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Los fallos en la semipresencialidad educativa desatan una ola de quejas de los padres

Alumnos de primero de la ESO en un aula durante el inicio del curso en el instituto Joanot Martorell, en Esplugues de Llobregat (Barcelona).Albert Garcia / EL PAÍS

Poco a poco la asignatura de religión pierde terreno en las aulas y observa cómo la clase de actividades alternativas le va ganando el pulso en número de alumnos. Especialmente en la pública, donde el 55,1% de los estudiantes de ESO y el 42,1% de primaria han decidido abandonar el catecismo, según el último informe de la Fundación Ferrer i Guàrdia publicado este viernes. Tendencia que en el caso de la enseñanza básica, apunta el documento, ha tenido en los últimos 20 años “un incremento más notorio y prácticamente ininterrumpido”. Preferencia que parece no compartir el alumnado (o los padres de este) de los centros privados. En los no concertados las cifras son del 27,4% en primaria y del 36,9% en secundaria; y en los privados-concertados (donde las escuelas católicas representan más de la mitad) el porcentaje es del 13,45 y del 16,2% respectivamente. La Fundación Ferrer i Guàrdia no matiza los datos en bachillerato, ya que los únicos datos globales con los que cuenta (el 67% de estos estudiantes no estudian religión) son del curso 2014-2015.

El hijo de Toñi Fernández, Bruno, ha comenzado este curso tercero de primaria y, después de pasar varios años cursando religión, se ha matriculado en la asignatura de educación en valores. A pesar de no ser creyentes, Toñi decidió que su hijo, ahora de ocho años, asistiera a religión durante la educación infantil en un colegio de Cáceres para evitar que se sintiera desplazado. “Teníamos miedo de que no entendiese por qué a él le sacaban de clase y le separasen de sus compañeros”, comenta Fernández, maestra de profesión. Ahora, los padres sienten que Bruno está contento y que el cambio no le ha afectado. No obstante, como docente, Fernández piensa que esta elección escolar aún no está bien regulada. “Hasta hace poco, los profesores no sabían muy bien qué hacer en la hora alternativa. Tampoco había un libro de texto ni un desarrollo a seguir”, dice.

Los expertos que han escrito el informe subrayan que los resultados de la investigación dejan ver un cambio profundo en la forma de pensar de los españoles. “Estas cifras son un indicador más de la secularización actual de la sociedad. Un análisis que refleja la contradicción que supone que en España haya una menor creencia religiosa y que en la relación entre el Estado y las instituciones religiosas, especialmente la católica, se sigan manteniendo una situación de privilegios”, afirma Silvia Luque, directora de la fundación, que aboga claramente por una revisión de los Acuerdos de España con el Vaticano.

Esta noticia se enmarca en el debate sobre la nueva ley escolar que se está tramitando en el Congreso (conocida popularmente como la ley Celaá) y que pretende quitar peso a la asignatura de religión: ya no computará para la nota media y no será “materia específica” en bachillerato. Además, la norma no contempla incluir una materia alternativa para los alumnos que no quieran cursarla. Estos puntos causan cierto pánico entre las autoridades religiosas, que temen que, al no contar para nota ni estar obligados a ir a otra clase, los alumnos abandonen las aulas de religión.

La Conferencia Episcopal Española (CEE) ha trasladado a la ministra de Educación, Isabel Celáa, una “propuesta de integración novedosa de la clase de religión y de su espejo en valores cívicos”, según anunció la semana pasada el obispo y secretario general de la CEE, Luis Argüello. El medio Alfa y Omega adelantó este jueves que los prelados españoles han propuesto al Gobierno integrar contenidos de su asignatura en una materia común de valores donde puedan ser explicados desde distintas perspectivas, entre ellas, la católica.

Elegir no siempre es fácil. En muchos casos, como el de María Tovar y sus hijos Mario (de ocho años) y Jara (de seis años), la posibilidad de asistir a una clase alternativa a la de religión es nula. El colegio donde están matriculados, en Cáceres, ofrece automáticamente la materia de religión. Si los padres no quieren, tienen que solicitarlo expresamente. “Al final los niños sienten presión. Por un lado todos sus compañeros van a reli y, por otro, se aburren cuando les meten en la biblioteca a leer un libro. Se sienten solos y apartados”, comenta la madre.

Un problema que Paco Delgado, presidente de Europa Laica, tilda de ilegal. “Hay jurisprudencia que afirma que son los padres los que tienen que pedir al centro la asignatura de religión y no al revés. Y que ninguna dirección escolar está en su derecho de entregar una hoja al inicio del curso para que los tutores decidan si quieren esa materia. Si este tipo de cuestiones se realizasen como es debido, las matriculaciones en religión bajarían un 30% en España”, dice Delgado.

El 67% de los creyentes no es practicante

En España, el 29% de la población se considera no creyente (ateos, indiferentes y agnósticos). La creencia religiosa, según se deja ver en el informe, también es una cuestión de la edad. Más de la mitad de los jóvenes entre 18 y 24 años afirma no creer en nada (52,2%), estela que sigue el 48% de las personas entre 25 y 34, mientras que solo una minoría de la población de más de 65 (un 10%) se considera no creyente .

El estudio también hace hincapié en la proporción de los creyentes que no la practican: dos de cada tres personas que profesan una fe no acuden a los ritos, no rezan o se muestran disidentes de alguna doctrina de su religión o de la jerarquía eclesiástica que la dirige. Circunstancia que también se refleja en celebraciones litúrgicas tan comunes como el matrimonio. En 28 años, por ejemplo, las bodas por la Iglesia han pasado de representar el 79,4% del total al 21,1%. Otro dato a tener en cuenta son los hijos nacidos fuera del matrimonio, que en 1990 suponían el 9,6% de los casos y en 2018 superaban el 47%. Unas cifras que invitan a pensar que la famosa frase “cada vez que nace un español, nace un católico” se está diluyendo a pasos agigantados.


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