Son supervivientes de algunas de las circunstancias más trágicas que le pueden ocurrir a un ser humano: han sido abandonados, expuestos al miedo, explotados y testigos de atrocidades, son los “niños del califato” y nadie quiere hacerse cargo de ellos.
Miles de menores que han vivido en el autoproclamado califato del grupo terrorista ISIS se enfrentan ahora, cuando se acerca la derrota final del grupo yihadista, a un futuro incierto, un problema que el mundo no parece todavía dispuesto a afrontar.
Son más de 2,500 niños de al menos 30 nacionalidades los que esperan en tres atestados campamentos en el noroeste sirio una oportunidad.
Su reincorporación a la sociedad depende, en muchos casos, de la ayuda de sus países de origen.
“La comunidad internacional debe actuar ahora antes de que sea demasiado tarde”, reclama Sonia Khush, directora de Emergencias en Siria de Save the Children.
Esta ONG atiende a estos menores sobre el terreno y prevé que la cifra aumente, y mucho, cuando los extremistas pierdan el control de su territorio definitivamente.
En los últimos días, miles de personas han abandonado el último bastión del califato en Al Baguz, en su mayoría familiares de combatientes que se han entregado a las milicias mayoritariamente kurdas, Fuerzas de Siria Democrática (FSD), preparadas para llevar a cabo el asalto final a esa localidad en cuestión de días.
Entre ellos figuran cientos de niños: familiares de los yihadistas, menores secuestrados por ISIS y los que vivían en el territorio del califato.
Muchos llegan a los campos en condiciones desesperadas por meses de privación de atención médica y alimentos.
David del Campo, director de Programas Internacionales de esa ONG, denuncia en declaraciones a Efe que a estos menores “se les está aplicando el mismo castigo” que a los radicales sólo por el mero hecho de vivir en su territorio, lo que “vulnera todos sus derechos”.
“No son niños de ISIS, son simplemente niños”. ¿De dónde proceden?
Hay menores de Afganistán, Albania, Arabia Saudí, Argelia, Australia, Azerbaiyán, Bangladesh, Bélgica, Canadá, China, Dinamarca, Egipto, Francia, Georgia, Irak y Alemania.
Pero también de Indonesia, Italia, Kazajistán, Kosovo, Kirguistán, el Líbano, Libia, Macedonia, Malasia, Marruecos, Países Bajos, Pakistán, Portugal, Rusia, Sudáfrica, Sudán, Suecia, Siria, Tayikistán, Túnez, Turquía, Ucrania, el Reino Unido, EEUU, Uzbekistán y Yemen.
Aunque algunos de estos países han comenzado a interesarse por la forma de actuar con ellos, otros muchos, incluidos varios europeos, todavía no han tomado medidas, afirma Save the Children.
Sólo Rusia ha repatriado a un pequeño grupo de menores, en pleno debate sobre quién debe juzgar a los yihadistas detenidos.
Mientras los milicianos kurdos en Siria se quejan de estar sobrepasados con más de 5,000 detenidos, los países de origen se resisten a hacerse cargo de ellos ante el temor de no poder probar sus crímenes.
La responsabilidad legal última de estos menores la tienen sus países de procedencia: éstos son “los que deben hacerse cargo de ellos y protegerles, independientemente de quienes sean sus padres”, arguye Del Campo.
“Un niño es un niño en cualquier circunstancia” y debe recibir el mismo trato que cualquier otro infante del mundo.
También la ONU insta a estos países a asumir su responsabilidad con los “niños del califato”, decenas de los cuales se encuentran solos, sin la compañía de un adulto.
Unicef recalca que “deben ser repatriados a sus países de origen lo antes posible, mediante procedimientos cuya primera consideración sea el interés superior del niño y a través de la cooperación entre estados”.
Y les anima a “diseñar e implementar estrategias y programas para el regreso de los niños” con el fin de lograr “su rehabilitación y su reintegración social, sin estigmatización ni discriminación”.
La mayoría vive con sus madres, muchas de las cuales fueron reclutadas por los yihadistas siendo niñas y ahora tienen bebés de apenas días o semanas de vida.
Los que están solos reciben la atención de cuidadores temporales. La saturación de los campos de refugiados y uno de los inviernos más duros de los últimos años, el que se ha vivido en enero y febrero, han convertido en desesperada la situación de sus habitantes: más de 60 menores han muerto, la mayoría de frío, en esos dos meses, según la ONU.
“La situación en Al Hol es desgarradora. Los niños se están muriendo de hipotermia cuando sus familias huyen a zonas seguras”, denunció recientemente Elizabeth Hoff, representante de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Siria.