El viaje exprés a Querétaro de Laura López y su marido junto a sus tres hijos se tornó en el episodio más funesto de su vida. Cuando esta aficionada del Atlas de 29 años entró en el estadio Corregidora no se imaginaba ni por asomo que terminaría saltando los asientos del estadio al grito de “¡Hijos de puta!”. López tenía que huir al césped por las agresiones de los hinchas radicales de Querétaro, club conocido como Gallos Blancos, a los aficionados del Atlas en las tribunas. “¡Van a valer madre, esto se paga con la muerte porque están en nuestro estadio!”, escuchó la mujer. Un grito, otro más, en un México fagocitado por la violencia que se entromete en cualquier rincón.
“Alan, mi hijo, me decía: “Estoy muy asustado, me duele el pecho”. Mis hijas no dejaban de llorar. Con mucha impotencia solo les decía que no iba a pasar nada”, explicaba López este domingo mientras hacía guardia frente al Hospital General de Querétaro a la espera de que le diesen información sobre sus amigos lesionados. De acuerdo con las autoridades de Querétaro, hubo solo 26 heridos, tres de ellos de gravedad, pese a que las imágenes de la brutalidad entre los radicales hacía presagiar una cifra más abultada, incluso muertos. No son pocos, sobre todo en las inmediaciones del hospital y entre los seguidores de ambos equipos, los que ponen en entredicho la versión de las autoridades dos días después de los graves incidentes. El domingo por la noche todavía no se había informado de ninguna detención, aunque ya hay una investigación en marcha por parte de la Fiscalía de Querétaro. En la noche del domingo, el Gobierno local informó de la suspensión de cinco funcionarios públicos encargados del operativo de seguridad.
La barra Resistencia Blanquiazul de Querétaro está integrada por cerca de 3.500 miembros, según cifras que ha dado el propio presidente del club, Gabriel Solares. Para este partido se emplearon hasta 600 personas de seguridad privada para intentar controlar todo. Fue un fracaso absoluto. Los radicales se lanzaron en persecución contra cada camiseta con el escudo de Atlas, el último campeón del fútbol mexicano. Los hinchas del Atlas presumían de su campeonato, el segundo en 70 años, ante un club que nunca ha ganado uno. Eso fue uno de los motivos que prendió la pólvora. La rivalidad entre ambos clubes ya había tenido episodios de violencia desde 2007, pero nunca del calibre del ocurrido el sábado. Tras la jornada de violencia, Solares anunció que se erradicarán estos grupos.
Vista aérea del estadio La Corregidora un día después del enfrentamiento entre radicales del Querétaro y del Atlas.Nayeli Cruz
“Recuerdo los gritos y las imágenes de un grupo de 10 personas golpeando a una persona. Vi a una familia de papá, mamá e hijo que estaban corriendo. El padre no sabía si proteger a su esposa o al hijo. Otra chica tuvo que ponerse encima del cuerpo de su novio para que dejaran de pegarle. Había gente que se quedó sin moverse, gente no ensangrentada, sino en charcos completos de sangre”, cuenta Jorge Ortiz, aficionado del Atlas.
A menos de 500 metros del estadio La Corregidora se encuentra una estación de la Guardia Nacional, el proyecto de seguridad del presidente Andrés Manuel López Obrador, y también las oficinas de Cruz Roja. Los aficionados, sin embargo, han hecho notar que les dejaron desprotegidos. “Antes del partido había muchos policías, pero cuando pasó todo el caos nunca entraron al campo”, comenta Ana Gabriela Ruiz, de 32 años, que veía el encuentro con su suegro, pareja e hijo. “Olía a pólvora, hubo dos personas de la porra de Gallos que lanzaron una bomba de humo. A partir de ahí hubo discusiones verbales cada vez más agresivas. No le dimos importancia, pensábamos que era algo aislado”, cuenta la mujer.
Distintos testimonios recabados por EL PAÍS han confirmado que los hinchas de Querétaro usaron navajas, picahielos y palos para agredir a sus rivales. “Una persona llevaba una placa de acero. Había gente del Atlas que pedía piedad para que no les hicieran nada. Dos chicas de seguridad también pedían que no les pegaran porque no traían nada para defenderse”, cuenta Ruiz. “A nosotros nos esculcaron, nos quitaron todo. Entramos sin nada. A ellos los dejaron entrar con todo tipo de cosas. Por qué no lo impidieron”, se queja Laura López.
Elementos de seguridad privada del estadio La Corregidora.Nayeli Cruz
La sacudida por la violencia obligó a que el presidente de la Liga MX, Mikel Arriola, viajara a Querétaro. Allí aseguró que presentará una estrategia para impedir que las barras bravas mexicanas puedan entrar en los estadios de visita y anunció que el estadio Corregidora permanecerá cerrado hasta que terminen las investigaciones. Además, la FIFA condenó los hechos ocurridos en México, una de las sedes del Mundial de 2026 junto con Estados Unidos y Canadá.
A Nadia Breña no le gusta particularmente el fútbol, pero vio las escenas de terror y buscó la forma para ayudar. Llevó comida para ofrecerla a las familias de los heridos. “No quiero que piensen que en Querétaro somos unos asesinos o violentos. Puedes ver lo de Ucrania y Rusia, es un conflicto que está muy lejos, pero los verdaderos problemas están aquí”, opina. “No volveré a un campo de fútbol. Primero están mis hijos. Nunca había visto algo tan cruel”, resume López. Querétaro sigue de luto.
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