinco años se jubilará la mitad de los médicos que enseñan y no hay relevo

El Ministerio de Universidades calcula que el 53,5% del profesorado permanente podrá jubilarse en los próximos 10 años. En muchas ramas de conocimiento no es un gran problema ―hay unos 15.000 investigadores con méritos acreditados para tomar el relevo―, pero en el campo de la Medicina se está produciendo una auténtica sangría. Entre los médicos, la jubilación va el doble de rápido: en los próximos cinco años va a abandonar su puesto el 43% de los docentes, porcentaje que sube al 55% en el caso de quienes también ejercen en hospitales o ambulatorios. La situación se agrava todavía más si se tiene en cuenta que muy pocos de los médicos en activo están acreditados para ingresar en el cuerpo de funcionarios como profesores titulares. Por eso, el Ministerio de Universidades y la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca) preparan medidas de choque.

En el departamento de Cirugía de la Universidad de Cádiz no quedan catedráticos ―tampoco en Materno-infantil y Radiología―, hay cuatro titulares y una veintena de profesores asociados que dan clases prácticas y teóricas. “Los asociados están bajo el paraguas de los titulares, si estos se jubilan, ellos no pueden estar”, explica Luis Miguel Torres, uno de los titulares. Como él, los otros tres docentes titulares de la facultad superan los 60 años y ninguno de los jóvenes tiene méritos aún para acreditarse. “Lo primero que mira la Aneca es el número de publicaciones en revistas de alto perfil. ¿Qué le importa al alumno si lo que quiere es una buena clase? Tenían que mirar las opiniones de los estudiantes, la clasificación en el MIR…”, considera Torres.

Los médicos que dan clase en la Universidad ―hay una minoría que solo trabaja en la facultad― no tienen tiempo para la enseñanza, para investigar y, además, operar o pasar consulta en un centro de salud. José Luis Aguayo tiene 66 años y hasta hace tres no se acreditó como catedrático de Cirugía de la Universidad de Murcia, pese a sus casi 400 publicaciones (la mitad en revistas de impacto) y su especial interés en la docencia. “Es un sinsentido, [obtener la cátedra] cuando estoy a punto de irme, tendría que ser catedrático a los 40”, reflexiona.

En la Universidad de las Islas Baleares, por ejemplo, solo hay dos catedráticos y un titular. Su decano, el psiquiatra Miquel Roca, explica que aún no se ha graduado la primera promoción y que hay médicos con publicaciones a sus espaldas y una gran experiencia práctica a los que faltan horas de docencia para poder acreditarse. “En dos años tendremos a cuatro o cinco, pero son pocos”, se lamenta.

En Medicina no hay un itinerario formativo para ser profesor, como en otros campos ―no existe la figura del ayudante―, así que hay que acabar el MIR y acumular horas de clase antes de poder acreditarse. “Un médico asociado puede estar 20 o 30 años cobrando 300 euros por dar unas horas de clase a la semana y después de ese tiempo, si ha podido ir investigando y firmando artículos en su hospital, se acredita de titular”, explica Aguayo, jefe del servicio de Cirugía del Hospital Universitario Morales Meseguer de Murcia. Hace 30 años, cuando en España no había tantas facultades de Medicina y las competencias sanitarias y educativas no se habían trasferido, en hospitales de Madrid, Santiago, Barcelona o Granada había itinerarios para ser profesor desde la base diseñados por el Estado. Faltan, por tanto, incentivos a la formación de nuevos docentes. Quien da el paso es por pura vocación.

“La situación es insostenible”

Los datos del ministerio muestran la situación dramática: hay 18 catedráticos de Pediatría para 43 facultades, en cinco años se ha perdido el 29% de los cirujanos que son profesores titulares (de 117 a 83) y a más de la mitad (52%) de los ginecólogos de ese mismo cuerpo, que han pasado de 45 a 22. La conferencia de decanos presenta un panorama preocupante en su último informe: “En 2019 se ha producido una media de tan solo una acreditación a profesor titular por facultad (son 43 centros) a distribuir entre 25 áreas de conocimiento con docencia en el grado de Medicina. Son muy pocos los que presentan la solicitud de acreditación, pero menos aún son los que la obtienen. La situación es insostenible”. Si se entra en el detalle, en 2019 se acreditaron tan solo 14 doctores de preclínica (0,33 por centro), 26 de clínica (0,61 por centro) y 86 de especialidades sanitarias (dos por centro), pero en este último apartado se incluye a veterinarios, farmacéuticos, fisioterapeutas y enfermeras.

La matemática Mercedes Siles, directora de la Aneca, se ha involucrado en el asunto: “Nos preocupa que se estén quedando sin profesorado. Así que hemos creado una comisión con los decanos y decanas de Medicina. Hay que contar más en los méritos [para la acreditación] lo que estás haciendo en la parte hospitalaria. La componente asistencial se tiene que valorar más”. La Aneca y la conferencia de decanos tienen hasta diciembre para consensuar los criterios para la acreditación, porque en enero tienen que publicarse.

Pablo Lara, decano de Medicina en la Universidad de Málaga y presidente de los decanos, cree que debe mantenerse el reparto de horas ―un tercio de la jornada se dedica a la universidad― porque resulta vital que los médicos sigan teniendo contacto con los pacientes y conozcan las últimas novedades clínicas para transmitirlas a los alumnos. Pero también sostiene que deben buscarse fórmulas para que en la acreditación se valoren méritos no solo científicos, sino profesionales, como la práctica de una nueva técnica al operar.

Javier Arias, decano de Medicina la Complutense de Madrid (UCM), ve difícil la solución porque considera que prima la subjetividad en la concesión de la acreditación. “Lo que para uno es novedoso, para otro, no. Es como cuando sale en un periódico una técnica nueva operatoria que en realidad lleva tiempo usándose, pero a alguien se le ha ocurrido que se conozca”, argumenta. La Complutense es una universidad muy envejecida, pero Arias asegura que ellos tienen lista de espera de médicos acreditados para dar clase. Grandes hospitales con investigación potente ―Clínico, Gregorio Marañón y 12 de Octubre― están asociados para la formación a la UCM y eso supone un polo de atracción de profesores.

Operación el pasado septiembre en el Hospital Clinic, que está asociado a la Universidad de Barcelona. Albert Garcia (EL PAÍS)

Carmen Gallardo, decana de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y que también participa en las negociaciones con la Aneca, cree que les daría “un respiro” que todos los gobiernos autonómicos ―Andalucía o Galicia lo tienen ya― instauren la figura del contratado doctor (con el título de doctorado), como existe en otras ramas del conocimiento, pues exige menos méritos para acreditarse. Pero en ese caso, el médico puede perder salario respecto al que tiene pagado enteramente por el hospital. Ese es el freno para muchos médicos de Cádiz. “No les compensa, desincentiva”, explica Torres. En Madrid, se está negociando.

Gallardo subraya que interés sí hay: “En el ADN de un médico está enseñar como le enseñaron a él y en las facultades y hospitales se ha promovido mucho que los médicos se doctoren”. El cirujano Torres, desde Cádiz, discrepa: “En un baremo de OPE [oferta de empleo público], ahora mismo cuenta lo mismo hacer la tesis que ir a cuatro congresos. Se ha devaluado mucho”. Siles tiene pendiente hablar con el Ministerio de Sanidad sobre esta depreciación de la tarea académica.

El tapón afecta también a los sexenios, los complementos salariales que premian la tarea de todos los profesores con puesto fijo. Siles lo explica: “En el sexenio de transferencia la parte asistencial también se va a tener más en cuenta cuando salga la convocatoria de la Aneca”.

El curso que viene se inaugura el grado de Medicina en la Universidad de Almería y, desde su facultad, aseguran que los primeros cursos están “cubiertos” de profesorado. Pronto tendrán su primer catedrático doctor, una mujer que ya se ha acreditado. Los problemas llegarán en un par de años. Ahora es la Universidad de Jaén la que se pone a la cola para implantar el grado en Medicina. Ya cuenta con el aval de la Junta de Andalucía y previsiblemente la oposición de los decanos, que creen que sobran centros de formación.


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