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‘Los Espookys’: Terror y humor absurdo para la primera serie de HBO en español


Poco después de terminar Portlandia, aquella serie de culto emitida entre 2011 y 2016 que caricaturizaba hasta el delirio los estereotipos de lo hipster, el cómico estadounidense Fred Armisen viajó a Ciudad de México y se quedó hipnotizado por otra subcultura: lo dark, lo siniestro. Cuando regresó a Estados Unidos, el actor y productor empezó a afinar la idea de montar una comedia televisiva protagonizada por jóvenes siniestros que hablaran español, una serie de humor absurdo y blanco ambientada en un país que recordase a México. El resultado es Los Espookys, la primera producción de la cadena estadounidense HBO en español −en su filial HBO latino, sí que había producido ficciones en español, como Sr. Ávila o Capadocia, pero no estaban pensadas para el público estadounidense−, una serie de seis entregas cuyos primeros episodios ya se encuentran disponibles.

El primer capítulo de Los Espookys comienza con una fiesta de quinceañera, una especie de celebración ritual del tránsito de niña a mujer, un evento clave en la cultura popular de algunos países latinos. De fondo, suena una cumbia psicodélica. Un camarero sirve una bandeja con un falso brazo humano que se le cae en pedazos en medio del pastel frente a la homenajeada, pálida, con corona y vestida de negro. El tío de la niña, interpretado por Armisen, queda impresionado por la organización de la fiesta, a manos de su otro sobrino, y le convence para dedicar su vida a organizar celebraciones de todo tipo con temática siniestra: “Yo todo lo que siempre quise hacer es estacionar carros; eso de los sustos es tu estacionar carros”.

“Armisen tenía muchas ganas de hacer algo en español, una comedia de terror”, explica la actriz mexicana Cassandra Ciangherotti, que encarna a uno de los cinco personajes que se dedican a montar eventos siniestros a domicilio. Todos ellos tienen raíces latinoamericanas, incluido Armisen, de madre venezolana. Julio Torres y Ana Fábrega, salvadoreño y panameña, son los otros intérpretes y coguionistas, reclutados en las filas de otros espectáculos de Armisen: Saturday Night Live, en el que trabajó 16 años, y Portlandia.

A los mandos de la producción, de hecho, está Lorne Michaels, uno de los responsables de Saturday Night Live y especialista en comedia, que tiene en su haber como productor series como Rockefeller Plaza o los programas nocturnos de tres grandes estrellas de la televisión estadounidense: Conan O’Brien, Jimmy Fallon y Seth Meyers.

Con una intencionada factura de baja calidad y el montaje en forma de secuencia de escenas como en Portlandia, el recorrido de las bromas no alcanza cimas tan altas. “Aquí la locura no llega a tocar las fibras de la incomodidad o de no saber muy bien qué es lo que estás viendo. Todo es pacífico y amoroso; te agarra en curva todo el tiempo”, comenta Ciangherotti, una actriz habitual tanto en comedias como en películas de autor mexicanas.

Curas que no dejan moverse a nadie si no se rellena antes un formulario, programas sensacionalistas de televisión, el amor incondicional del tío hacia su trabajo de aparcacoches o la presencia de otros oficios absurdos, como probador de zapatos o ventilador humano, pueden interpretarse como un cáustico y crítico retrato de ciertas constantes latinoamericanas: la burocracia, el amarillismo, la autoexplotación o la precariedad laboral. Con todo, Armisen ha dejado claro en más de una entrevista que él no quería ningún conflicto: “Cada vez que veo una escena así, siempre estoy deseando que se acabe para que regrese lo bonito”.

Esa intención de situar a los personajes fuera del drama fue uno de los elementos que más le costó a Ciangherotti: “Nunca me había manejado en esa tesitura y es difícil, porque no sabes bien cuál debe ser el tono de tu personaje. Hasta que entendí un poco más las peculiaridades de la subcultura dark, que es como una especie de religión en la que asumen que hay oscuridad en el mundo y a partir de ahí lo afrontan todo con paz y estabilidad”. A la vez, opina que esa apertura otorga universalidad a una producción, que, subtítulos mediante, puede entenderse en Wisconsin o en Ankara. “Tanto la oscuridad como el humor absurdo te proporcionan esa otra mirada”, considera.

La mexicanidad que iba a ambientar la serie en su idea original se ha diluido algo. Las localizaciones de los seis capítulos de la primera temporada son chilenas y el lugar donde discurre la trama es finalmente un imaginario país latinoamericano, aunque con un nombre de etimología mexica: Altotitlan.


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