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Los espacios para el juego como estrategia a futuro


Durante décadas, los espacios destinados al juego, esparcimiento o las relaciones sociales no mediadas por el consumo se han ido reduciendo, y el reclamo de construir ciudades para la gente siempre ha sido un objetivo inminente.

Hoy, más que nunca, no solo han surgido iniciativas que inciden en el diseño y cuidado del espacio público (como la ciudad de los 15 minutos o el “Pla superilles Barcelona”) sino que también han proliferado iniciativas que atienden las disparidades y diversidad de género, cultura, clase social, condición física y edad; y es que todos estos factores condicionan necesidades y deseos a la hora de ocupar calles, plazas y parques.

El espacio público ha demostrado ser una plataforma para construir ciudadanía, igualdad e inclusión social; un espacio de interacción, intercambio y negociación. Un ejemplo de ello son las restricciones horarias, la ocupación de las vías, el aprovechamiento del espacio en las calzadas, el intercambio económico, las intervenciones tácticas o los conflictos con la autoridad.

Durante largos meses de incertidumbre, el confinamiento de las ciudades puso de manifiesto las enormes desigualdades que padecen las familias que viven hacinadas en zonas densamente pobladas o en casas desprovistas de jardín, terraza o balcón. Todas ellas necesitan urgentemente espacios abiertos y accesibles, puesto que estos factores influyen en problemas de salud física y mental, afectando en un grado mayor, a los más pequeños.

Los infantes han sido uno de los grupos más afectados por el encierro, ya que se les ha reducido el contacto con otros, su capacidad de concentración, han perdido sus rutinas, así como los espacios de juego (vitales para su desarrollo). En este sentido, es importante replantear, cuantificar y analizar los espacios urbanos y su uso, ya que además de las crisis sanitaria y económica producidas por la pandemia, la OMS ha advertido que una tercera crisis está por llegar: la psicológica.

Teniendo en cuenta las dificultades que están teniendo las ciudades para combatir el virus, el cambio climático y readaptarse a la vida urbana, el colectivo Basurama ha propuesto al Ayuntamiento de Madrid la reutilización de los troncos de los árboles abatidos por la borrasca Filomena como estructuras para el juego en escuelas infantiles y colegios. El objetivo principal es darles una segunda vida a los materiales en desuso, degradados u olvidados con el fin de realizar proyectos a escala humana y urbana centrados en los más pequeños.

Tal y como se publicó en los medios, la administración retiró un total de tres mil toneladas de arbolado en mal estado, donde una de cada dos toneladas se convirtió en materia orgánica para nutrir los suelos verdes de la capital. De todos modos, en este proceso, los troncos grandes se desperdician, perdiendo la oportunidad de reusarlos y alargar su vida útil.

En este blog ya hemos hablado de los fantásticos trabajos de Basurama; un colectivo que trabaja en un sinfín de proyectos, siempre proponiendo nuevos materiales, formas, usos y sistemas de gestión para la reutilización, a través de intervenciones muy curadas. Recientemente, el colectivo ha utilizado las redes sociales para hacer un llamamiento al Ayuntamiento de Madrid para recuperar los troncos de grandes dimensiones, mostrando el caso del patio del CEIP Cristóbal Colón de Villaverde, donde se aprecia una intervención sencilla y necesaria, fruto de un árbol enfermo reutilizado.

Si queremos construir una sociedad mejor, debemos cuidar los espacios urbanos y promover que los infantes gocen de espacios destinados al juego y la creatividad. Hoy, más que nunca, es imprescindible analizar, escuchar e implementar (desde la administración) propuestas como la del colectivo Basurama. Intervenciones sencillas destinadas a mejorar el espacio público y el juego, creando espacios que sean parte de la recuperación y sanación: más seguros, abiertos, colaborativos e inclusivos.




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